Tenias que ser tu romance Capítulo 5

Registrada en SAFE CREATIVE

Bajo el código: 2011045801413

TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS ©

Era evidente que la presencia del regreso del hijo de Fernando Saramago sería la sensación de la ciudad, y que no pasaría desapercibida para nada, sobre todo cuando el joven decidió dar la vuelta por el centro manejando su precioso auto último modelo que pertenecía a la colección de su difunto padre. Todos hablaban, decían que el hijo de la señora Minerva era un famoso arquitecto que había diseñado varios rascacielos en Nueva York y que había ganado varios premios, además de que alababan su increíble parecido con su padre e incluso decían que era más guapo que él, ya que Fernando había madurado tan bien que era difícil que pasara desapercibido.

Fernando era alto, de pelo negro azabache, mirada soñadora y de muy buen cuerpo resultado de las múltiples actividades deportivas que le gustaban hacer, unas bastante elegantes como era la equitación u otras tan extremas como era escalar montañas usando manos y pies, lo que le daba ese aire rebelde y a la vez culto que en seguida llamó la atención de muchas, menos de Paula de la O, que después del encuentro tan desafortunado que tuvieron decidió pasarlo de largo y concentrarse en su trabajo. Tanto fue su decepción al saber que su ex mejor amigo de la infancia no la reconocía que ni siquiera le dijo a Iván que lo había visto, por lo que, al momento que Fernando se apareció en uno de sus almacenas, no pudo contener su sorpresa.

Él se encontraba dando instrucciones a uno de sus trabajadores cuando el chico de 1 metro ochenta y cinco se apareció en el mostrador tocando la campana como cualquier cliente habitual, cuando Iván volteó a atenderlo se quedó de una sola pieza .

―¿Fernando?― Preguntó y él asintió con la cabeza.

― Dios Iván, de verdad estás completamente cambiado, pero sigues siendo igual de mandón, ya te vi.― Comentó entre sonrisas e Iván salió detrás del mostrador para abrazarlo. Tenía tanto tiempo de no ver a su amigo pero éste seguía igual.

― ¿Qué haces aquí? ― Preguntó― los rumores decían que te encontrabas en España.

― Sí, allá vivo, pero vengo a visitar a mi madre este verano, me quedaré tres meses aproximadamente.

― Pues bueno… ¡bienvenido! ― Expresó feliz para luego voltear atrás del mostrador y gritar― ¡Ey! ¿Te encargo? Iré al bar a tomar una cerveza con mi amigo― ¿tomas cerveza? ― Preguntó volteando hacia Fer.

― ¡Claro!― Respondió y con la mano de Iván por encima de sus hombros los dos salieron del almacén para dirigirse al bar que se encontraba a dos cuadras.

― Por lo que veo ahora eres el jefe de todo, ¿eh? ― Pregunto Fernando mientras caminaban por la calle.

― Entre mi hermana y yo, mi padre decidió dejarnos el manejo de los almacenes, locales y los bares, no es por presumir pero hemos crecido muchísimo, ahora él quiere expandirse hacia otro lugar, pero todavía no es seguro.

Iván abrió la puerta del bar que apenas se estaba llenando de comensales y después de pedir desde una de las mesas una promoción especial y botana. Fernando se sentó cómodo y observo atento el lugar, jamás había entrado a uno de los bares de la familia Gómez- Fernández, así que prácticamente estaba viviendo un sueño de la infancia.

―Y, ¿entones qué?, ¿cuándo llegaste? ― Le preguntó con una sonrisa.

― Ayer por la noche, en plena tormenta.― Respondió el hombre con una sonrisa

―Entonces estás recién llegado, brindemos por eso.

Iván levantó la botella con cerveza a la par que Fernando y entre los dos brindaron por el reencuentro después de años, uno que ninguno de los dos esperaba pero que justo en este momento se estaba dando. Le dieron un sorbo al líquido dorado y después de sentir cómo refrescaba sus gargantas y aminoraba el calor que en el verano hacia en el puerto, Fernando habló.

― No puedo creer lo mucho que haz cambiado Iván, ¿dónde quedó ese niño de cabello negro y delgaducho que tenía que defender?

―Desapareció― y mostró el trabajado brazo y echó para afuera un poco los pectorales― se llama cargar cajas y costales― Fernando se río, al parecer el buen humor de Iván seguía en él― tu sigues igualito, sólo que más alto.

― Al parecer sí, lo comprobé ayer que casi atropello a Paula con el auto.― Confesó haciendo que Iván subiera la ceja un poco sorprendido.

Así es, Fernando Saramago, después de un buen desayuno y ducha, había recordado a Paula de la O, su amiga de hace años y ahora le debía una disculpa, ya que no había reconocido y casi atropellado.

― ¿Casi la atropellas?, qué raro, vi a Paula esta mañana y no me dijo que te había visto.

― Tal vez se enojó por eso, no la culpo, pudo haber resultado herida ayer y todavía le dije que no la conocía― toma un sorbo de cerveza Fernando― pero es que no lo pude evitar, Paula es otra, cuando me fui de aquí era una niña y ahora… ― y por un momento la recordó, a ella, bajo la lluvia, con ese cuerpo curvado que llamó su atención enseguida y su mirada profunda ― es otra.

― Claro que es otra, todos hemos cambiado, hasta tú, este lugar, te puedo asegurar que no es el mismo que dejaste hace tantos años atrás.

― Sí, bueno, ni siquiera recuerdo las calles.― Comentó Fernando.

Iván abrió otra cerveza que apenas acababa de sacar del balde lleno de hielos y se la puso en frente― Paula no sólo ha cambiado fisicamente, si no también en otros aspectos. Tuvo que madurar muy rápido y dejar sus estudios para poder mantener a su familia, tiene años trabajando conmigo y con mi padre en los almacenes, es muy inteligente y astuta, ha llegado alto pero su vida es de verdad un drama.

―¿Qué quieres decir con que tuvo que dejar estudios? ― Preguntó Fernando interesado.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: Tenias que ser tu