Tenias que ser tu romance Capítulo 23

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Fernando se quedó en silencio mientras escuchaba las palabras de su amigo o ¿su enemigo ahora?, porque en este momento podría explotar de rabia al saber que Paula había cometido el error de ser novia de Iván, porque así lo veía él como un vil error. Sin embargo, paso la comida que tenía en la garganta y trato de no ahogarse con los celos que le corrían por la sangre.

—No tenía entendido que tú y Paula tuvieran algo— habló Fernando tratando de tranquilizarse.

—Por años le insistí, pero al parecer este es mi año— bromea Iván Feliz mientras toma un sorbo de café— por eso tengo esperanzas, ¿sabes?, si después de tanto tiempo ella me dijo que sí entonces estoy seguro de que a futuro tenemos una posibilidad de casarnos y tener una familia— dice ilusionado.

Fernando no sabía que decir, porque él ya empezaba a imaginarse un futuro al lado de Paula, él hablaría con Natalia, haría las cosas bien para poder estar con Paula y ahora al parecer todo quedaría en una tontería.

—Supongo que tú piensas igualmente eso con tu novia, ¿no es así?

—Claro, la diferencia aquí es qué Natalia y yo llevamos muchos años de novios— responde Fernando.

—Ya lo veo, aún así, te deseo lo mejor Fernando, te mereces toda la felicidad del mundo.

Fernando prefería huir desearle a su amigo prosperidad y amor con Paula, pero sabía que este no era el momento de mostrar sus celos y que se encontraba en total desacuerdo con esa relación que estaba por empezar.

—Igualmente— se limitó a contestar para después ambos seguieran comiendo en silencio hasta que el plato quedara vacío.

Cuando terminaron, Iván tomó la cuenta y sacó de su billetera un billete que puse en frente de Fernando — yo invito, este día se lo merece — le comentó y luego se puso de pie — no sé aún si te veré antes de tu fiesta de compromiso, así que te deseo toda la felicidad del mundo.

—¿Eso quiere decir que no irás? — preguntó Fernando mientras seguía los pasos de Iván.

—Aún no lo sé, le preguntaré a Paula, la verdad es que no sé si a ella se le haga incómodo tener que ir a tu casa, ya sabes por tu madre.

«Por mi madre», pensó Fernando de mal humor porque ahora parecía que ella era la única culpable de todo, no sólo de perder a Paula si no de festejar un compromiso cuando él no lo quería.

—Bueno, espero verlos ahí si no, muchas gracias por la felicitación. Ahora si me disculpas te dejo tengo cosas que hacer.

—Igual, pero me dio gusto desayunar contigo, espero se repita en otra ocasión, es más, tu prometida podría venir y hacemos algo junto con Paula.

—Sí claro— respondió y le dio a Iván un buen apretón de manos— claro que sí.

Fernando salió del restaurante y empezó a caminar hacia el centro de la ciudad sin embargo, en lugar de ir a la oficina de correos para recoger las cartas fue hacia la casa de Paula donde Eugenia le abrió la puerta y al verle le sonrío.

—Fernando, ¡qué gusto…!

—¿Está Paula? — le interrumpió sin decir más.

—No, Paula se fue a trabajar muy temprano al almacén, hoy toca ir a la central de abastos y sale bien tempranito, pero regresa igual de temprano, como por ahí de las siete.

—Muy bien, gracias— le agradeció y justo antes de que Eugenia cerrara la puerta la voz de la tía de Paula le interrumpió.

—Siempre es un honor tener a un Saramago en esa casa— le dijo.

Fernando volteo y vio a la tía de Paula vistiendo un vestido de color rojo, bien pegado a su cuerpo mostrando las mejores partes de su cuerpo, no cabía duda que las mujeres de la O eran en verdad atractivas y muy guapas, la tía de Paula era la prueba de que la edad sólo le beneficiaba.

—Señora, ¿cómo se encuentra? — saludó Fernando amable pero sin muchas ganas.

—¿Cómo me ves tú? — bromeo y lanzándole una mirada a Eugenia le pidió que se fuera de ahí y los dejara solos— pasa Fernando, no te quedes en el recibidor.

—Si le soy honesto, tengo muchas cosas que hacer, sólo pasé a ver si se encontraba Paula pero al no estar es mejor que me vaya.

—No, no, quédate… le diré a Eugenia que te preparé un café, ¿qué dices? — y ella le tomó de la mano haciendo que Fernando se sintiera incómodo por unos segundos. La verdad es que la tía de Paula siempre le había caído mal, tenía esta aura tan rara que le hacía sentir escalofríos sobre su piel.

—De verdad, debo irme— insistió— tengo cosas que hacer.

La tía de Paula le soltó la mano y luego llevando sus brazos hacia el pecho los cruzó y suspiró — ¡Ay Fernando!, ¿tu mami sabe que estás aquí? —le preguntó.

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