Sin Darnos Cuenta romance Capítulo 36

Apenas entramos a la habitación del hotel, ella va hacia la cama y se acuesta allí. Termino de cerrar la puerta detrás de mi y voy junto a ella. —Amor, ¿Qué sucede?— Le pregunto mientras acaricio su cabello.

Tiene sus ojos cerrados y no hace esfuerzo alguno por abrirlos. —¿Me alcanzas el calmante que me ha dado el doctor?— Me pide.

—¿Te duele el brazo?— Pregunto preocupado y ella solo asiente.

—Por favor, dámelo.— Me pide una vez más y tan solo voy por la medicina y un vaso con agua para finalmente dárselo.

—No entiendo, te encontrabas bien.— Comento mientras le veo sentarse para tomar la medicación.

Ignora mi comentario por completo y solo vuelve a acostarse para esta vez cubrirse con el edredón y quedarse quieta —Descansa cariño.— Digo bajito sin dejar de acariciar su cabello mientras la veo quedarse dormida.

[...]

Miro el reloj y siento mucha rabia de que deba irme a otra entrevista. No quiero dejarla sola y mucho menos si siente así, pero no tengo muchas opciones. Escribo una nota en el pequeño bloc de notas que hay sobre la mesita de noche y la dejo a su lado informándole que tuve que irme a la entrevista que tenía pactada.

Después de haberme cambiado de ropa rápidamente, salgo de la habitación y la mirada de Amanda lo dice todo. —¿Qué ha sucedido?— Pregunta finalmente mientras caminamos el pasillo del hotel.

—Le dolía el brazo y tuvo que tomarse un calmante. No me gusta dejarla cuando se siente mal.— Explico mientras llamo al elevador.

—¿El brazo? Pero, si todo iba de maravilla ¿Cómo puede volver a dolerle después de tantas semanas? — Me pregunta y al igual que ella no tengo respuesta.

—No lo sé Amanda, pero sé cómo es ella y en terca no hay quien le gane. No va a querer ir al médico.— Explico mientras subimos al elevador.

—Tú también eres terco. Tanto que has dejado que la bomba de tu relación con ella explote cuando te advertí que no era buena idea. — Me regaña una vez más.

—Era lo mejor. Después de todo, si no lo decíamos nosotros lo diría la prensa mal intencionada. — Explico y ella solo encoje sus hombros.

—Como digas Franchesco, solo espero que no salgan con otra sorpresa... no es momento. — Me dice y creo que me está por dar un ataque de tos.

—Vayamos mejor a ser esta entrevista. — Me limito a responderle cuando salimos del elevador.

[...]

Era evidente que durante la entrevista no solo me preguntarían por mi trabajo, sino que también me han preguntado por ella. Me he limitado a responder solo lo que yo quería y de la manera que gustaba tal como lo hago siempre, pero sin dejar de ser amable. Después de todo, no necesito dar demasiados detalles acerca de mi vida privada.

Miro el reloj una vez que llego al hotel y de verdad que se me ha hecho tarde. Ya son las ocho de la noche y no he recibido ni un solo mensaje de ella, bueno tampoco yo le he enviado ninguno... digamos que no tuve tiempo ni de estar pendiente de mi móvil.

—Franchesco, si ella sigue mal es mejor que vayan al doctor hoy. Mañana tienes los ensayos para entregar el premio, y pasado mañana es la ceremonia; la agenda estará muy cargada.— Me informa Amanda y solo asiento.

—Te veo mañana, descansa. — Digo despidiéndome de ella antes de subir a la habitación mientras que Amanda va al bar del hotel por un trago.

Al abrir la puerta de la habitación, la veo acostada en la cama y cubierta con las sabanas. Su mirada se cruza con la mía y me sonríe levente — ¿Cómo te ha ido amor?— Me pregunta mientras se sienta dejándome ver que ya se ha colocado su camisón negro.

—Bien, ya sabes cómo es esto... pero ¿tú cómo te sientes? — Pregunto sentándome a su lado en la cama.

Encoje sus hombros —Bien...— Es lo único que dice y noto su voz muy extraña.

—No sé porque, pero no te creo... ¿me dices la verdad? — Le pregunto y con mis dedos acomodo su cabello.

—Estoy bien, de verdad.— Insiste.

—¿Ya no te duele el brazo?— Presiono.

Esquiva mi mirada y no entiendo que sucede. —No era mi brazo lo que me dolía... te mentí, lo siento. — Confiesa en un susurro.

—¿Y porque me has mentido? Creía que entre tú y yo había confianza. — Comento algo decepcionado.

—Es que no quiero que nos ilusionemos más. No quiero volver a pasar por lo mismo. — Me dice aun sin mirarme y sigo sin entender.

—¿Te explicas?— Pregunto confundido.

—En un momento creí que esta vez si estaría embarazada, pero no... los dolores abdominales que sentí hoy no han sido por eso.— Explica triste y se abraza a mí.

—No debes mentirme Dana, mucho menos tomar un medicamento que no es ¿acaso no nos contábamos todo siempre? — Le pregunto sin saber muy bien cómo reaccionar.

—Lo siento amor. — Es lo único que dice y se acomoda mejor para apoyar su rostro en mis piernas.

—Amor, no quiero que te obsesiones con el tema. — Comento.

—No me obsesiono Franchesco... solo que no sé... desde lo de la otra vez me siento diferente. —

—¿Diferente? ¿Cómo? No entiendo. —

—Siento que he crecido... que ya no soy aquella chica egoísta que solo pensaba en ella. Amor, siento estas ganas de que seamos tres. — Me dice mirándome aun apoyada en mis piernas y con una sonrisa.

—Sabes... hoy Amanda me ha regañado un poco y me ha pedido que no le demos más sorpresas.— Le comento.

—¿Ya no quieres?— Me pregunta preocupada.

—¡No! ¡¿Cómo crees?! Solo que quizás sea un poco más conveniente esperar un poco...— Propongo. No hay palabras entre los dos. Son solo nuestras miradas intentando explicar todo lo que nos sucede.

—Quizás... además, por lo que intuyo no será fácil que suceda. Quizás no pueda nunca. — Explica triste y no soporto que este así.

—¡Ey! No digas eso. Tú siempre tan impaciente amor.— Le digo ya que nunca se ha caracterizado por saber esperar.

—Claro, porque tú tienes mucha paciencia.— Replica y rio.

—Vale... en eso somos iguales, pero quizás si tengamos que atrasar un poco los planes ¿Qué dices?—

Ella asiente levemente —De acuerdo... volveré a cuidarme entonces. — Acepta y lleva una de sus manos a mi rostro —¿Puedo pedirte una cosa solamente? — Me pregunta como niña pequeña.

—Lo que tú quieras guapa.—

—¿Me abrazas fuerte? Es que aún no me siento mal y quizás tu calor me haga bien. — Me pide y solo puedo sonreírle.

—Claro que sí. Pediré algo de cenar aquí y me quedare abrazándote toda la noche, ¿te parece? –

—Me encanta. — Responde de inmediato y cierra sus ojos sin moverse de mi haciéndome sonreír como un tonto.

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