Solo Una Noche [#1 Trilogía Infierno] romance Capítulo 12

DANTE

Me levanté temprano, como siempre cuando tengo un encargo importante, a las cinco de la mañana. De igual manera nunca dormía tanto, estaba acostumbrando a solo dormir cuatro o cinco hora, hasta donde mis pesadillas me lo permitirán.

Abrí la ventana, sentí el frío penetrando en mis pulmones y así me despeje del todo el whisky que bebí esa misma noche anterior.

Desde la muerte de mis padres mis sueños se convirtieron en pesadillas, haciéndome luchar constantemente con mis demonios internos y exteriores que habían asesinado a mis viejos.

Y no solo por eso se habían convertido en pesadillas, sino por la forma como los habían matado. Lo que más me había dejado marcado fue haber presenciado todo y no haber hecho nada por ayudarlos. Era algo que nunca me había perdonado y que cargaba en mi consciencia. Aún después de ocho años no lograba superarlo, ya me había hecho la idea de que así sería para siempre.

Nunca llegué a compartir la cama con una mujer, después de un polvo salvaje las despachaba cuando quedaba satisfecho. Y tampoco había traído a nadie a mi casa y mucho menos a mi alcoba. Si quería coger lo hacía en otro sitió. No quería que se tomaran derechos que no les correspondía.

Ya me había pasado con Tamara, pero logré detenerla en el mismo momento. Le dejé claro que solo era mi compañera de follada. Pero hasta eso se me hacía una relación, solo por un motivo no la despachaba.

Me dolía un poco la cabeza, era por la cruda. Había tenido tiempo que no tomaba tanto, pero últimamente lo estaba haciendo seguido y más cuando quería descargar mi excitación y frustración por no tener a esa chiquilla.

Ahora tenía un propósito y un deseó, tenía nombre. La pequeña bailarina rubia, me traía loco, pero no quería aceptarlo. Estaba deseoso de probar ese abundante cuerpo, no estaría a gusto hasta hacerla mía y dejarle claro que me pertenecía.

Tal vez había jugado sucio, le había dicho a Iván que convenciera a su padre de que hablara con Lillie y le ofreciera dinero con el pretexto de ayudar a su madre. Por supuesto que Edgardo no estaba al tanto de mi jugada sucia sino no hubiera aceptado, pero mi amigo sí lo sabía, y le había hecho prometerme que no dijera nada.

Por algo me llamaban el Diavolo, conmigo no se podía hacer un trato porque eso significaba más que nada hacer un pacto con el Diablo. Y esa chiquilla estaba apunto de firmar con el mismísimo demonio.

Mi deseo y lujuria por esa niña me hacían hacer tantas locuras, aunque yo estaba acostumbrando hacer locuras, pero no por mujeres. El estúpido trío de idiotas me habían dado ideas de cómo poder según hacerla que aceptara, pero todas eran estúpidas como ellos mismos.

Iván  había dicho que la secuestrará y la trajera obligada hasta Italia, Leo había dicho que la buscará y la llevara de vuelta al hotel y terminara con lo que había dejado pendiente, ya una vez hecho, según él ya se me iba a quitar la tentación. Y por ultimo él más sensato pero más idiota de los tres, Enzo dijo que le propusiera matrimonio y se la pidiera a su madre, para así poderla traer hasta acá. Era la idea más absurda y descabellada. En el fondo sabía que podía funcionar pero yo prefería hacerlo mejor ha mi manera. Apostando con engaños.

Una vez acepté mi juego ya la tendría comiendo de mi mano y cualquier rato podría sacar mi az bajo la manga. Se que aceptaría porque necesitaba mucho el dinero y a pesar de que es una fiera también era muy ingenua.

Después de hacer mis abdominales y unas flexiones más que acostumbraba hacer al levantarme, me fui a duchar y luego a desayunar algo ligero y rápido como siempre.

Minutos después salgo de casa acompañado solo de Leo y Enzo, Iván seguía en América resolviendo el asunto que le había encargado. Franco y el equipo entrenado capaz para acompañarnos a estas actividades también nos seguían, nosotros íbamos en una camioneta todoterreno y el equipo de seguridad iba en otra parecida.

