Tenias que ser tu romance Capítulo 77

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La boda de Fernando Saramago y Paula de la O, era la mas esperada de todo el puerto de San Carlos y no era en vano, juntos habían pasado tanto que la gente nada más deseaba verlos feliz, juntos y sobre todo libres de amarse como ellos quisieran.

Sin embargo, la boda de ellos dos no fue el evento de año como todos esperaban si no fue una más sencilla, más íntima que se llevaría a cabo en el jardín de la casa de los Saramago, ese donde tanto Paula como él jugaban cuando eran pequeños.

A esa boda asistirían solo las personas que siempre habían creído en ellos, los que jamás se dejaron llevar por las mentiras y engaños del puerto y que habían creído en la inocencia de la madre de Paula. Todos los invitados se resumieron a Eugenia, Hortensia, los padres de Iván y su hermana y por su puesto, el pequeño Saramago, quien había encontrado en Paula de la O la madre que siempre había querido.

Así con el jardín decorado de una forma sencilla, con las sillas exactas para la ceremonia y después con un íntimo festejo, Paula y Fernando esperaban ansioso en caminar hacia el altar y decirse “acepto”, cerrando así el pacto de sus vidas.

―¡Dios mío Paula!, te ves bellísima ― habló Eugenia eufórica al entrar al a habitación donde Paula de la o se vestía― te ves como una reina.

―¿Eso crees?― contestó ella entre sonrisas.

―Claro que sí. Dios, ojalá tu padre y tu madre estuviera aquí para verte ― pronunció y en seguida Paula se mordió los labios.

A ella también le hubiese gustado que sus padres estuviera en su boda y que la acompañaran hacia el altar para entregarla al hombre que amaba. Sin embargo, ahora ella caminaría solo hacia Fernando, con una sonrisa en sus labios y el corazón latiendo a mil por hora.

―A mi también me hubiese gustado, Eugenia― Paula se volteó y le tomó las manos― pero, te tengo a ti. Tú todo este tiempo haz hecho el papel de madre y te estoy eternamente agradecida por cada uno de tus consejos, de tu ayuda y tu consuelo. De verdad, no me alcanzará la vida para agradecerte.

Eugenia, con lágrimas en los ojos, le dio un beso sobre la mejilla y luego tomó sus manos ― no me lo agradezcas. Cuando tu madre se fue yo le prometí que te cuidaría como si fueses mía. Además, te mereces todo el amor del mundo y la felicidad, ¡por fin, mi niña!, ¡todo el sufrimiento se terminó!

Paula se secó las lágrimas con la yema de los dedos ― tenías razón, todo pasaría. No sé que hubiese hecho sin ti.

―Lo hubieras hecho bien. Eres una mujer fuerte y valiente Paula de la O, y es momento de que te dejes amar.

La puerta de la habitación sonó de pronto y momentos después, Salma, la hermana de Iván, entró ―¡Ay Paula!, te ves hermosa, ¡bellísima!

―Gracias, Salma.

―Ya todo está listo, Fernando y el pequeño Saramago te están esperando en sus lugares.

―Gracias, voy en seguida― respondió ella, para después arreglarse el vestido frente al espejo. Paula suspiró ― este es el momento.

―Lo es. Y después, te irás con Fernando y el pequeño a viajar por el mundo, ¡por fin cumplirás tu deseo! Verás otros lugares mas allá del puerto.

―Lo sé― contestó ella emocionada― no puedo esperar.

Eugenia le dio el ramo de flores y le dio un beso sobre la mejilla ― te veo abajo. Te quiero.

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