Te tomo prestado romance Capítulo 22

El hombre se congela y me suelta el pelo, dándome total libertad para actuar. Cierro los párpados, empiezo a mover el cuello y deslizo mis labios sobre la carne caliente y de olor almizclado.

Es suave y sedoso. Disfruto jugando con mi lengua con la cabeza regordeta y de sabor salobre que me hace cosquillas en la garganta y empuja hacia arriba y hacia abajo la pared de mi paladar y el interior de mis mejillas.

No siento ninguna náusea, sorprendentemente. Estoy empezando a acostumbrarme a su polla y a lo que me obliga a hacer. Tomarlo en mi boca, chuparlo, lamerlo. ¡Suena sucio y asqueroso! Pero de repente me está empezando a gustar. El cuerpo traidor responde tan dulcemente a las caricias viciosas: mi estómago se encoge como un resorte y mi clítoris comienza a temblar y a palpitar, excitado.

- Chupar más fuerte... Lamerlo. ¡Más saliva! Chúpalo como un caramelo.

Nadie me enseñó a hacer una mamada, actúo por intuición. Jugando con mi lengua en el fino frenillo, chupando los contornos de su cabeza con mis labios, tratando de darle más saliva.

La polla de Bulat segrega generosamente lubricante, por lo que me facilita que el gran órgano comience a deslizarse en su interior con facilidad, cada vez más profundo, llegando hasta mi garganta.

El clímax de las caricias orales alcanza su punto máximo en un tiempo récord. Jadeando, la polla de Bulat comienza a palpitar, disparando pequeños chorros dentro de mi garganta.

¡Rompo los límites del decoro al imaginar por un segundo que quiero ser SU chica sucia! Y parece que se me da bastante bien.

Eso es genial. Me va muy bien. Me va muy bien.

Lo más difícil para mí, pero lo más importante para él, es tragar.

Lo quiere.

No sin ella.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: Te tomo prestado