¿Tuvimos un hijo romance Capítulo 7

De inmediato, Fernanda tosió.  —De acuerdo, el tema de la junta de hoy es sobre la competencia en la que participaremos. Primero, felicidades a las dos diseñadoras preseleccionadas, Alexis y Anastasia.  Anastasia alzó la cabeza y se encontró con la desafiante mirada de Alexis; si ella ganaba esta vez, la empresa le daría una gran bonificación, por lo que eran rivales. Fernanda analizó al instante la situación de la competencia. Como diseñadora con experiencia, confiaba mucho en su trabajo.  Mientras Anastasia observaba la mesa, de repente sintió que la miraban a ella y, a juzgar por la dirección, sabía que era Elías. «¿De verdad es tan libre este hombre? ¿Por qué se me queda viendo todo el día?», pensó.  La madre de Anastasia sacrificó su vida por él y la verdad era que Anastasia no quería verlo a los ojos. Aunque solo tenía cinco años en ese momento y ella no podía culparlo de nada, aún le guardaba un tipo de resentimiento en el corazón.  —Anastasia, deme su opinión —le dijo de repente Fernanda.  Anastasia, quien estaba soñando despierta hace un momento y no tenía idea de lo que hablaba, alzó la cabeza y la miró con confusión.  —Eh… ¿A qué aspecto se refiere?  Entonces, Fernanda puso una cara fea, pensando: «¿Cómo se atreve alguien soñar despierto en mi junta?».  —Anastasia, aunque usted sea una diseñadora enviada desde la sede, no debería ser tan arrogante e ignorarme. No escuchó lo que acabo de decir, ¿cierto? —Fernanda era una mujer hostil y quería darle una lección.  Las otras diseñadoras miraron a Anastasia hacer el ridículo, mientras la cara de ella se enrojeció. Aunque no sabía qué decir, sonó una voz masculina:  —Dígame cuál es el exclusivo punto de venta de su diseño. —Elías le estaba haciendo un recordatorio.  Cuando se trataba de trabajo, Anastasia podía ser muy segura de sí misma.  —En esta ocasión, mi diseño usa platino, que es el material más adecuado para las incrustaciones, con la adición de rodio y paladio.  Su brillo, dureza y durabilidad son buenos y, además, es un material muy raro. Tiene una connotación superior, no es fácil de menospreciar, garantiza que no cambie de color, tiene buena estabilidad y es conveniente para fines de colección. Mi cliente objetivo es aquel al que le guste coleccionar y comprar artículos de lujo.  Cuando Anastasia terminó de hablar, de repente la atrapó la mirada del hombre frente a ella y la evadió de inmediato.  —En resumen, ¡es costoso! —se burló Alexis—. Yo no soy así, sino que me enfoco en los elementos de la moda. Hoy en día, las modas van y vienen, así que creo que mi trabajo es más adecuado para el mercado.  —Cada uno de nuestros trabajos tiene su propio punto de venta —añadió Anastasia tras fruncir los labios y sonreír.  Al poco tiempo, la junta por fin terminó. Elías solo vino a escuchar, no a dar opinar demasiado.  —Muy bien, la junta terminó —anunció Fernanda.  —Anastasia, quédese aquí —dijo Elías de manera repentina—. Los demás pueden irse.  Anastasia estaba a punto de tomar un sorbo de agua para refrescar su garganta cuando casi se atragantó al escucharlo. De pronto, estaba rodeada de miradas llenas de envidia y de odio, sobre todo la de Alexis, quien la miraba con resentimiento, como si hubiera seducido a Elías con métodos sucios. Anastasia también se quedó sin palabras, pensando: «¿No puede este hombre ver mi situación en la empresa? ¡Los demás me están despreciando, mientras que él aún aviva los chismes haciendo esto!».  Una vez que todos se fueron, Anastasia se apoyó en su silla y dijo con frialdad:  —¿Se le ofrece algo, presidente Palomares?  —¿Por qué no aceptó la casa que le ofrecí ayer? —Elías entrecerró los ojos y fijó la mirada en ella.  —¿Y por qué iba a hacerlo? Ya le dije que no aceptaré ninguna compensación de los Palomares —enfatizó de nuevo ella.  —Debería pensar en su hijo. El lugar que elegí buenas instalaciones que podrían ayudarlo: hay un mejor preescolar para las élites de la comunidad; también, es más seguro y adecuado para que viva con su hijo. —dijo Elías, como si dejara su posición de presidente superior y se convirtiera en un vendedor.   Lo que dijo le pareció atractivo a Anastasia, ya que, como madre, su deseo primordial era proporcionarle a su hijo la mejor educación y el mejor entorno.  —No es necesario; yo le puedo dar lo mejor a mi hijo. —Anastasia no estaba de acuerdo.   Para un negociador como él, Elías no podía darse cuenta de que lo más valioso no era la riqueza material, sino la compañía emocional. Siempre y cuando su hijo estuviera con ella, incluso si sus condiciones no fueran estelares, Anastasia sería feliz. Elías, frunciendo el ceño, observó a la despiadada mujer y se mostró preocupado.  —En el futuro, si no es por motivos de trabajo, no me busque, por favor —dijo Anastasia, recogió sus documentos, se levantó y se marchó.  Por la tarde, Anastasia recibió una llamada de su padre, quien le pidió que fuera a cenar a casa mañana, diciéndole que él también quería verla. Entonces, ella aceptó, pensando que necesitaba ir de visita a casa.  En la oficina del presidente, Elías se sentó con gracia en su asiento, escuchando el informe de trabajo del asistente que tenía al lado.  —Vaya por mí a comprobar la información sobre el padre de Anastasia. —Como la compensación material no la impresionaba a ella, él tenía que buscar en otros aspectos.  —Muy bien. —Ray se fue de inmediato a investigar.  En ese instante, sonó el teléfono de Elías, así que lo tomó y vio que era Helen.  —Hola —contestó con toda la delicadeza posible.  —Elías, ¿estás ocupado en el trabajo? ¿Puedo cenar contigo esta noche?  —De acuerdo, haré una reservación en un restaurante —él aceptó.  —Entonces esperaré para que vengas por mí —dijo Helen, emocionada.  —Claro.  Elías colgó la llamada mientras pensaba en la cara de Helen; por alguna razón, presentía que ella no se parecía en nada a la mujer de aquel día. Con vaguedad, recordó a la mujer de aquella noche: sus labios eran suaves, de una manera increíble, y su cuerpo tenía una leve fragancia. Aunque ella lloró durante todo el proceso, su voz era atractiva, mientras que la de Helen era demasiado seca. Como habían pasado cinco años, cualquiera podría sufrir por cambios significantes, así que Elías solo quería compensarla. Al fin y al cabo, lo que le hizo esa noche era un daño irreversible en su vida.  En el restaurante de alta cocina, Helen llegó con nuevo vestido de Chanel, vistiendo de manera elegante. Ella mejoró su aspecto un tanto promedio usando cosméticos caros y la habilidad de un maquillador, pero seguía sin ser llamativa por completo. Pertenecía a una categoría de mujer bonita promedio, es decir, que no era fea, pero tampoco impresionante. Sin embargo, esta noche era la mujer más envidiable de todo el restaurante, ya que, frente a ella, estaba sentado un hombre guapo, elegante, encantador y que desprendía una presencia majestuosa.  —Elías, salud. —Helen tomó la iniciativa de levantar su copa y miró al hombre con entusiasmo.  Aunque apenas se conocían hace casi tres semanas, Elías siempre la había tratado de forma civilizada y educada. Aun así, lo que Helen quería era mucho más que eso, pues deseaba su corazón, cuerpo y, al final, ser su esposa. Ahora, como tenía su atención y le daba todo, estaba aterrada de perderlo todo, debido a que le encantaba vivir de rica. Todo lo que pedía lo recibía al instante: sus vestidos favoritos de Chanel podían ser entregados a su puerta para que ella eligiera; si quería un bolso, podía conseguir de todos los colores disponibles; si quería joya de diamantes, solo debía elegir su favorita. Era como flotar en las nubes, por lo que Helen no quería volver a caer al suelo mientras estuviera con vida.

 
 

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