Solo Una Noche [#1 Trilogía Infierno] romance Capítulo 19

DANTE

Por fin será mía. Finalmente. Sólo no entiendo, porque no estoy emocionado, como pensé que lo estaría.

El propósito siempre fue ese, hacerla mía, tenerla por una noche, y satisfacer mis instintos más salvajes. Poseer es exuberante cuerpo y hacerla gritar, mientras la follo duro.

«¿Pero qué me ha hecho cambiar?»

Estaba molesto, pero más que nada conmigo, por lo que estaba comenzando hacerme sentir, esa chiquilla. Ese no era yo. Yo quería hacer eso, tomarla y hacerla mía a la fuerza, pero algo muy en el fondo me decía que no lo hiciera.

Estos días llegué a pensar en que se sentiría tener a alguien a tu lado, una relación, algo estable, una novia o quizás a una esposa. Una mujer a la que consentir, compartir cosas con ella, en vez de tener sexo, hacerle el amor, dormir abrazados. Y tal vez formar una familia.

¿Y por qué no?, será porque era un maldito asesino, un mafioso que estaba lleno de enemigos y que podría correr con el mismo destino que el de mis padres, y en vez de que me hagan daño a mí, se lo hagan a ellos.

Estaba completamente jodido. Mis mismos padres me lo llegaron a decir. Igual era un vil desgraciado, así me había formado mi padre. Me creo para matar y solo hacer el mal, a los contrincantes.

Mi hogar no fue uno normal como el de un niño, siempre hubo gente armada y peligrosa, que entraban y salían para hacer negocios con mi padre, vivíamos de lujos y siempre estuvimos rodeados de personas que también se dedicaban a lo mismo que nosotros. Por esa razón no era bueno que pensara en formar una familia, durante todos estos años, yo había llevado la vida que me había elegido, y la verdad no quería un hijo mío creciera en un mundo como este.

Me pongo de pie de golpe. Necesito bloquear estos pensamientos, y mandarlos nuevamente, a la parte de mi cerebro donde van los malos recuerdos. Me sirvo en un vaso un poco de whisky, mientras veo por la ventana del hotel. Había decidido quedarme más tiempo, después de que recibí su llamada. De igual manera tenía que regresar el mismo viernes para reunirme con unos tipos de unos mafiosos árabes, que estaban apunto de aliarse con la mía.

Íbamos hacer negocios y también íbamos a unir fuerzas para destruir a Lionel Bachman. Ese malnacido, se había metido con el mafioso equivocado, y le iba a demostrar que con el Diablo no se jugaba.

Últimamente me encontraba frustrado y todo el tiempo de mal humor, me hacia falta una buena follada. Pero desde que esa rubia de ojos esmeralda, se cruzó en mi vida, todo había cambiado. Las demás mujeres no me satisfacían, con ninguna me excitaba, ya no era normal eso. Antes me prendía con solo ver unas tetas o un culo, pero ahora no.

Solo deseaba los de una mujer, quizás tenía que hacerla mía para quitarme esas ganas y que regresara el verdadero Diablo. Estaba apunto de cumplir con mi objetivo, ya solo quedaban unos días, para el viernes.

Ni ánimos tenía de hacerlo con otras, en mi cabeza solo esta la inocente y fiera Esmeralda, chica a la que tomaré sin contemplaciones, o mejor dicho a la que he comprado, solo por una noche.

◆☆◆

El jueves por la tarde, me llama uno de los guardias que cuidan de ella. Me avisa que algo malo sucedió y que ella se encuentra sola en casa.

Le pido que averigüe más y después de menos de una hora, me informa que su madre la internaron de vuelta en el hospital. Y su hermana se encontraba quedarse a cuidar de ella.

¿Qué le ha deber pasado?

Tenía esa duda y no podía quedarme así, los imbéciles no supieron darme más información. Así que no me quedaba más que ir a su casa y averiguar por mi mismo que ocurría.

Horas después me encontraba tocando la puerta de su casa. Los guardaespaldas habían dicho que seguía adentro, entonces tenía que abrir en cualquier momento. Finalmente se escucha el ruido de la cerradura abriéndose, y por fin abre,  habían pasado casi como diez minutos.

— Tú — se nota confundida — ¿Qué haces aquí?

— Vine a ver como estabas — sin pensarlo lo dije.

— ¿El Diablo, pensando en alguien más, que no sea en él? — se medio burla, pero era más  una pregunta.

Se que la desconcertaba, yo también lo estaba

— He pagado por ti, ¿se te olvido?, eso demuestra mi interés. — intento mostrarme desafecto en mi respuesta, a su pregunta.

— Bueno como ya lo haz visto con tus propios ojos que estoy bien. Te puedes ir por donde viniste. — su humor es pésimo.

Igual me merecía que me tratara así, he sido un desgraciado con ella, desde que la conocí.

Intenta cerrar la puerta, pero como yo soy más rápido, coloco el pie para detenerla. Ella insiste en quererla cerrar en mi cara, pero como yo tengo más fuerza, la empujó, sin dejar que ella caiga al suelo. La tomo en mis brazos, como me gusta hacerlo. Con un pie cierro la puerta.

Ella me ve con unos ojos muy abiertos, esta sorprendida, pero no hace nada por apartarme. Su respiración comienza a cambiar, es entre cortada y jadea. Mientras yo acerco mi rostro al suyo. Pero no la beso, mis labios están a unos pocos centímetros de los suyos, a solo un pequeño roce.

— Se que tú también lo deseas — susurro en sus labios. — Deja de negarte, tu cuerpo responde lo que quieres. Como reaccionas, cada vez que te toco, te beso y ese día que estaba apunto de tocar tu intimidad. Se que te deje mojada y excitada.

Remarco la última frase, con una voz ronca, mientras le acaricio sus labios con los míos. Se le escapa un gemido. Satisfecho sonrío, se que la excito, se que ella también siente lo mismo que yo siento por ella. Y eso me pone más a mil, me pegó a ella, para que note como me pone, comienza a temblar, y sus ojos se abren mucho más grandes, sin dejar de jadear. Pero después de unos segundos reacciona, como puede me empuja para apartarme. Me alejo y solo levanto las manos fungiendo estar rendido, con una sonrisa burlona.

Ella está muy furiosa, parece que saca chispas de sus ojos. Pero yo no dejo de sonreír.

— ¡Imbécil! — refunfuña entre dientes.

Yo sonrío aún más.

— Me encanta cuando te pones así — llevo mis manos a los bolsillos del pantalón y me inclino un poco hacía ella, que aún se encuentra frente a mí — Eso hace que mi falo se prenda más. — con una media sonrisa, le guiño un ojo.

Se queda boquiabierta, cuando procesa todo lo que dije, bufa y se gira completamente, alejándose. Carcajeo por su reacción.

— ¡Largo! — se gira para verme y gritar. — ¡No eres bienvenido aquí!

— Tu familia no pensó lo mismo hace unos días.

— Cínico, sin vergüenza, engreído. ¡Te odio! — con sus puños se lanza a mi pecho y golpea, mientras me insulta con todos esos apodos que me ha puesto.

Mi sonrisa se borra al momento que la veo que está llorando. ¿Es por su mamá que llora?, ¿o es que yo lo provoque?

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