Tenias que ser tu romance Capítulo 16

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La cárcel cambia al hombre, es lo que dicen todos, y para Fernando Saramago fue verdad, ya que el chico tuvo tiempo para reflexionar todo lo que Iván con coraje la había confesado. Sí, él pensó que su mamá era una persona especial, que posiblemente tenía algunos rencores, pero jamás que se vengara de esta forma, desbocando toda su furia en una persona que al igual que él no tenía la culpa.

Así que ahora lo entendía todo, la insistencia de Paula de que él se fuera, el no querer salir ni divertirse con él, el porque se tenía que estar cuidando las espaldas y decenas de situaciones más que supuso Paula pasaba todos los días. De nuevo, ella era víctima de las habladurías de la gente, por un acto que Iván juraba había sido orquestado por su madre y que él no lo podía creer porque por ahora no tenía como comprobarlo y por ahora sólo tenía que esperar a que su tío viniera por él.

A las dos horas, Fausto, el hermano mayor de su madre se apareció en la cárcel del lugar y pagó su fianza, quedando libre bajo palabra de que no volvería a causar disturbios en la calle, en cambio, Iván seguía esperando por el resultado, que era perder su libertad o pagar las cuentas del hospital de su víctima y una enrome fianza que provocaría que su nombre quedara en la lista negra. Pero al parecer a él no le importaba, había logrado rescatar a Paula, evitar lo que era predecible y por eso valía la pena estar sentado entre los barrotes de una celda.

―Me voy― habló Fernando cuando abrieron la puerta y le dijeron que ya habían venido por él.

―Que te vaya bien― respondió Iván en un tono bajo y sin importarle que le pasaría a él.

Fernando antes de salir se acercó a su lado y le miró a los ojos―eres un buen amigo Iván, uno muy bueno.

―Espero que tú también lo seas Saramago y abras los ojos ante todo esto. Aunque pensándolo bien, a ti que te importa ¿cierto?, te sacan de aquí, disfrutas el resto de tus vacaciones y luego te largas de aquí, no te importa nada de lo que pase aquí.

―Claro que me importa, tú y Paula son mis amigos.

―Amigos que no has visto en años, ¿piensas que porque ella y yo te estamos hablando te consideramos alguien indispensable de nuevo?, te equivocas, sabemos que estás de paso, así que mejor te voy a aconsejar algo, si no vas a ayudar no estorbes Saramago― comentó Iván lleno de una amargura que jamás pensó que tendría.

―Tú no me vas a decir qué es lo que tengo que hacer― respondió él retándolo por alguna razón al sentir todo el resentimiento que guardaba.

Después se alejó de los barrotes y se dio la vuelta para salir de ahí, esperando que la siguiente visita que le hiciera, no fuese en la cárcel del estado. Salió con un dolor en el rostro insoportable y al parecer se había lastimado la mano al intentar darle el golpe a ese hombre. Su tío, al verle negó con la cabeza decepcionado como si hubiera hecho lo peor de su vida, pero tampoco tenía humor de regañarle, Fernando ya era un hombre y podía hacer lo que quisiese.

―¿Te llevo a tu casa? ― Preguntó al salir de nuevo al calor de la ciudad.

―No, llévame a la tuya, es necesario que habla contigo― respondió― ¿ya le avisaste a mi madre?

Su tío negó con la cabeza lo que tranquilizó a Fernando, al parecer aún seguía esa relación tío-sobrino que le provocaba confiar en él. Bajo las miradas de las personas alrededor, ambos se subieron al auto y se fueron de ahí, hacia la casa de su tío una que se encontraba lejos de la ciudad y muy cerca de la empresa.

―Si sabes que tu madre se enterará de esto sí o sí― le afirmó mientras manejaba.

―Lo sé, y no me interesa tío, no después de lo que me acaban de decir.

―¿Cómo qué?― Preguntó él curioso.

Fernando se quedó viendo al frente, no sabía si un auto era el mejor lugar para discutir sobre este asunto, pero necesitaba saber, quería estar seguro que los siguientes actos que hiciese fueran los indicados.

―¿Es cierto que ella es la que causa los rumores sobre Paula de la O? ― preguntó, sabiendo que esperaría una respuesta sensata de su tío.

Fausto suspiró, lo hizo para que los nervios se alejaran de su cuerpo, para ganarle tiempo al tiempo y poder contestar algo que le ayudara a su único sobrino pero a la vez que no perjudicara a su hermana menor. La pensó mucho, así que Fernando optó por creer que lo que estaba preguntándole era verdad y que Iván no le había mentido en ninguna frase que había salido de sus labios.

―Dicen que el que calla otorga― habló Fernando.

―No sé que quieres que te diga.

―¡La verdad tío!, ¡la verdad!― expresó Fernando enojado― desde que llegué aquí me siento en un mundo de fantasía, donde según mi madre todo está bien pero cuando salgo de la casa me encuentro con que no es así. Ayer Paula de la O casi fue abusada dentro de una camioneta saliendo del bar de Iván y él se encuentra en la cárcel esperando una respuesta por defenderla, él asegura que mi madre estuvo detrás de todo esto, así que más vale que me digas la verdad.

El tío de Fernando paró el auto justo debajo de un árbol para hacer un poco de sombra y volteó a verle, él no estaba de acuerdo con los actos de su hermana con respecto a Paula de la O, pero que ella orquestara una situación así, era algo que jamás pasaría.

―Sí, tú madre ha hecho decenas de rumores sobre Paula de la O, la pobre mujer no ha tenido ni un día de descanso desde que su madre se accidentó. Sé que no es ético, yo he tratado de hablar con tu madre pero no cambia de opinión. Sí, Paula a sufrido por su culpa Fernando, pero ¿un acto como el de anoche?, ¡jamás!, no creo que tu madre sea tan tonta y llegué a los extremos.

―¡Entonces porque la gente lo piensa!, ¿eh?, ¡explícame!, porque hay personas que piensan que mi madre fue la que estuvo detrás de esto… ¿cómo sabes tú que no ha hecho cosas peores?, ¡cómo lo sabes!

Fausto se quedó en silencio, no, no lo sabía, desde el accidente de Fernando y Claudia de la O, tanto Minerva como él se habían separado un poco, ya que él se concentró en no dejar que la empresa familia cayera y Minerva por unos años se encerró en un dolor que le fue difícil salir de él, además, no le agradaba del todo Xavi, por lo que dejó de visitarla y sólo lo hacía para lo necesario.

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