Te tomo prestado romance Capítulo 2

- Estás apretada y muy apetecible -se burló, amasando los tiernos pliegues con sus imperiosos dedos, quemándome la oreja con su caliente aliento-. - Así que realmente es virgen... No mintió.

Gemí suavemente en respuesta, escuchando cada crujido y sensación. A pesar de las manos prepotentes que eran tan posesivas de mi lugar más íntimo, no me disgustó. Al contrario. Una extraña y abrasadora oleada de deseo sube de repente desde el bajo vientre hasta el pecho, haciendo que mis pezones bajo la fina tela de mi sujetador se tensen rápidamente, convirtiéndose en dos duros guijarros.

- Hoy tengo suerte. Hace tiempo que no follo con una virgen, y además estás deliciosa. Como una muñeca, hermosa. Esta va a ser una semana intensa", me promete el hombre, pellizcando mi clítoris.

- ¡Oh! - Me estremezco, pero en ese momento me libero.

El millonario se aparta, lo que me permite respirar plenamente, recuperar un poco el sentido común, bajarme de la mesa y mirar a mi alrededor. Me mantuvieron atado y con los ojos vendados durante unas dos horas mientras me conducían hasta aquí para llevarme a la guarida del empresario. Ahora estoy en una habitación oscura con muebles caros, ¡qué interior! Debe ser el palacio del presidente.

Sus guardias susurraban cautelosamente sobre su amo mientras me traían en el coche. Se asustaron al pronunciar su nombre, y cada vez se me ponía más la piel de gallina al responder.

Ahora, un hombre sexy y ardiente, con un cuerpo envidiable delineado por músculos increíbles, estaba frente a mí completamente desnudo y con ganas de sexo salvaje.

Estoy todo caliente para ver su órgano principal. Está caliente. Ya está erecta, casi hasta mi ombligo, rezumando generosamente lubricante en su cabeza hinchada. Tan grande y pesado que me deja sin aliento. No puedo imaginar lo que ocurrirá cuando un hombre de ese impresionante tamaño se apodere de mí y se convierta en el primero.

Las cosas se están calentando. Ha llegado la hora. Ahora exigirá el pago de su deuda.

Quiero cubrirme. Me doy cuenta de que estoy ante él casi desnudo. Y es como un bárbaro sediento de sangre, destruyendo mis bragas hasta hacerlas pedazos.

- ¿Has visto suficiente? - El millonario cruza las manos sobre su tentador pecho y me dedica una sonrisa sarcástica. - Ahora desvístete. Completamente.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: Te tomo prestado