Eduardo miró a Lydia.
—¿Te da vergüenza ser la señora León al venir así vestida?
—No, claro que no.
Lydia sabía cuál era su prioridad y dijo, —He oído que hay muchas mujeres hermosas en la empresa que les gustas, temo que me maten con la mirada.
Eso era un cumplido a Eduardo.
Pero Eduardo había oído decir demasiado este tipo de halagos, y se limitó a levantar los ojos. Miró a Lidia y dijo con frialdad, —Cambia estas cosas, y la próxima vez, si sigues vestida así, no se cumplirá nuestro acuerdo. Por cierto, tienes que traerme comida al menos un mes antes de que te lleve a verle.
—¿Un mes?
—¿Qué, tienes un problema con eso?
—No…
Lydia se rio y luego recogió los platos con mucha pulcritud. Parecía que no podía ganar nada de Eduardo. Tenía que pensar en otra cosa.
Con esto en mente, Lydia recogió más rápidamente, y Eduardo estaba de un poco de mal humor al ver su rapidez.
«¿Tantas ganas tiene de alejarse de mí?»
De repente llamaron a la puerta y Lydia miró inmediatamente con alarma a Eduardo, cuya cara no cambió. Lydia hizo una mueca.
—¿Me escondo?
—No.
Eduardo pareció no estar contento con su comentario y dijo con frialdad hacia el exterior, —Pasa.
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