Sin Darnos Cuenta romance Capítulo 35

24 de octubre

Nuestra pequeña burbuja, esa que nos protegía del mundo y sus comentarios ha tenido que romperse. Llevábamos casi dos semanas en ese pequeño mundo que habíamos creado juntos donde solo éramos nosotros dos en nuestro piso amándonos y disfrutando de lo que nos sucede. Solo hemos ido a casa de mis padres y nada más, no quisimos exponernos, pero ya es inevitable. Tenía que viajar a Los Ángeles para una entrega de premios y no iba a dejarla en Málaga, ya no puedo... ya no quiero.

Estoy entrando a los estudios donde se llevará a cabo un Facebook Live que estaré haciendo para una pagina web y una de las publicistas que trabaja conmigo, como siempre me advierte que no es necesario que responda preguntas personales si no quiero. Sé que intenta protegerme y cuidar mi imagen, pero no le veo el punto a callar lo que Dana y yo somos. Después de todo soy un hombre más en este mundo que tiene derecho a enamorarse y a formar una familia si quiero. Ser este reconocido artista no me puede quitar el sueño de estar con Dana, casarme con ella, y buscar ese hijo que ambos queremos y que hemos decidió seguir buscando a pesar de todo.

Me siento en el sofá negro y espero pacientemente a que todo de inicio mientras la mujer de mi vida me mira desde una esquina y me sonríe dejándome saber que siempre estará a mi lado. Ella definitivamente me da la fuerza que necesito para todo esto que se viene encima —Ya estamos live.— Me dice Brenda, la otra encargada de todo esta movida publicitaria y allí en la pantalla que tengo enfrente de mi comienzan a aparecer cientos de preguntas.

Me detengo en varias de ellas referente a las nuevas obras, a la nueva exhibición, e incluso como fue todo el proceso. Respondo cada una de ellas intentando anunciar lo que solamente puedo anunciar en este momento y repentinamente leo el tipo de comentario que no quería leer.

"No puedo creer que seas tan ingenuo y te hayas dejado enredar por la tipa esa que solo busca ser famosa gracias a ti."

Realmente me da rabia, y lo peor es que hay varios otros comentarios que ponen en duda que Dana y yo hayamos sido realmente amigos. Esto no va a continuar así. No lo permitiré —Dana, amor... ven aquí por favor.— Le pido haciendo que me mire con sus ojos abiertos de par en par y que todos a nuestro alrededor no sepan ni cómo reaccionar. Con muchísimas dudas, ella camina hacia mí y le pido que se siente a mi lado.

—No me gustaría tener que hacer esto, pero últimamente he leído muchas publicaciones acerca de mi vida privada que están no solo afectándome a mi, si no que a ella. Nadie mejor que Dana y yo sabemos lo que ha ocurrido entre nosotros y como es que nos enamoramos. Por obvias razones no daré detalles de cómo paso que me enamorara de la que fue mi mejor amiga desde que tengo 18 años. Ella ha estado conmigo incluso antes de que fuese un artista reconocido y ha sido mi mayor apoyo en los momentos buenos y malos así como yo lo he sido para ella, pero el amor no entiende si es tu amiga o una desconocida que te has cruzado por la calle. No nos apetecía sacar a la luz nuestra relación porque no tenía sentido hacerlo y no porque hayamos tenido miedo. No tenemos por qué tener miedo, los dos éramos solteros y nos estábamos haciendo nada malo. Solo espero que comprendan que soy un hombre normal y que tengo derecho a tener mi privacidad en algunos asuntos. Por ultimo y antes de que la prensa del corazón lo anuncie antes que yo, esta preciosa mujer ha aceptado ser mi esposa cuando se lo pedí. Ahora si, continuemos con las preguntas en cuanto a lo que realmente me dedico.— Digo y creo que el mundo se ha detenido.

Nadie en este estudio dice nada, y las respuestas de la gente en redes son variadas. Supongo que no puedo esperar a que todo el mundo esté de acuerdo con mis decisiones y respeto eso también.

[...]

—¿Tu te has vuelto loco amor?— Me pregunta ella cuando nos subimos al auto y finalmente estamos solos.

Sonrió ante su pregunta y asiento —Puede ser, pero me canse de que juzguen cada paso que doy y más si estás tú en ellos. Míralo por el lado positivo, no nos tenemos que esconder más. — Le digo y luego la beso con urgencia.

—Mi príncipe valiente. — Dice sonriente sobre mis labios y ambos reímos.

—Que cursi eres cariño. — Bromeo y me da un leve golpe en mi brazo.

—¡Porque tú no! ¿Qué tal todo ese discurso que has dado ahí? — Me replica entre risas.

—Yo soy artista, está permitido que sea así de meloso... ¿pero tú?— Me defiendo.

—¡Bobo!— Se queja y vuelve a besarme. —Vayamos a comer que tanto romanticismo me dio hambre. — Exige y solo puedo seguir riéndome de la escena tan infantil que estamos armando.

—Ya la llevo señorita... Vaya que cuando quedes embarazada me volverás loco con la comida. — Me quejo entre risas y ella muerde su labio inferior.

—Si seguimos a este ritmo será pronto... ahora vamos. — Repite y pongo el auto en marcha para ir por algo de comida.

[…]

—Este sitio es impresionante. — Comenta mientras admira la vista paronímica que se aprecia desde la azotea de este edificio donde está ubicado el restaurante que tanto me han recomendado "Perch La."

Me encanta verla así de feliz y disfrutando de lo bonito que son los momentos así de simples como este —Lo es, pero más impresionante eres tu cuando sonríes Dana.— Le digo y su mirada se clava en mi e intenta no reírse.

—Balestrini... pero que cursi eres a veces.— Bromea y ahora estamos los dos riendo. —Aunque, debo de admitir que me gusta cuando te pones así de cursi...— Confiesa finalmente y el mesero llega con los menú.

Hace una explicación de todos los platos más importantes y por momentos su mirada se distrae con la belleza de mi prometida. —Muchas gracias, hemos entendido. — Le digo como para que se vaya y cuando finalmente lo consigo la miro a ella un tanto serio. —Olvidaba lo peligroso que era salir contigo a sitios públicos. — Comento serio y ella niega.

—Me ha mirado por este yeso ridículo que llevo puesto. Quiero que me lo quiten ya. — Se queja.

—Guapa, cuando éramos amigos y no tenías ese yeso los hombres te veían igual, no creas que no me daba cuenta. En cuanto al yeso, ya falta poco. — Replico bajo el efecto encantador de su sonrisa.

[...]

Estamos almorzando en medio de una animada conversación acerca de esta ciudad y de alguna que otra idea para nuestra boda, cuando dos mujeres se acercan a nuestra mesa —¿Franchesco Balestrini?— Pregunta una de ellas con una enorme sonrisa y casi como incrédula de que sea yo.

—¡Si, es él!— Exclama la otra y cuando menos me lo espero, me abraza con tal fuerza que me deja anonadado.

—Hola, ¿Cómo se llaman?— Es lo que se me ocurre preguntar.

—Andrea.— Dice la de cabello rojizo.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: Sin Darnos Cuenta