Tenias que ser tu romance Capítulo 32

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"¿Cómo que te vas a casar?"

Escuchó Paula de la O la voz de Eugenia que más que contenta sonaba sorprendida.

―Sí, me casaré con Iván, ¿qué tiene de malo? ― preguntó

―Todo, empezando porque tú no lo amas, Paula― se sinceró Eugenia mientras tomaba su rostro ― no caigas en esa provocación.

―Y, ¿en cuál provocación si debo caer? ― inquirió la mujer mientras se separaba de ella.

Paula pensó que cuando le dijera a Eugenia la buena noticia ella se alegraría con ella pero, al parecer, estaba equivocada. Así que ella se alejó de Eugenia y fue hacia el otro lado de la pequeña cocina de la casa donde ahora ella era huésped.

―Paula, no amas a Iván, si lo hicieras ya estuvieras casados y con hijos desde hace tiempo atrás, tu amas a Fernando Saramago― habló Eugenia muy segura de lo que decía.

―Eso no puede ser ya Eugenia ― respondió Paula en el mismo tono con el que su amiga le había dado― ¿Qué no haz escuchado lo que están diciendo?, o ¿es la primera vez que un chisme no llega a los oídos de los habitantes de este lugar?

Eugenia se quedó en silencio, al parecer la noticia no le había llegado ―¿qué fue lo que pasó ahora? ― preguntó.

―Fernando y yo somos medios hermanos ― confesó Paula en un tono de rendición que hizo que de nuevo volviera a sentir el amargo sabor de la decepción y el fracaso.

―¡¿Qué dices?!, bueno pero si tu estás loca mujer, eso no es verdad ― habló Eugenia apresurada, al hacerlo provocó que las palabras se encimaran unas con otras.

―Así es, hoy por la mañana me dijo algo mi tía y fui a casa de Minerva de Saramago a enfrentarla y resultó cierto, Fernando y yo somos medios hermanos y por más que hubiésemos luchado o no, no puede ser.

―¡Ay por Dios!, pero ¿cuándo se terminará esto?― expresó Eugenia ― el mundo se ha vuelto loco ¿o qué? Mira Paula, que sabes que no me gusta meterme en tus cosas pero en esta si lo haré, es mentira que ambos son medios hermanos, claro que no.

―¿Tienes pruebas?, ¿alguna carta que diga que no lo somos?, ¿algún examen de sangre? ― la retó.

―¡Claro que no!, pero estoy segurísima que tu madre amaba a tu padre y que eres fruto de ese amor que se tenían entre los dos, esto que les dijeron solo es una de las tantas estrategias que Minerva de Saramago está haciendo para separarlos. No seas tonta Paula, no creas en esas cosas y enfócate en lo tuyo, no hagas tonterías de las que te puedes arrepentir.

―¿Cómo qué?, ¿casarme con Iván?, a eso te refieres― habló con firmeza― la decisión ya está tomada, Eugenia, me casaré con Iván y seré feliz a mi manera sin preguntar o escuchar a nadie, ¿entiendes?

Eugenia movió la cabeza negándolo todo. Cruzó los brazos a la altura del pecho y suspiró ― Paula, si haces eso terminarás mal, Iván será el más herido y habrás desperdiciado una oportunidad de ser feliz.

―¡Feliz con quién Eugenia!, ¡con quién!, ¿con Fernando?, ¿A eso te refieres? ― expresó ella enojada ― no tengo oportunidades para ser feliz, pensé que ya lo sabías, después de tantos años conmigo creí que ya comprendías lo que pasa aquí pero al parecer la única tonta soy yo― habló Paula desde el fondo de su alma ― soy una mujer arrastrada por una desgracia que no me corresponde, humillada por todos hasta por mi propia familia, se han burlado de mí, inventado cosas, me cortaron mis sueños, me quitaron todo el dinero que tenía y aún así no sucumbí, salí adelante y tú lo sabes. De pronto me dan una oportunidad para ser feliz, para tener paz y tranquilidad, Eugenia, un hombre que me dará la importancia que merezco, que me cuidará y yo le corresponderé, ese hombre no es Fernando Saramago, porque desde el principio llegó con mentiras además de que es el hijo de la persona que me ha convertido en esto ― y Paula pasó sus manos por su cuerpo ― no tienes idea lo difícil que es levantarte cada día sabiendo que el hombre que una vez quisiste se fue y regresó sólo para anunciarte que se casaría con otra. Estoy hasta de ser la desgracia andante, quiero ser feliz, quiero tener paz y si Ivan me la dará la tomaré y aprenderé a amarlo como él me ama a mí.

Eugenia se quedó en silencio mientras escuchaba las dolorosas palabras de su “niña” Paula, la única víctima de todo lo que sucedió aquella noche cuando perdió a su madre.

―Si no quieres ir a mi boda no vayas― sentenció Paula ― pero tampoco me detengas Eugenia porque no voy a parar, no voy a echarme para atrás. Es mi única oportunidad para ser feliz en este infierno y me voy a aferrar a ella aunque me destroce los dedos.

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