Sin Darnos Cuenta romance Capítulo 48

Algunos días después, 22 de diciembre

De regreso a Madrid, al menos por un par de días, para el programa al que tengo que ir. Abre la puerta del piso mientras yo cargo las maletas y me fascina verle adueñándose de todo lo que es mío. —Hace demasiado frio.— Se queja al entrar.

—Ya mismo enciendo la calefacción, este sitio ha estado vacío varios días; es por eso.— Explico mientras me acerco al control de temperatura.

Ella rápidamente se acomoda en el sofá y se cubre con la manta que hay a un costado, la escucho quejarse demasiado del frio y al verle temblar me preocupa que se enferme. Rápidamente me acerco a ella. —Hazme un espacio, ya verás que rápido hago que entres en calor. — Propongo y sonríe ampliamente.

—Mi calefactor humano. — Dice abrazándose a mí y rio.

—De algo ha de tener que servir tener calor casi siempre...— Bromeo.

—¿Recuerdas que siempre que íbamos a la playa de noche y hacia frio, tú me abrazabas para hacerme entrar en calor?— Me pregunta sin soltarme y asiento.

—No sé cómo lo hacía. — Comento y me mira entrecerrando sus ojos.

—¿De qué hablas?— Me pregunta confundida y se acomoda mejor sobre mi pecho mientras que yo la cubro mejor con la manta.

—Abrazarte y que mi cuerpo no se alterara como lo hace ahora. No sé en que pensaba.— Me quejo y finalmente ríe de mi comentario.

Honestamente no logro entender como he estado tanto tiempo a su lado como si no fuese la mujer más hermosa de este mundo, ¿tan ciego estaba?

—Yo tampoco sé... es que no te mentiré y diré que no me parecías guapo, pero no sé... hasta hace algunos meses no me sucedida todo esto... Es demasiado extraño.— Comenta y sus palabras me llaman la atención.

—¿Todo esto?— Pregunto pícaramente y me acomodo de manera tal que pueda verla.

—Ya sabes, el que me abraces para quitarme el frio y que sienta que me quemo... Es un sentimiento muy fuerte, incontrolable diría yo.— Me confiesa y debo morder mis labios de manera instintiva.

—¿Las hormonas del embarazo?— Comento pícaramente y niega.

—El deseo por ti Franchesco. No sé si es que se nos ha caído la venda de los ojos, no sé si en aquel momento de nuestra convivencia comenzamos a ver cosas en el otro que no veamos antes, o es que aquella noche de copas, el alcohol hizo que viéramos lo que no queríamos ver. Lo único que si sé, es que desde que estoy contigo yo soy la mujer más feliz del mundo. Siento que toda la mierda que era mi vida antes ha quedado en otra etapa. Hoy solo puedo pensar en ti, en Nayla, y en todo lo que nos espera juntos.— Me dice robándome el aire.

—Todo eso que has dicho es muy bonito.— Confieso mientras que acaricio su rostro delicadamente.

—Pues es la verdad.— Me aclara y al parecer ha entrado en calor porque se ubica sobre mi cuerpo ayudándose con sus rodillas a cada lado del mío y me sonríe. —Te amo.— Me dice y sonrió ampliamente.

—Y yo a ti, ¿ya se te ha quitado el frio?— Le pregunto de manera picara y ríe.

—Eres la mejor calefacción del mundo, y funcionas de manera mucho más efectiva cuando la ropa deja de estorbarnos.— Afirma y sonrió ampliamente.

—Siempre había preferido el verano y la playa... pero, creo que comienza a agradarme mucho el invierno...— Comento mientras comienzo a quitarle la ropa lentamente.

—Estoy contigo en eso. — Dice y me besa delicadamente mientras también comienza a desvestirme.

—¿En eso solo?— Me quejo y muerde mis labios.

—En otras muchas cosas más también, pero deja de hablar y bésame...— Me exige entre risas que me contagian.

—A tus ordenes. — Digo firme y lo único que me queda es complacerla en todo.

¿A quién quiero mentirle? Ella también me complace a mi cuando me besa como lo hace. Cuando me toca como lo hace en estos momentos...

El invierno comienza a convertirse en verano con su cuerpo total expuesto sobre el mío. Lo que eran temblores a causa de la baja temperatura, se convierte en temblores a causa del placer que recorre nuestros cuerpos en estos momentos. —Te amo.— Me dice mirándome a los ojos y muerde mis labios con desespero.

—Yo a ti...— Logro responder entre gemidos y mi falta de respiración.

Grita mi nombre con desespero y mientras su cuerpo se rinde el mío se le une. Se desploma sobre mí y ríe de manera nerviosa haciéndome reír a mi también sin saber muy bien por qué. —¿Puedo saber de que ríes?— Pregunto agitado.

Ella intenta controlar su respiración —Me he dado cuenta de que contigo me es imposible comportarme como una mujer que se está por casar y que está embarazada... Debería ser un poco más seria y lo único que consigo es seguir pareciendo una adolecente en pleno calentón con su novio.— Comenta y ahora si no puedo parar de reír.

—¡Estás loca cariño!— Digo mirándola a los ojos —Que a mí me gusta mucho que parezcas una adolecente en pleno calentón conmigo ¿eh?— Le aclaro y la beso intensamente.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: Sin Darnos Cuenta