Sin Darnos Cuenta romance Capítulo 22

Observo su mano vendada y no puedo creer que se haya cortado tanto. —¿Te sigue doliendo? — Pregunto y acaricio su rodilla mientras que con la otra sostengo el volante.

—Un poco, porque la anestesia ya se está yendo. — Explica.

—¿Puedo preguntar como tú, una mujer tan precavida se ha cortado así?— Cuestiono mirándola de reojo.

—Preferiría que no.— Dice como niña pequeña y me hace reír.

—Anda... vamos... dime...— Le insisto y la hago reír.

Respira profundo como tomando valor —Estaba secando la copa cuando tu madre me pregunto si había planes de boda y apreté la copa con demasiada fuerza y se rompió en mi mano. — Confiesa y ahora sí que no puedo parar de reír.

—¡¿De verdad mi madre te ha preguntado eso?!— Exclamo sin poder creérmelo.

—¡Si, y no te rías! ¡No es gracioso! — Me regaña.

—Pues lo es, a mi familia solo le ha faltado preguntar ¿para cuándo los hijos?— Digo y creo que me ha matado con la mirada.

—Mejor que no lo pregunten porque ahí si se que me pondré seria. — Habla algo molesta.

—Cariño, discúlpalos ¿sí? Es que tú les encantas. Dicen que somos una pareja ideal. — Comento intentando de que se relaje.

—No estoy enfadada con ellos, es solo que tú sabes que no me gusta que nadie se meta en esos asuntos...—

—Lo sé. —

—Además, tú y yo recién hemos iniciado todo esto... es muy pronto para hablar de cualquier asunto que signifique dar un paso serio. — Se explica y sonrió al notar lo diferente que es de mis anteriores relaciones.

Mis exparejas, siempre han intentado que nuestra relación tuviese un futuro así sea un compromiso, boda, hijos... pero, con ella todo eso desaparece y solo queda lo que sentimos —Cariño, relájate. — Digo intentando no reírme. —Sé que le tienes pánico al compromiso. —

—Me gusta que lo sepas. Por favor; explícale a tu familia que recién hemos iniciado... creo que ellos piensan que hace mucho que nos venimos con esto y lo manteníamos en secreto. — Me pide.

—Lo hare, tú solo relájate y no sigas lastimándote por ahí.— Le pido.

—Intentare...— Dice con una pícara sonrisa mientras estaciono el auto enfrente del edificio y bajo del auto.

Doy la vuelta, abro su puerta, y le ayudo a bajar. —Señorita Garay.— Digo queriendo jugar a ser su chofer y ella ríe.

—Señor Balestrini, gracias. — Replica siguiéndome el juego.

—Voy a tener que ser tu enfermero por unos días. — Comento cuando entramos al edificio.

—Solo me he lastimado la mano... no es que no pueda hacer nada. — Explica y arquea sus cejas mientras me mira de manera picara.

Las puertas del elevador se cierran detrás de nosotros, y aprovecho que estamos solos para rodear su cintura con mis brazos y pegar su cuerpo al mío. —Mi niña tímida. — Le digo a milímetros de sus labios.

—¿Tímida? No cariño, no te equivoques... solo soy como tú, me gusta resguardar mi privacidad...— Me dice robándome una sonrisa.

—¿Ves porque tú y yo nos llevamos tan bien? Es que somos el complemento perfecto...— Le dejo saber y sin poder aguantarlo más; la beso.

—Si, además... besas tan bien... — Comenta y roza sus labios con los míos volviéndome loco.

—Mi amor... si haces eso otra vez no podre dejarte hacer reposo para que te mejores.— Le advierto.

—¿Si hago qué? ¿Esto? — Me pregunta de manera juguetona y vuelve a rozar sus labios con los míos.

Las puertas del elevador se abren, y sin soltarme de su cintura comenzamos a caminar por el pasillo hasta que llegamos a la puerta del piso y la abro de manera torpe —¿Te das cuenta de que no paras de provocarme?— Le pregunto y muerdo su labio inferior cuando vamos caminando por el salón.

—Tú tampoco... haces que tenga ganas de besarte 24 horas al día... siete días a la semana...—

—No veo que te quejes...— Comento cuando comienzo a deshacerme de su ropa.

—Ni tú...—

—Es que no lo hare... me encantas... te amo...— Le dejo saber cuándo ella quita mi camiseta.

—Yo tampoco me quejare, te amo Franchesco—

—Deja tu mano quieta, yo te ayudo a quitarme la ropa.— Digo al notar que tiene dificultad con mi cinturón.

Ambos reímos y volvemos a besarnos. —Mejor...— Dice en una pausa y es así como me desvisto bajo su atenta y sensual mirada.

—¿Disfrutando el espectáculo?— Pregunto pícaramente y ella muerde sus labios.

—Tiene su punto...—

—¿Si quieres te bailo?— Bromeo.

—A ver... hazlo.— Me reta y niego.

—Otro día... ahora mismo, estaría necesitándote demasiado. — Le dejo saber y luego de desnudarme vuelvo a su boca.

—Vicioso. — Me regaña de manera muy sensual mientras que mis manos terminan de deshacerse de su lencería.

—Adicto a ti... solo a ti...— Le dejo saber y cuidadosamente la recuesto sobre la cama.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: Sin Darnos Cuenta