Tenias que ser tu romance Capítulo 20

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Fernando miró a Paula a los ojos, estos brillaban de furia, sabía que había traicionado su confianza y era verdad, antes de declarársele tan apasionadamente debió terminar las cosas con Natalia.

―Paula…― Murmuró.

―Te traje todo lo que tu madre pidió para tu fiesta de compromiso, está en la cocina.

―¿Fiesta de compromiso?― Preguntó Fernando sin tener idea de lo que estaba pasando ―¿de qué hablas?

―No lo sé, yo sólo recibí la orden y la surtí, ¿a ti te dejo la nota o a hortensia? ― Contestó Paula en tono molesto.

Fernando de pronto se sentía atrapado entre otro juego más de su madre y los ojos de Paula de la O, ¿cómo era posible que la hubiese ganado en un día y perdido al siguiente?

Paula estiró la mano y le ofreció la nota ― ¿puedes tomarla?, tengo muchas cosas que hacer para perder mi tiempo contigo.

―Paula, déjame explicarte― Murmuró Fernando pero ella se dio la vuelta sin escucharlo y sin despedirse de Fausto que había pasado desapercibido en la escena, salió de la casa atravesando la cocina.

Fernando la siguió caminando lo más rápido posible y antes de que ella lograra salir por la puerta de madera hacia la calle la tomó del brazo.

―Escúchame.

―Sí, ya sé que vas a decir “no tenía ni idea de la fiesta”, “Iba a cortar con mi novia antes de estar contigo”, “ya no la amo como te amo a tí”, y cientos de pretextos baratos que sólo tú y tu familia se saben.

―Paula.

―Fue fácil para ti, ¿no?, pensar que con tus encantos podrías enamorar a la mujer ignorante de la costa, que no tiene ni idea de como es Barcelona, Nueva York o París, que vive en un infierno provocado por tu madre desde hace años atrás, pero yo no soy así. Tengo dignidad y mucha garra para defenderme, para saber lo que es bueno o malo para mí y no pasaré a ser la persona que todos en este pueblo dicen que soy por culpa de “tus errores”.

―Paula, es que tú no entiendes, en verdad te quiero, estoy enamorado de ti, tal vez hice mal en no decirte que estaba comprometido― contestó Fernando defendiéndose inútilmente.

―Y, ¿cuándo me lo dirías?, ¿cuando te lograras meter debajo de mi falda?, ¿cuándo no hubiese otra salida?, no Fernando, así no son las cosas― Paula suspiró para no llorar― debo admitir que por un momento le ilusioné, llegué a pensar que podría tener al menos una bonita vida, que alguien que me gustaba podría gustarle por igual, pero hoy me di cuenta que eres más parecido a tu padre que nada en este mundo.

―¡Te prohibo que digas eso!― respondió Fernando enojado, ya que odiaba que lo compararán con él.

―Pero es verdad, y puede que tu madre te haya alejado de aquí para que no convivieras conmigo, pero no te alejó de sus malos juegos y trucos baratos.

―Estás llevando estas cosas al extremo Paula, fue un error, lo que te dije en tu casa es verdad, yo te quiero, estoy enamorado de ti con jamás lo he estado de nadie.

Ella sonrió levemente y luego se quita las pocas lágrimas que han corrido por sus mejillas.

―No quiero que te vuelvas a acercar a mí, ni a mi casa, ni donde trabajo, a ningún lugar donde pueda estar yo, ¿entendido?, déjame en paz que desde el principio te dije que tengo bastantes problemas como para estar acumulando más. Vive tu vida y yo viviré la mía, regrésate a Barcelona y deja de jugar al Don Juan aquí, o hazlo con otra.

Paula se dio la vuelta y Fernando volvió a tomarla del brazo para jalarla hacia él y pegarla a su pecho.

―¡Qué te pasa! ― Gritó ella tratando de separarse.

―Lo que pasa es que no te dejaré ir y si a ti no te gusta no es mi problema Paula de la O, haré las cosas bien, lo arreglaré y te juro que estaré a tu lado el resto de mi vida.

―Con esos movimientos de macho no lo conseguirás― habló furiosa y lo alejó de un empujón― no trates de resolver tu error de esa manera, yo ya dije lo que tenía que decir, ahora déjame en paz y disfruta tu fiesta. Dile a tu madre que mande el dinero con alguien más, que no es necesario que vaya al almacén a esparcir su veneno, que ya tengo suficiente con todo el que he acumulado a lo largo de los años.

Paula se dió la vuelta, y sin mirar más los ojos de Fernando que en este momento expresaban más de una sensación, salió caminando de la casa con todo el coraje dentro de su pecho. Quería tirar todo, romper ventanas, salir corriendo de ahí y jamás regresar a ese lugar. Estaba harta de la vida que otros le habían provocado, ¿cómo había pasado de ser una niña con cientos de ilusiones a una mujer rota por dentro, sola y posiblemente amargada?,¿que se fuera de ahí?, ¿qué nadie la amarraba?, sí, era cierto, pero esa casa donde vivía era suya, su madre se lo había dejado como única herencia y no estaba dispuesta a dejársela a nadie, ni siquiera a su padre.

―Una lágrima Paula― murmuró mientras caminaba quitándose las que ya salían de sus ojos ― y sigue.

Mientras iba saliendo del callejón donde se encontraba la casa de los Saramago, vio la camioneta de Minerva entrar. Se hizo a un lado sobre la acera para dejarla pasar y cuando ésta pasó al lado de ella Paula vio directo a la ventana provocando que Minerva bajara el vidrio para verla a los ojos.

―¿Todo bien Paula de la O?― Preguntó con una sonrisa mientras Natalia estaba detrás de ella.

―Sólo quiero decirle que su mercancía ya está en la cocina.

―Bien gracias― respondió entre sonrisas.

―Y también quiero decirle que así cómo ha hecho de mi vida un infierno el suyo apenas comienza, y le deseo mucha suerte porque lo que alejó de este lugar para no perderlo, ya lo tiene perdido. Espero haya valido la pena el sacrificio y también los juegos para conseguir todo.

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