¿Tuvimos un hijo romance Capítulo 11

—¡Sal de mi vista! ¡Estoy harta de verte la cara! —le gritó Anastasia a Helen, señalando a la puerta.   —¿Qué pasa? ¿El hombre no te satisfizo porque no era tan fuerte o apto? Será mejor que me trates con modales antes de que todos en la empresa se enteren de tu oscuro secreto. Si se esparce la voz, me pregunto cómo podrás seguir con tu carrera.  En seguida, Anastasia marcó por el intercomunicador y habló con Gabriela.  —Ven aquí, por favor. —En cuanto llegó su asistente, Anastasia señaló a Helen, quien estaba sentada en el sofá, y añadió con frialdad—: Esta no es mi invitada. Por favor, sácala de este edificio.  —¿Quién dice que no lo soy? Vine aquí porque quería tus servicios en diseño de joyas. —Helen se cruzó de brazos de manera altanera.   Sin embargo, ella no tenía remota idea de que el collar que estaba usando llamó la atención de Anastasia, quien entrecerró los ojos y miró más de cerca, pensando: «¿Cómo es que Helen lleva puesta mi obra maestra? ¿El collar está hecho a la medida o es una falsificación que parece auténtica?».  —Más vale que te vayas antes de que me hagas enfadar —le dijo Anastasia a Helen de manera descortés, levantándose.  Sin embargo, Helen puso una mirada furiosa en la cara y apretó los dientes mientras cerraba abría la puerta.  —Hablaré con tu gerente sobre tu actitud y me aseguraré de que te despidan de la oficina.  Por otro lado, Gabriela quedó atónita al ver esto, creyendo que Helen solo era una invitada, pero se percató de que solo vino a meterse con Anastasia. En cuanto Gabriela salió de la oficina, esta le pidió a su superior que hiciera algo al respecto:  —No puede quejarse de usted, señorita Torres. ¡Deténgala!  A punto de perder la paciencia, Anastasia abrió la puerta de su oficina antes de que recibir la mirada de Helen gruñendo en el espacio abierto.  —Dile a tu jefe que venga a verme. ¡Quiero quejarme de Anastasia, su diseñadora! La contraté como cliente, pero ella me rechazó con rudeza y me dijo que me apartara de su cara.  En ese momento, todos en la oficina se quedaron viendo en silencio la locura de la señorita, como si disfrutaran del espectáculo. Luego, Anastasia respiró profundo y se le acercó a Helen.  —¿Qué se te ofrece?  —¿Qué quiero? ¡Quiero que te vayas de la empresa! —Helen apretó la mandíbula, revelando su siniestra naturaleza.  Con la furia acumulada por el incidente ocurrido hace cinco años, Anastasia por fin sucumbió a sus emociones, impulsándola a darle una lección a Helen, aunque eso le costara el trabajo. Antes de que Helen pudiera reaccionar, Anastasia alzó su mano al aire y la pasó por la cara de ella, dándole una fuerte bofetada en la mejilla.  —¡Ah!… —gritó Helen, adolorida, cayendo al suelo—. Soy tu cliente, Anastasia.  En ese instante, todos los espectadores jadearon con preocupación al ver cómo Anastasia abofeteó a su cliente, pensando: «¿Perdió la cabeza? ¿Qué acaso su familia es dueña de la empresa? ¿De dónde sacó las agallas de abofetear así a su cliente?».  Por otro lado, Anastasia posó la mirada en el collar de Helen, el cual le pareció horrendo, por lo que no se concentró en averiguar la autenticidad de este. Entonces, arruinó el falso acto de esta al arrancarle el collar a la fuerza en cuanto se agachó.   —¡Ah! —Helen gritó asustada.   Cuando Anastasia trató de quitarle el collar, Helen, que estaba molesta por su arrebato, la tomó de la mano y no la dejó que lo destruyera, pensando: «¡Este es mi collar favorito! ¡Cuesta unos cuantos millones, así que no dejaré que lo destruya!».  Mientras las dos chicas peleaban por el collar, se oyó la voz profunda de hombre desde el elevador:  —¡Basta, Anastasia!  Anastasia alzó la mirada justo cuando Helen escuchó una voz familiar. Con la mano en la mejilla, Helen levantó la vista con incredulidad antes de sorprenderse por la persona a quien vio. «¿Cómo es que Elías está aquí?», pensó.  