Sin Darnos Cuenta romance Capítulo 32

Un poco más de una semana después: 3 de octubre

—¡Yo no sé cómo le haces!— Dice mientras se deja caer de espaldas en la cama de esta nueva habitación de hotel, pero ahora en Miami.

—¿Qué cosa cariño?— Pregunto confundido mientras abro la maleta para buscar nuestros bañadores. Supuestamente iríamos un rato a la playa antes de mis compromisos esta tarde.

—Viajar de una ciudad a la otra... en realidad, de un país al otro en una semana. Es agotador.— Se queja haciéndome reír.

—Apenas estamos en el cuarto país. Tú no sabes lo que me espera cuando empiece la exhibición real, eso si será agotador.— Le advierto.

Ella se acuesta boca abajo en la cama, cruza sus brazos y apoya su mentón sobre su brazo sano mientras me mira —Yo te esperare en casa mirando series de televisión.— Bromea haciéndome reír.

—Y yo que creía que tenías energía. Ya veo que viajas unos pocos días y ya estas agotada. — Comento burlándome de ella y vuelve a voltearse en la cama para mirar al techo.

—Es que no me dejas dormir. — Se queja y sonrió mientras lanzo su bañador sobre ella generando sus quejas.

—Es tu culpa. Si no te acostaras con esos diminutos camisones con escote asesino, yo podría relajarme, aunque sea un poco cuando estoy a tu lado; pero, tú no ayudas. — Le reclamo entre risas.

—¡Ay sí, pobrecito tú!— Replica mientras se pone de pie y va hacia el baño —Iré a cambiarme mejor.— Dice firme y cierra la puerta.

—¿Necesitas ayuda? Lo digo por tu brazo.— Bromeo.

—¡No, ya he aprendido a arreglármelas sola!— Responde entre risas.

Amo lo infantiles que podemos resultar ser a veces. Me hace reír y sentir que todo es más llevadero a su lado. Honestamente, esta parte de mi trabajo no es de mi total agrado. No me encanta hablar una y otra vez acerca de lo mismo con tantas personas diferentes las cuales obviamente tiene un beneficio por traerme a su programa. Yo sé que debo promocionar mi trabajo, pero preferiría tan solo estar en mi estudio de arte y hacer mis cuadros.

Termino de colocarme el bañador y busco el protector solar mientras sigo esperándola. Es extraño que se tarde tanto para cambiarse. —¡Amor! ¿Te encuentras bien? — Pregunto sentado desde la cama, pero ella no me responde. Voy hasta la puerta del baño, y golpeo. —Cariño.— Digo alto.

—¡Ya voy amor, ve yendo a la playa te alcanzo allí!— Me pide y no quiero insistirle.

Sé cómo se pone cuando se enfada —Vale, te espero allí abajo. — Digo y decido dejarla tranquila.

[...]

Que el hotel tenga playa privada definitivamente es lo más conveniente. No debo preocuparme por nada ya que casi no hay gente a esta hora de la mañana. Me recuesto en la reposera después de quitarme la camiseta y me quedo tomando sol mientras espero por ella.

—¿Y Dana?— Me interrumpe Amanda, quien ha decidido venir con nosotros a la playa.

—No lo sé, me pidió que bajara a la playa y la esperara aquí. Entro a cambiarse al baño y no sé qué le ha sucedido.— Explico.

Amanda me mira sin entender nada — ¿Acaso estaba enferma o algo?— Me pregunta preocupada.

—No que yo sepa.— Comento y de repente, le veo llegar.

—Ya estoy aquí.— Dice sin más y se quita su pareo para caminar hacia el mar.

—¿Qué le sucede?— Me pregunta Amanda que al igual que yo no comprende que le sucede a Dana.

—Ni idea, déjame ir con ella.— Digo poniéndome de pie y camino hacia la orilla.

Me meto al mar siguiendo sus pasos y observo como se sumerge hasta la cintura para evitar que su yeso se moje, aunque lleva el plástico que hemos conseguido en Santiago de Chile para que no tuviese este problema.

—Amor, ¿Qué te sucede?— Pregunto cuando estoy a su lado y la miro fijamente.

—Nada, todo está bien cariño. — Me responde sin mirarme.

—Dana, te conozco de memoria y sé cuando me mientes ¿me dices que sucede?— Insisto.

Finalmente, ella me mira fijamente —Nada, de verdad.— Repite.

—Hare de cuenta que te creo. Cuando tu gustes me dices que sucede, ¿sí?— Le propongo abrazándola por la cintura desde atrás.

—Si que eres insistente. — Señala firme.

—Solo quiero saber que estas bien. — Le corrijo y acaricio su abdomen.

Ella respira profundo y es como si estuviera pensando en algo —Tengo un retraso, ¿feliz?— Explica sin más y me he quedado sin aire.

—¿Qué?— Pregunto con un hilo de voz y siento que mis piernas han perdido las fuerzas.

—Lo que escuchas. No quería decírtelo porque seguramente se debe a todo el trajín de los viajes y eso... Es imposible que este embarazada, no vayas a desmayarte aquí. — Habla con algo de rabia e intento reaccionar.

—¿Por eso te has puesto así de extraña?— Logro preguntar.

—Sí, ¿tú crees que me da felicidad esta situación? Yo no quiero un hijo ahora, y espero que no sea el caso.— Dice sin más.

—Dana, tranquilicémonos... quizás no es nada y como tú has dicho es tan solo el estrés. — Intento tranquilizarla.

—Estuve muchos minutos haciendo cuentas en el baño... necesito saberlo ya, no puedo vivir con esta angustia. — Confiesa.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: Sin Darnos Cuenta