"Sólo vive... ¡Sólo vive! No puedes dejarme solo con tu hijo. Dios..."
El auricular del teléfono suena sobre la mesa. El médico jefe del Departamento de Obstetricia y Ginecología se gira para mirarme. Miro sus labios... se estiran lenta pero muy débilmente en una sonrisa apenas perceptible.
- Bueno... no te entretengas...", sollozo, sintiéndome tremendamente mareada.
Respira profundamente y responde:
- La operación fue un éxito. El estado del paciente se ha estabilizado...
Dejo escapar un gemido desgarrado, presionando con las yemas de los dedos las sienes, frotándolas.
- Bulat Ramzanovich sigue en cuidados intensivos, pero si todo va bien en un par de días será trasladado a una sala normal y entonces tendrás la oportunidad de visitarlo. No te preocupes. Lo están cuidando muy bien. El personal es estupendo.
- Gracias.
Los músculos de mi cuerpo agarrotado por fin se relajan.
Me siento un poco mejor.
Ahora me invade una fatiga asesina.
- Vuelve a tu habitación y descansa un poco. Estoy seguro de que todo irá bien, porque su querido hombre fue operado por un verdadero mago: Timur Manapov. Nos llevamos bien, nos ayudamos mutuamente. Somos los mejores amigos. Le pedí que salvara a Bulat Ramzanovich, cueste lo que cueste.
- ¡Muchas gracias! De todo corazón. No sé cómo agradecértelo", casi me lanzo sobre ella con un abrazo.
- Haz lo que te decimos. Come primero y luego duerme un poco. Las niñeras cuidarán de mi hijo, si es necesario. Cualquier noticia, te la haré saber, cariño.
Agradeciendo de nuevo sinceramente a Zinaida Pavlovna, salgo de su despacho y con las piernas debilitadas vuelvo a la sala.
Es una buena mujer, estoy en deuda con ella.
Todo lo que tengo que hacer es esperar y rezar.
Una vez en la habitación, tomo a mi hijo recién nacido en brazos y concentro toda mi atención en él ahora. Mi bebé es mi válvula de escape.
Es lo único que mantiene mi ánimo. Cuidar a mi hijo me distrae de alguna manera.
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