UN BEBÉ PARA NAVIDAD romance Capítulo 13

Zack apretó la mano de Andrea por un momento y le aseguró que él cuidaría de Adriana, así que la muchacha salió corriendo detrás de su vecina, atravesó el pasillo y entró a la casa de la señora Wilson. La pobre anciana respiraba con dificultad, como si tuviera asma o algo así, pero Andrea sabía que no era eso.

—Tranquila, señora Wilson, ya llamamos a la ambulancia, enseguida estarán aquí los paramédicos —le dijo con suavidad tomando su mano.

Poco después se escuchó el sonido de la sirena de la ambulancia y enseguida la subieron a una camilla mientras le ponían oxígeno.

Tanto Mildred como ella estaban nerviosas porque no querían que se fuera sola, pero la verdad era que la señora no tenía familia que la acompañara.

—¿Alguien sabe sus alergias? —preguntó un paramédico y Andrea enseguida se puso a rellenar el formulario—. Tenemos que llevarla al hospital. ¿Quién va a acompañarla?

Andrea a Mildred se miraron, preocupadas.

—Tengo a todos los niños en casa y dos de ellos con gripe fuerte, no puedo irme —murmuró apenada.

—Yo tampoco tengo quien me cuide a Adriana. puedo llevarla conmigo al hospital, pero no podría cuidar a Margaret así... —dijo Andrea con el corazón en un puño y el paramédico hizo un gesto de tristeza, porque veía a muchos ancianitos solos.

Mientras la ambulancia cerraba sus puertas Zack se asomó al pasillo y vio el rostro torturado de Andrea.

—¿Va a estar bien? —preguntó.

—No lo sé —dijo ella con tristeza—. La señora Wilson fue la única que me ayudó cuando Adriana nació y nos quedamos sin nada... ¡debería estar con ella pero...! No puedo cuidarlas a ella y a Adriana a la vez.

Zack la vio respirar con impotencia y arrugó el ceño.

—Bueno, tú puedes cuidarla a ella y yo cuido a la beba —sentenció—. Vamos recoge lo necesario y te acompaño al hospital.

Andrea lo miró anonadada por un instante.

—¿De veras? —murmuró.

—Claro que sí. Es muy jodido que alguien que es importante para uno esté en un hospital y no poder hacer nada, así que vamos, te llevo —repitió él—. Tú cuidas a la señora Wilson y yo cuido a la princesa, total va a estar muy dormidita en su cochecito.

Andrea aceptó de inmediato y pocos minutos después Zack conducía hacia el hospital a donde habían llevado a la anciana. No le sorprendió ver que Andrea se hacía cargo de esa situación en particular con determinación y seguridad. Era una mujer más fuerte de lo que ella misma sabía, sin embargo la respuesta de los médicos no fue muy alentadora.

—Está teniendo algunos episodios convulsivos —les explicó un doctor.

—¿En serio? No se le nota... —dijo Andrea observándola a través del cristal de su habitación.

—A veces no se notan, el cerebro puede hacer mini convulsiones, se ven como espasmos musculares, lapsos de tiempo que se pierden, isquemias... Las personas a veces no se dan cuenta, pero lo notamos porque no pueden seguir el hilo completo de una canción, por ejemplo.

—Entonces... ¿puede tener una convulsión más grande en cualquier momento? ¿O un síncope o algo así?

El médico asintió.

—Lo lamento, es un poco la edad y otro poco las enfermedades que se van juntando. Solo podemos tratarlo en el momento —les explicó—. Ahora la pusimos a descansar, así que puede quedarse, pero le aseguro que está bien atendida con nosotros. Vaya a descansar usted también y mañana le aseguro que estará mucho mejor.

Andrea le dio las gracias al médico y Zack las llevó de vuelta a casa. En todo el camino estuvo preocupado e incómodo, pero cuando estuvieron de nuevo en el departamento y Andrea acostó a la beba en su nueva cunita, él no pudo evitar comentarle lo que pensaba.

—Escucha, sé que no tengo derecho a meterme en esto, pero realmente me preocupa que la señora Wilson cuide a la beba todo el día —le dijo—. Si es verdad eso de que puede darle una convulsión... ¿Qué pasaría si le da mientras carga a Adriana? ¿O mientras hace un simple café?

Andrea se sentó en el colchón y se llevó las manos a la cabeza, preocupada.

—Lo sé... lo entiendo, yo también venía pensando en eso, pero ¿qué alternativa tengo? —murmuró llevándose las manos a la cabeza y Zack se agachó frente a ella—. El seguro de la empresa no cubre guardería para madres trabajadoras y las privadas... ¡Por Dios! ¡ni dejando de comer podría pagar una guardería privada!

Zack arrugó el ceño. En Estados Unidos, donde estaba la sede principal de la empresa, no tenía que preocuparse por esas cosas, pero aquí parecía que el sistema era diferente y todavía tenía muchas cosas que arreglar.

—Hagamos algo —le dijo con una sonrisa—. Descansa esta noche y mañana tómate el día.

—Pero...

—¡El trabajo puede esperar! ¡No habrá un terremoto que se trague el edificio solo porque faltes un día! —replicó—. Descansa, ve a ver a la señora Wilson, y mañana en la noche paso a verlas. ¿De acuerdo?

Andrea asintió, dándole las gracias y acompañándolo a la puerta.

Apenas Zack salió de allí, sacó su celular e hizo una llamada importante.

—¡Ben! ¡necesito que me ayudes con algo urgente! —exclamó y al otro lado se escuchó un jadeo, un hombre que se lanzó de la cama y una pregunta asustada.

—¿Estás en el hospital o preso?

—No... voy para mi casa, pero quiero hacer una guardería en la empresa.

—¡Maldito imbécil eso no es urgente, me pusiste el corazón en la boca! ¡Busca "Urgente" en el diccionario y déjame follar en paz! ¡Llámame mañana! —le gritó Ben antes de colgarle y Zack miró al teléfono.

—Pues debe estar muy mal follado para andar de tan mal humor... —se burló, y él mismo puso manos a la obra.

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