Tenias que ser tu romance Capítulo 2

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Las familias de la O y Saramago eran de las más importantes en el pequeño puerto donde vivían, ya que poseían dos de las empresas pesqueras más importantes y le daban trabajo a la mitad de los ciudadanos del lugar por lo que eran conocidos muy respetados por todos y donde iban se sabían quienes eran, por lo que sus hijos Paula y Fernando estaban siempre protegidos y vigilados por los lugareños.

Además de ser socios en algunas cosas, los de la O y Saramago, eran amigos, demasiado amigos para ser verdad. Santiago y Fernando habían ido a la escuela juntos, habían viajado por el mundo en sus años de soltería y habían sido padrinos en sus respectivas bodas, incluso se dice que Fernando le presentó a Claudia en una fiesta donde el cupido fue inmediato y los llevó al matrimonio. De ahí, vinieron los hijos, Fernando y Minerva tuvieron a Fernando unos meses antes de que Santiago y Claudia tuvieran a Paula y así le pasaron a sus hijos la amistad que a ambas parejas les unía.

Paula era igual a su madre, bella, ojos color miel que bajo el sol se veían verdes, cabello rubio obscuro y una sonrisa perfecta. Después, al crecer, también tendría el cuerpo de su madre, senos grandes, cuerpo curvado y una mirada profunda y provocativa que le quitaría el aliento a muchos, en cambio Fernando había salido como su padre, cabello castaño obscuro, ojos café brillantes y una sonrisa tan coqueta que lo perfilaban como todo un galán y con el dinero que tenia un excelente prospecto.

Ambos niños se llevaban bien, iban a la misma escuela, mismos lugares, eran inseparables e incluso se juntaban con el mismo amigo, Iván, el hijo de otra familia de clase media que eran dueños de tres bares de la ciudad y que con eso habían abierto un super mercado donde él desde joven trabajaba. Los tres siempre andaban juntos, solían ir a la playa los veranos para refrescarse del intenso calor que hacía, explorar un poco las afueras de la ciudad, pero principalmente se juntaban en la casa de Paula que era la más grande, con un amplio jardín que casi parecía un bosque y con una casa llena de tantas habitaciones que parecían laberintos.

En una de esas habitaciones, Paula y Fernando tuvieron su primer beso, uno que se quedó en su memoria durante años y que fue completamente enterrado cuando la distancia se hizo grande pero que marco el inicio de una relación que tiempo después daría respuesta a todo. Aún así, Paula lo recordaba como si fuera ayer, cuando en una fiesta de cumpleaños empezaron a jugar “7 minutos en el cielo”, y les tocó a ellos dos entrar a ese obscuro cuarto que habían escogido como refugio y diversión.

Paula en ese momento no se sentía seguro de lo que estaba pasando, pero al parecer, todos, incluyendo a Iván y a Fernando estaban de acuerdo que el juego era de lo más normal y que todos debían jugarlo. Evidentemente los dos pre-adolescentes no estaban muy seguros que ese beso sería el primero y el último que se darían, ya que dos semanas después la desgracia caería sobre sus familias y ellos no volverían a verse.

En ese entonces, Fernando al escuchar su nombre no mostró ni una pizca de alegría o curiosidad, al contrario, un miedo aterrador le entró por el cuerpo, cuando su amiga Paula entró un poco tímida a la habitación y los otros cerraron la puerta.

― Son 7 minutos ¡Eh!― Escucharon afuera seguido por unas risitas cómplices de los otros invitados que cuidaban que los padres no subieran y les quitaran la diversión.

Ambos se quedaron parados en el cuarto semi obscuro de la casa, observando sus rostros con la poca luz que se reflejaba en la ventana y que apenas les permitía verse, esta vez la poca luz jugaba un factor importante para que ambos pudiesen cometer la hazaña que les habían impuesto.

―¿Y ahora qué?― Preguntó Fernando mientras se rascaba la parte de atrás de la nuca, sumamente nervioso de estar en esta situación con la que consideraba su mejor amiga.

― Pues no sé, tenemos 7 minutos para hablar.― Dijo ella inocente y divertida.

―¡No!,sin hablar.― Gritaron afuera, y así se percataron que estaban más atentos de lo que ellos pensaban.

Fernando sonrió, no sabía que pasaba en ese momento pero sintió como los nervios habían invadido el lugar, en verdad nunca había estado en una situación así.―Bueno, podemos hablar en voz baja.― Propuso.

Paula comenzó a jugar con su cabello, como siempre lo hacía cuando se encontraba nerviosa, un rasgo que Fernando había notado antes pero que en ese momento dio un giro diferente, lo que antes consideraba algo normal ahora lo veía sexy generando en la habitación una tensión inexplicable que lo envolvió de inmediato e hizo que sus instintos de hombre, ya presentes, tomarán lugar ese momento.

―Creo que nos hemos metido en peores cosas―comentó ella en un hilo de voz― Odio estos juegos ¿tú no?

―No lo sé, nunca lo había jugado antes― contestó él mientras no le quitaba la vista de encima por alguna razón que él desconocía o más bien que acaba de describir, Paula era hermosa y el no haberle dicho lo que sentía en ese momento se volvería una tortura en sus primero meses lejos de esa ciudad.

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