Al ver que Anastasia estaba agarrando con firmeza el collar de Helen, Elías la agarró al instante de la muñeca y, con el ceño fruncido, la levantó, dando a entender que estaba furioso.  —¿Ya terminaron de perder el tiempo?  En cuanto Elías terminó de hablar, se le acercó a Helen, quien se congeló del miedo, ya que no esperaba que él se presentara por allí y no tenía idea de que conociera a Anastasia. «¡Oh, cielos, estoy arruinada!», pensó ella.  Justo cuando creyó que su secreto iba a ser revelado, el hombre se agachó y le preguntó con una voz tierna:  —¿Te encuentras bien, Helen?  —Me duele, Elías… —De inmediato, ella armó un espectáculo, cayéndole lágrimas de la cara como si fueran cascadas en un instante. Luego, se le acercó a los brazos de Elías y fingió toser, cubriéndose el cuello con la palma de la mano como si la hubieran sofocado al lastimarla.  En ese instante, Anastasia se quedó con los ojos abiertos, ya que no podía creer que Helen y se conocieran, por lo que pensó: «¿Por qué Elías la trata con tanta delicadeza? ¿Qué relación tienen?».  Aunque Anastasia no lo supiera, todos los demás espectadores no podían evitar sentir temor por ella, creyendo que su carrera terminaría por abofetear a la novia del jefe. Por otro lado, Helen estaba observando la interacción entre Anastasia y Elías bajo su rostro lleno de lágrimas; sin embargo, conforme los seguía examinándolos de cerca, se alegró porque estaba segura de que Anastasia no tenía idea de que pasó la noche con Elías. Por lo tanto, llegó a la conclusión de que ninguno sabía que se acostó con el otro, sintiéndose agradecida de que la suerte estuviera a su favor.  —Cárgame, Elías… —Helen colocó brazo sobre sus hombros, rogándole con lástima.  Cuando el hombre se percató del lamentable estado de Helen y de su mejilla hinchada, la cargó en sus brazos y se dirigió al elevador. En cuanto se cerraron las puertas de este, Anastasia no podía entrar en razón, pensando: «No comprendo cómo Helen pudiera hacerse la novia de Elías en tan solo cinco años».  —¿Qué esperas, Anastasia? ¡Recoge tus cosas y lárgate de aquí! No puedo creer que estés del lado malo de la novia del presidente Palomares, como si no bastara con ofender a un cliente. ¡Qué desagradable de tu parte! —Alexis se le acercó y se burló de ella, pensando que la recompensa era suya.  Mientras tanto, Anastasia respiró hondo y decidió darse un tiempo para procesar la noticia, ya que le parecía raro que Helen se convirtiera en la amante de Elías. «No entiendo cómo Helen puede serle atractiva a un hombre tan excepcional como Elías. La única explicación es que ese hombre esté cegado; esa debe ser la respuesta. Después de todo, él se merece a otra persona mejor que a una mujer malvada como Helen», pensó. Ella regresó a su oficina, confundida, y cerró la puerta, desconectándose de los rumores que había fuera de la oficina.  Por otro lado, Elías estaba sentado en el sofá de su oficina mientras Helen se secaba las lágrimas con pañuelos de papel, quejándose de lo que pasó ese mismo día.  —Anastasia era mi… compañera de clase y tenemos una historia amarga, pero no pensé que me rechazaría al entablarla, mucho menos que me humillara. Cuando la amenacé con quejarme, se me echó encima y se puso física, ahorcándome con mi collar. Mira mi cuello, que está todo rojo.  Al notar las marcas en el cuello de Helen, Elías se dio cuenta de lo dura que Anastasia fue con ella y comenzó a reconsiderar su manera de percibir el carácter de Anastasia.  —Simpatizaba con ella porque perdió a su madre a una temprana edad y tengo entendido que su padre la descuidó durante casi toda su infancia. Sin embargo, jamás supuse que llegaría tan lejos como para golpearme. —Helen se cubrió la cara, derramando lágrimas en silencio.  —Yo me encargaré del asunto —dijo Elías, consolándola—. Le pediré a alguien que te lleve a casa.  —¿Cómo te harás cargo de esto, Elías? ¿La vas a despedir? —Helen lo miró con una cara llorosa, intentando jugar con la simpatía del hombre al mostrarle su lado vulnerable.

 

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