¡SUÉLTAME, DIABLO! romance Capítulo 176

Una era la incomprensión, la otra era el resentimiento y el odio, un resentimiento y un odio interminables.

José levantó las cejas y miró con recelo a los dos, con su habitual aura lánguida difuminada.

—Je, ustedes dos tienen un entendimiento tácito, ¡no me extraña que sean hermanas!

Hubo algunas implicaciones burlonas.

Daniela y Leticia se miraron, Leticia entonces le lanzó una mirada muy vergonzosa.

—Daniela, ¿Ustedes dos han tenido suficiente de discutir?

José miró a los otros dos con impaciencia, su rostro mostraba una mirada cansada.

Pelea.

También era cierto que, en contraste con el ruido del lado de Leticia, el lado de José había parecido inusualmente tranquilo desde el principio.

—Leticia, estoy cansada. Sólo quiero saber cómo está la salud de la tía, por lo demás, creo que no tiene sentido que diga nada más. Un día, tú también te sentirás agotado física y mentalmente.

Daniela dijo, hizo una pausa en su voz, dudó por un momento, y luego dijo,

—Es inútil que me regañes de nuevo. Algunas cosas que han sucedido no se pueden cambiar.

Por ejemplo, la muerte de Jaime, como el resentimiento de Leticia, como la incomprensión de la tía sobre sí misma.

—¡Ya que estás a punto de casarte, no creo que sea apropiado que me quede aquí!

«Al fin y al cabo, soy redundante.»

Daniela recuperó su antigua calma, carcajeándose y levantando suavemente los labios.

Leticia sólo pensó que todo esto era lo que debía hacer Daniela, y que sólo era cuestión de tiempo que se fuera. En esta mansión, ella era la verdadera dueña.

Sin embargo, una vez más, Leticia había olvidado que Daniela no tenía derecho a tomar decisiones en absoluto.

Todo en ella estaba en manos de un hombre. Si él decía que se fuera, ella se iba, si él decía que se quedara, entonces tenía que quedarse.

—Leticia, voy a dormir con Daniela esta noche, ¡vuelve a tu propia habitación!

Tras las palabras de José, Leticia lo miró con asombro, como si no pudiera creer lo que escuchaba, así que utilizó sus ojos para rogar la verdad de las palabras.

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