Sin Darnos Cuenta romance Capítulo 34

El pasillo de este hotel está siendo testigo de los besos más indecentes que podrían llegar a existir. Su lengua y la mía celebran con entusiasmo las respuestas a mis preguntas, y mi mano intenta torpemente abrir la puerta de nuestra habitación mientras que la otra está muy entretenida tocando a mi prometida con alevosía.

—Abre ya esa maldita puerta. — Me exige y vuelve a besarme haciendo que riamos.

Parecemos animales salvajes, pero estos somos nosotros —¡Ya!— Digo triunfal y la vuelvo a tomar de la cintura para que comencemos a caminar por la habitación mientras nos desnudamos mutuamente. —Me vuelves loco. — Le dejo saber y muerdo sus labios con malicia haciéndole sonreír.

—Y tú a mi... quiero sentirte ya. — Replica y sí que sabe cómo tenerme en sus manos con tan solo hablarme.

Estamos prácticamente arrancándonos la ropa, por alguna razón estamos desesperados por enredarnos en esta cama y besarnos hasta que salga el sol. Su vestido termina de caer al suelo al igual que mi pantalón. Ya el resto de nuestra ropa había quedado atrás en el camino hacia esta cama donde nos dejamos caer y son mis manos las que tocan sus pechos, su trasero... su intimidad por encima de su ropa interior. Ella acaricia mi hombría por encima de mi bóxer y solo puedo dejar escapar gemidos de placer ante su mano experta.

Comienzo a desabrochar su sujetador y se lo quito para lanzarlo en el aire y dejar que caiga donde sea. Ella baja mi bóxer y debo ayudarle mientras me salgo de este dejándole ver mi excitación que aumenta al ver su mirada expectante... la última prenda en desaparecer es su diminuta braga. Nos arrodillamos frente a frente y seguimos besándonos mientras nuestras manos recorren el cuerpo del otro —Te amo Franchesco. — Me dice entre beso y beso.

—Yo más a ti Dana. — Confieso mientras ahora muerdo su cuello y siento el calor de su cuerpo con mis dedos.

Escucho su jadeo y mis sentidos se alteran más si es posible. Aparta sus piernas aún más para dejarme seguir con mi tortura a la vez que ella me enloquece dulcemente recorriendo la parte más delicada de mi cuerpo con su mano sana a todo lo largo de abajo hacia arriba y repitiendo el movimiento hasta llevarme al límite. —Amor...— Me susurra al oído y en este momento casi no puedo razonar.

—¿Qué?— Es lo único que logro decir en este instante y ella se detiene dejándome al borde de todo.

Coloca su mano sobre mi pecho y me empuja para que caiga de espalda sobre la cama. Se acomoda sobre mí con cada una de sus piernas a cada lado de mi cuerpo y roza mi piel con la suya a medida que se inclina sobre mí. Me besa, me muerde, y luego roza sus labios con los míos —Quiero ser madre junto a ti ya...— Declara con una pícara sonrisa —Hazme ese hijo que me has pedido... comencemos ahora. — Me pide y solo puedo tomarla del cuello y acercar su boca a la mía.

—Con gusto. Yo también quiero ser padre junto a ti... busquémoslo. — Le digo firme y volvemos a besarnos mientras que siento como se acomoda en mi para que nos comencemos a mover a la par.

De alguna manera rodamos por el colchón hasta que ahora soy yo quien está sobre ella para hacer que cada embestida provoque más gritos de placer. Somos una llama que no se apaga y esta noche promete ser interminable. Estamos al borde del abismo y cuando nuestros cuerpos no resisten más nos dejamos caer. Nuestro calor se funde y nos besamos al culminar de la manera más pasional y romántica que existe —No tienes idea de cuánto te amo. — Le digo sobre sus labios mientras se desploma sobre mí y me abraza con su brazo sano como si su vida dependiese de ello.

—Claro que lo sé, yo te amo igual... jamás creí que podría llegar a amar a alguien así.— Explica y deja un beso en mi pecho.

Sonrió ante sus palabras y acaricio su espalda con delicadeza —Cariño... ¿Te has dejado de cuidar? Lo digo por lo que dijimos... sé que no es fácil pensar en medio de ese caos que sucede, pero yo hablaba en serio. — Le aclaro y ella ríe.

—Lo sé. Yo también hablaba en serio. Hoy ha sido el último día de esas píldoras; de verdad quiero tener un hijo contigo. — Me dice firme y beso su hombro.

—Te amo. —

—Yo más... eres el único hombre que me ha hecho sentir estas ganas de ser madre. Franchesco, sé que no llevamos mucho tiempo juntos, que todo esto es una locura por momentos, pero...— Intenta decir, pero la callo con un beso.

—El amor no se mide por el tiempo que llevemos juntos. — Explico. —El amor se mide por lo que sentimos, y créeme que esto es demasiado fuerte. No necesito pasar diez años contigo como novios para estar cien por ciento seguro de que quiero que seas la madre de mis hijos y mi esposa. — Termino de decir y su sonrisa es hermosa.

—Yo siento que hemos estado toda la vida juntos. — Dice intentando no reír y asiento.

—Yo siento igual amor. Creo que de alguna manera lo hemos estado. — Explico y su boca vuelve a lentamente atacar la mía. Es inexplicable esto que me sucede con ella. Es como si recién estando a su lado hubiese descubierto lo que es el amor « ¿Qué ha sido lo que sentí antes?»

Días después: 10 de octubre

Hogar dulce hogar, finalmente unos días de descanso en Málaga. Dejamos las maletas a un costado apenas entramos a nuestro piso y casi como si fuese una competencia vamos hacia al sofá —¡Te gane!— Exclama cuando es la primera en acostarse y sin más me acuesto sobre ella y la agarro fuerte. —¡Me aplastas!— Se queja entre risas.

De a poco nos vamos acomodando. Yo consigo quedar detrás de ella y aunque no hay mucho espacio, el abrazarla contra mi permite que los dos entremos en este sofá. —¿Vemos una película?— Le pregunto y ella niega.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: Sin Darnos Cuenta