No quería que se vieran tantas así que decidí que solo fuéramos en dos vehículos, se que no éramos muchos pero si era un equipo muy capaz y preparado para este operativo. Normalmente los mandaba a ellos a este asunto, nunca iba yo sino era tratar con el jefe del cártel o sin mi mano derecha, pero esta vez quise ir porque necesitaba distraerme.

Estaba listo para divertirme un poco, así que nunca podían faltar mis fieles compañeras mis dos preciosas Beretta APX. Estas excepcionales pistolas conseguían cumplir mis caprichos. Cuando enfrentaba a mis enemigos me gustaba dar la cara, ir de frente, que me vieran y verles también las caras, oler su miedo, sentir la angustia, jugar con la fanfarronería de unos pocos y reventar algunos huesos. No hay hijo de puta que se me resista, era la pura verdad.

Hoy era de esos días que enfrentaría a varios tipos y como quería acción me apunté sin pensarlo dos veces. Nos encontrábamos vigilando un cargamento, que por supuesto no era mío y que íbamos a robar, a los mismo que habían robado uno nuestro. Según habían sido los Alemanes por eso íbamos a saltar uno de ellos.

Al momento que vimos que habían llegado, bajamos sigilosamente de los vehículos y nos esparcimos por el lugar para posicionarnos en nuestros sitios acordados. Una vez ya colocados, yo daría la señal para atacar y como mi señales eran dispar así lo hice, comencé disparando a diestra y siniestra, los demás me siguieron mientras las ratas intentaban esconderse en sus agujeros. Después ellos dispararon, pero parecía ser que a las balas les repele mi cuerpo, siempre pasaban muy cerca, pero no acaban de entrar.

Cuando se me terminaron las balas, mis enemigos se dieron cuenta y uno que otro intento acercarse para querer cerciorarse de sí me había derrotado, pero en cuanto comenzaron acercarse me lancé a puñetazo limpio. Era mi punto más fuerte más que las armas. Aunque me rompí todos los nudillos rompiendo mandíbulas, narices y dientes. Ninguno alcanzó a tocarme un solo cabello. Siempre fui ágil y con mucha fuerza para las peleas, esto era pan comido para mí, no voy a negar que si recibí después unos dos o tres golpes cuando se juntaron varios. Pero aún así no pudieron conmigo.

Después de darles su paliza del siglo, y matar a varios de ellos ya que otros alcanzaron a huir. Llame a los demás chicos para que vinieran por el cargamento y lo vaciaran todo para llevarlo a las bodegas.

Las bodegas se encontraban en un área que tenía altamente asegurada, donde tenía la gran parte de mercancía que se dirigía en todo Italia. Nunca nadie había logrado entrar a ellas, pero si lo habían intentado. Se encontraban muy aseguradas más que una prisión, así que no era sencillo entrar.

******

Más tarde cuando ya me encontraba en la mansión, estaba en mi despacho esperando a que los chicos me trajeran información de toda la mercancía que se había reunido al hacer aquel atracó. Mientras seguía resolviendo otros asuntos de la organización. Se escucha que alguien toca la puerta, al abrirla vi que se trataba de Alfredo era el mayordomo, era un hombre ya mayor y sabio, él había trabajado con mis padres por años, eran de los sirvientes fieles y que llevaban más años trabajando en esta familia, al igual que Edgardo y Martina.

— ¿Qué pasa? — pregunte al momento que levanto la cabeza de la laptop para verlo.

— Señor, el joven Bruno se encuentra aquí — dice aún de pie frente la puerta.

Gruño molesto, con solo que lo recordaban provocaba eso en mí, y con su presencia me hacía poner de mal humor.

— Hazlo pasar — afirmo, después de pensarlo si dejarlo pasar o no.

Él asiente y sale del despacho para regresar por donde había venido. Casi dos minutos después abren la puerta para ser presencia el estúpido de mi primo. Con su caminar arrogante y supuestamente clase, entro con una descarada amplia sonrisa y tomo asiento en el lugar que se encuentra frente a mí, solo el escritorio nos separaba. Se recarga en el respaldo del asiento mientras cruza una pierna arriba de la otra.

Me recargo al igual en mi asiento, apoyando mis brazos en el reposabrazos y juntando mis manos para verlo fijamente. Quería descifrar su rostro pero como él siempre demostraba descaro y petulancia, era difícil hacerlo.

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