Tenias que ser tu romance Capítulo 33

Registrada en SAFE CREATIVE

Bajo el código: 2011045801413

TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS ©

Los ojos de Fernando no podían creer lo que estaba sucediendo, su padrastro y la tía de Paula ¿eran pareja? Tal vez en este momento no sentía lástima por su madre que, al parecer, era la segunda vez que vivía engañada por un hombre, si no que tenía el presentimiento de que todo lo que estaba pasando a su alrededor tenía mucho que ver con este descubrimiento.

De pronto, el efecto del tequila se fue, las manos y las piernas se le desentumieron y el cerebro reaccionó. Era su momento, esta no sólo era la prueba de que su padrastro no era tan leal como su madre pensaba, si no de obtener pruebas que en el atún futuro pudiera utilizar para obtener más información.

Caminó lo más seguro que pudo hacia donde se encontraba la camioneta de su padrastro, sacó el celular de su bolsa y comenzó a tomar fotos lo más enfocado que pudo. Las tomó de todos los ángulos, con los rostros descubiertos, mostrando que eran ellos los que se besaban y no otra pareja que se pudiese confundir.

Cuando sitió que ya había tomado las fotos suficientes, se guardó el celular en la bolsa y se quedó de pie observándomelo la escena ¿Cuál sería el paso siguiente?, ¿ir y hacer un escándalo?, ¿evidenciar que ya los había descubierto?, o ¿simplemente irse de ahí?

«Lo mejor será que me vaya discretamente», pensó para sí mismo. El confrontar la situación así de bebido no era una buena idea. Además, quería guardar esto como el factor sorpresa, cuando su padrastro tratara de pasarse de listo con él en frente de su madre.

Así que regresó a la playa y siguiendo la arena, caminó hacia otra salida para no ser visto por los individuos que se había encontrado. Las cartas de Paula de la O le pesaban dentro de la bolsa del pantalón. Todas, tan llenas de esperanzas y desespérenlas, de sentimientos y anhelos que él no había podido leer gracias a su madre. Aunque Paula lo negara, ella lo amaba. Lo había hecho desde el principio, desde ese día que ambos se habían dado un beso en aquella solitaria habitación que ahora seguramente estaba bajo llave o llena de cosas, abarrotadas entre los recuerdos de una vida que ella pudo tener y la desgracia en la que su madre la había metido.

¿Cómo es que del había tenido mejor suerte que ella?, ¿cómo es que Santiago de la O la había descuidado tanto?, Fernando estaba tan lleno de preguntas sin respuesta que se sentía un tonto, ignorante. Su madre lo había alejado de todo esto pero ahora estaba tan hundido en la dinámica del puerto que ya no se quería ir, porque sabía que su lugar era aquí, al lado de Paula, al lado de sus recuerdos.

Él, no tenía ganas de regresar a su casa, sabía que su madre y Natalia lo cuestionarían de todas las maneras posibles. Así que llegó una vez más a casa de su tío donde, rendido, cayó sobre el sofá de la sala y abrazando las cartas de la que ahora era su media hermana, se entregó al sueño degenerativo que le ayudaría a pensar mejor al siguiente día sin embargo, éste no fue justo como él lo esperaba. Fernando, después de tantos años, soñó con su padre, con ese hombre que por años había sido su mejor amigo, su ejemplo a seguir y que ahora era la razón de todas sus desgracias.

Fernando ya no sabía si lo amaba o no, pero el simple hecho de verlo de frente, fuerte, gallardo y varonil como siempre había sido le provocó llorar como niño pequeño, comunicándole de esta manera que lo extrañaba, que desde que se fue su vida había cambiado tanto que no sabía quién era y que, ahora, era un adulto confundido entre un mar de mentiras y engaños. Por él, Paula de la O no podía amarlo, por él su madre le había inculcado tanto odio, por él la vida era un infierno, uno que ahora le correspondía arreglar.

Se despertó, al siguiente día, con el corazón acelerado gracias a la cantidad de alcohol que tenía en sus penas y porque había soñado que él y Paula de la O tenían ese terrible accidente que le había quitado la vida a sus padres. Fue Jovita quién le puso la mano sobre la frente para revisar que no tuviese temperatura ya que él gritaba desesperado el nombre de Paula y pensó que estaba delirando y cayendo en la locura. El contacto de su cuerpo contra las rocas fue el sobre salto que le hizo despertar y salir de esa pesadilla que le había provocado el terrible dolor de cabeza que sabía no se quedaría sólo con una aspirina.

―¿Te encuentras bien? ― le preguntó Jovita preocupada.

Fernando inmediatamente sintió el sabor del alcohol en su garganta y se cubrió la boca con la mano para evitar que ella oliera su pésimo aliento.

―Sí, estoy bien― mintió.

Él se levantó lentamente para sentarse sobre el sofá. Las cartas de Paula de la O se encontraban tiradas sobre el suelo y los últimos sorbos de la botella yacían regados sobre éste. Jovita le dio un vaso con un tipo de agua efervescente que supo era la solución para los males que sentía en ese momento.

―Me contó Ramiro que te abrió la puerta muy tarde por la noche. Me alegra que hayas decidido venir a dormir acá que hacer alguna tontería ― le dijo ella con ternura, con esa voz maternal que necesitaba escuchar.

Jovita se agachó par juntar las cartas de Paula de la O y las puso sobre la mesa de la sala. Fernando las observó por un momento, ¿ahora qué haría con ellas?, guárdalas en un cajón ¿cómo un recuerdo de lo que no pudo ser?, ¿usarlas como evidencia?

―Te vez confundido― le dijo Jovita.

Él volteó a verla. El largo y rizado cabello cano de la pareja de su abuelo le hizo recordar lo joven que era cuando la conoció. Cuando Paula, Iván y él iban a esa parte Del Río y nadaban en traje de baño para aminorar el calor y Jovita los cuidaba por órdenes de su madre. Fue su primera nana, su primer contacto con el amor maternal que su madre no le había dado.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: Tenias que ser tu