Tenias que ser tu romance Capítulo 76

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-Meses después-

Minerva de Saramago logró salir de prisión después de haber cumplido una pequeña condena y haber pagado los mejores abogados para que la sacaran de ahí. Sin embargo, le había salido caro, ya que su hijo Fernando alegó que no era emocionalmente estable para poder valerse por su misma y la internó directamente en una casa de descanso.

Cuando Minera llegó a ese lugar, parecía un fantasma, ya que había perdido demasiado peso y las ojeras en el rostro indicaban que había dormido poco en prisión. Su piel pálida sobre salía del color de la ropa que llevaba y su aspecto era tan deprimente que en pocas palabras estaba irreconocible.

La registraron en una de las tantas habitaciones que había ahí, sin lujos, ya que Fernando le había asignado una pensión mínima para estar ahí. La mujer fuerte, poderosa y bella que había sido no existía más. Ahora, era una mujer derrotada, con antecedentes penales y sola, muy sola, por eso le sorprendió cuando alguien fue a visitarla.

—¿Señora de Saramago?— escuchó la voz de una de las enfermeras mientras se encontraba sentada en su habitación —tiene una vista.

Ella volteó de inmediato y vio en la puerta a un hombre alto, de cabello largo y una pose tan segura que le acusó miedo.

—Y, ¿ese quién es?

—Soy Aitor, ¿no me recuerda? — preguntó él con una sonrisa.

Minerva de Saramago negó con la cabeza. Tal vez era verdad y no lo reconocía pero sentía que ese hombre iba a traerle noticias que no le iban a gustar.

—¿Qué desea?

—Vengo de parte de Paula de la O y Fernando Saramago— contestó, para luego acercarse a ella — traigo un mensaje de ellos.

Minerva asintió con la cabeza y luego le pidió con un gesto a la enfermera que se fuera. Cuando se quedaron solos ella lo miró directamente a los ojos — ¿Paula de la O está viva? — inquirió, y, aunque su rostro no expresaba nada, una ligera mueca se dibujó en sus labios.

—Muy viva, más viva que nunca— contestó Aitor— y feliz, muy feliz, su hijo y él se van a casar el próximo fin de semana— explicó.

A Minerva eso no le sorprendió pero tampoco le agradó — esa puta no se cansa de quitarme lo que es mío, es igual a su madre— expresó furiosa.

Aitor negó con la cabeza — la señorita de la O y su madre, nunca tuvieron nada que ver— Minerva abrió los ojos un poco más y luego se río — no veo qué se le hace tan gracioso.

—Que me digas eso, muy gracioso.

—Pues, tengo información que darle que podría cambiar esa sonrisa pero necesito que me dé algo a cambio.

—Y, ¿por qué me interesaría eso? — preguntó— ¿es tan importante lo que me tiene que decir?

Aitor sonrío — mucho, mucho muy importante, como por ejemplo que, si hermano Fausto se quitó la vida a causa de los secretos que guardaba por usted.

Minerva de inmediato hizo una mueca de dolor para luego llevarse la mano a la altura del pecho. En ese momento sintió como el corazón se le rompía en pedazos.

—¿Fausto? — comentó.

—Así es, no pudo soportar ser la persona que le quitó a Natalia Martí, pero, eso usted ya lo sabía.

Minerva rompió en llanto y esta vez era sincero, ya que se podía ver que sentía profundamente lo que había pasado con su hermano.

—No es cierto — murmuró.

—Lo es, y siento que se lo dije así directo pero, creo que no hay otra forma más delicada de decirlo— comentó Aitor. Él hizo una pausa — señora Saramago, necesito que me diga la verdad sobre la noche que murió su esposo. Sé que usted mandó a su hermano Fausto a cortar los frenos del auto de su marido.

—Claro que no, por supuesto que no— negó aún.

—Señora, tenemos los diarios de Natalia donde confiesa lo que escuchó. Su hermano también lo dijo antes de morir y pruebas infinitas de que eso pasó. Tiene suerte de que su hijo no le ha acusado de eso pero, ellos quieren saber la verdad, quieren terminar con todo.

Minerva negó con la cabeza— no, no puedo.

—Pero se las debe. Es momento de confesar y de saber la verdad.

Minerva se quitó las lágrimas de los ojos y luego lo vio al rostro— Si te lo digo, qué harás con esa información.

—La pasaré a ellos y ahí se quedará. Fernando le asegura que morirá tranquila en este asilo — habló Aitor sin ningún tipo de filtro, ya que sabía que no se lo merecía.

Minerva suspiró — ese día cuando vi salir a mi marido, mi hermano ya lo esperaba en la ciudad. Una de las cosas que odiaba y amaba de Fernando es que tenía rutinas y lugares predilectos cuando salía de viaje, así que, sabía exactamente en qué lugar iba a estar. Cuando llegó, me llamó para confirmar que estaba ahí y después para decirme que efectivamente Claudia Mier había llegado al lugar. Mientras estaban en el hotel, él cortó los frenos de su auto y luego se regresó al Puerto para no levantar sospechas; pasó lo que tenía que pasar.

Aitor se quedó en silencio escuchando todo lo que ella relataba. Si había sido así, entonces Francisca Mier ya esperaba a Fernando dentro del hotel y jamás se dio cuenta de que estaba ahí.

El inspector suspiró profundo y luego preguntó — Señora Minerva, ¿por qué falsificó los reportes donde se decía que su esposa y la señora de la O venían al puerto?

—Yo no falsifique nada— dijo de inmediato, de nuevo en ese tono duro que solía usar.

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