Tenias que ser tu romance Capítulo 15

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Iván casi mata a golpes a Francisco, y así es como el barrendero se fue al hospital e Iván a la estación de policía donde lo encerraron para saber si salía bajo fianza o su destino era la cárcel. Paula, fue llevada a un hospital, donde se le encontró una droga en la sangre que la dejó indispuesta por horas; sólo Eugenia fue a verla, ni su padre ni tía se presentaron.

Cuando ella abrió los ojos tenía un terrible dolor de cuerpo y cabeza, aún se sentía mareada y no podía hablar ya que las náuseas se hacían presentes. Eugenia, al escuchar el movimiento del cuerpo sobre la cama, se despertó de inmediato para ir a verla y consolarla, diciéndole que se encontraba aquí, con ella. Paula al verla le sonrió pero no dijo nada, no tenía ganas de hablar en absoluto.

―¿Cómo pasó Paula?― Preguntó Eugenia con ternura.

Paula esquivó la mirada y simplemente se enfocó en otro lado de la habitación. Se sentía traicionada, estúpida, con vergüenza, ¿qué había hecho para merecer eso?, ¿cómo es que había pasado y ella no se había dado cuenta.

―Paula.

―Sólo pasó Eugenia y ya, mejor dime ¿cómo llegué aquí?

―Te trajeron directo del bar en la ambulancia.

Paula se llevó las manos al rostro y luego suspiró para no llorar. Se sentía perdida, cansada, muy cansada, sólo con imaginar todo lo que esto iba a desencadenar quería que la tierra la tragara viva.

―Y, ¿mi papá sabe? ― preguntó.

Eugenia negó con la cabeza y sólo le tomó la mano― estamos los que tenemos que estar siempre, Paula. Bueno, menos Iván porque está en la cárcel.

―¡Qué!― Expresó de inmediato―¿por qué?

―Es que...―Eugenia dudó en decírselo pero sabía que de todas maneras se iba a enterar― casi mata a golpes al chico que…

―¡Tengo que ir!, debo ir a decirles que lo hizo para defenderme, que no fue su culpa― reaccionó Paula mientras trataba de ponerse de pie.

―No, no… espera, tenemos que esperar a que te den de alta, la droga que te pusieron en la bebida fue muy fuerte y aún puede que tengas secuelas.

―No me importa Eugenia, sácame de aquí, no quiero estar aquí― rogó Paula mientras sentía como los ojos se le llenaban de lágrimas― quiero esconderme en la casa, no quiero estar aquí donde todos me ven.

Eugenia la abrazó y le dio un beso sobre la frente, no entendía porque a Paula le pasaban tantas cosas, en verdad era una pesadilla no importaba si estuviera afuera en la calle o dentro de su casa era lo mismo. Por eso la consideraba una mujer muy valiente, valiosa y honesta, no la consideraba débil en absoluto, porque sólo ella e Iván sabían que a pesar de toda la mierda que había en su alrededor, Paula se las arreglaba para ser feliz.

―Te pido que le digas al doctor si ya me puedo ir, ya no quiero estar aquí― le pidió.

―Voy a tratar pero no te aseguro nada― habló Eugenia con ternura y luego de besarla salió de la habitación.

De nuevo, Paula de la O se encontraba en la boca de todos, y al parecer el rumor fresco había avivado a la gente del puerto, ya que temprano por la mañana muchos comentaron de como Paula de la O lo había hecho de nuevo e Iván pagaba las consecuencias. Era evidente que este rumor llegaría a Minerva de Saramago que, en cuanto lo hizo, sonrió ampliamente sin poderlo evitar y si fuera posible hasta hubiese saltado por toda la casa. Esta noticia caía como anillo al dedo, y esperaba que tan sólo su hijo se enterara dejaría de buscar a esa mujer y se concentraría en otras cosas.

Así que, como siempre, esperó a que su hijo bajara a desayunar para contarle sin ningún filtro lo que había pasado “Paula de la O, borracha, haciendo de las suyas en una van”, debería ser el titular si esta fuera noticia en el periódico.

―Buenos días madre― escuchó la voz de Fernando en la puerta.

El joven se acercó a ella para darle un beso sobre la mejilla y luego se sentó en la silla que le correspondía.

―¿No vas a saludar a Xavi?― preguntó Minerva mientras su marido leía como siempre el periódico.

―Buenos días― dijo en tono seco mientras se servía jugo de naranja.

―¿Qué harás hoy?― pregunto su madre.

―No sé, ahora si estaba pensando ir con mi tío, creo que se sentirá mas porque no lo he visitado.

―Hmmmm, ok― respondió Minerva sin importarle mucho y esperando a que su hijo le diera pie para decirle lo de Paula de la O.

―Tal vez pase por el almacén de Iván y vaya con él a ver el terreno que me comentó para construir su casa.

―Pues será difícil que lo encuentres― respondió Minerva, feliz por dentro ya que su hijo le había dado lo que deseaba.

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