Tenias que ser tu romance Capítulo 8

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El encuentro de Paula y Fernando obviamente no pasó desapercibido por las personas del puerto, y tan sólo salió la luz del sol, otro chisme nuevo había entre los lugareños: Paula de la O intentaba conquistar a Fernando Saramago, tal como su madre lo había hecho.

No había pruebas, pero tampoco dudas y para cuando Paula bajó a la cocina para desayunar Eugenia ya estaba más enterada que nadie en el mundo, mucho antes que Santiago de la O o la tía Francisca. Hasta Martina, la hija de Eugenia, ya esperaba a Paula ansiosa no sólo por lo que su madre le tenía que decir, si no porque le había prometido que hoy la llevaría a la playa Miramar a nadar un rato y jugar con la arena.

Tan sólo Paula entró a la cocina Eugenia cerró la puerta y la jaló hacia ella―¿Por qué no me dijiste muchacha que Fernando Saramago había regresado?― Preguntó.

―Pues porque… no tiene importancia.

―¡Claro que tiene importancia mujer!, ahora entiendo el porque vi salir a doña Minerva ayer por la tarde.

―¿Cómo?, ¿Minerva de Saramago estuvo aquí? ― Pregunta en verdad sorprendida― ¿qué hizo?,¿vio a mi padre?

―No, claro que no, ya sabes que tu padre duerme todo el día y bebé toda la noche, no sé que pasó, tu tía fue quien la recibió y quién sabe que le dijo, pero sospecho que tuvo que ver con la noticia que corre ahora.

―¿Noticia?― Preguntó preocupada.

―Andan diciendo por el mercado que quieres conquistar a Fernando Saramago.― Habló Martina.

―Shhhh, no seas imprudente Martina― le regañó su madre― aunque es verdad, andan diciendo ayer estuviste con él y que te acompañó saliendo del trabajo.

Paula negó con la cabeza y con un semblante de preocupación se sentó sobre una de las sillas del comedor de madera.― Sabía que esto me iba a traer problemas, pero no pude evitarlo Eugenia, quería pasar cinco minutos con él, pensé que nadie se daría cuenta.

―¿Eso pensaste?, ¡Ay Paula!, si ya sabes que no puedes ni caminar tres pasos sin que aquí te inventen algo, y bueno, es Fernando Saramago no cualquier persona.

Eugenia se acercó otra silla del comedor y le tomó las manos―¿qué sentiste?, ¿te dijo algo de las cartas que le enviabas?

―¡Claro que no Eugenia!, seguro que ni siquiera las leyó.

―¿Entonces?, ¿para qué te gustó?, ¿está guapo?

―Eugenia.― Hablo Paula un poco avergonzada.

―¡Ash! No seas así… dime.

Paula por un momento se quedo en silencio recordando a Fernando de pies a cabeza.― Bueno pues―comenzó a hablar― es alto, muy alto y es muy gallardo igual a su padre pero con un toque de seguridad distinto, de mundo. Tiene unos ojos muy bonitos y brillantes, como siempre, y sigue igual de simpático y amable… en realidad no ha cambiado mucho.

―¿No ha cambiado?, hasta parece que estás describiendo a un adonis.

Paula se rió bajito al escuchar la comparación.― Bueno, si es guapo y no voy a negar que es bastante atractivo, pero así que sea un adonis, no lo creo.

―Y…¿él que dijo sobre ti?, ¿te dijo que estás bien guapa?― Preguntó Eugenia acomodando el cabello rubio de Paula sobre los hombros.

―¿Cómo crees que me va a decir eso?, ¡claro que no!― Respondió la chica.

―Seguro lo pensó pero no te lo dijo, pero sé que un día te lo dirá.

―¿Por qué había de decírmelo Eugenia?― Respondió de inmediato.

―Pues porque es verdad… eres la mujer más guapa que hay en este lugar.

―¡Oye!― reclamó Martina haciendo reír a Paula.

―Tú eres la niña más guapa del lugar.― Arregló su madre y la niña sonrió.

―Aún así, no me conviene hacer amistad con Fernando, Eugenia.

―¿Por qué no?

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