UN BEBÉ PARA NAVIDAD romance Capítulo 15

Andrea no dijo una palabra mientras iban hacia el departamento de Zack. La bebé se había calmado un poquito, pero ellos no.

—Listo, tenemos las medicinas, la fórmula y a la bebé... ¡y los nervios! —murmuró Zack apenas llegaron.

Les abrió la puerta de su departamento y Andrea intentó no sorprenderse porque solo el salón de la residencia de Zack era tres veces más grande que todas las habitaciones de su departamentito juntas.

Le dieron un bañito a la bebé, y Zack prefirió dejar la prueba del pañal para otro día, porque era obvio que la bebé se sentía mal. Ya no lloraba ni vomitaba, pero no quería dormir, solo quería que la tuvieran en brazos.

Para las tres de la madrugada estaban los dos como zombis, completamente agotados, pero Adriana no se dormía, solo se adormecía un poquito y apenas intentaban acostarla se ponía a lloriquear.

Zack se metió a dar un baño para despabilarse, y cuando intentó mecer a Adriana para que Andrea se diera una ducha también la bebé se negó rotundamente.

—¡Ven conmigo princesa! Si yo te quiero mucho, deja que mami se bañe... —la animó pero no había manera—. No entiendo, ¿por qué no quiere conmigo? Creí que le agradaba —murmuró él preocupado.

Andrea respiró profundo y ladeó la cabeza.

—Bueno... a lo mejor es que está fría tu ropa, o no reconoce tu olor —lo tranquilizó—. A los bebés les gusta estar calentitos, por eso les gusta más el pecho de mamá.

Zack arrugó el ceño y antes de que Andrea pudiera decir ni una sola palabra más, ya se había tirado al suelo. Cinco lagartijas, diez abdominales, tres golpes en el pecho después y la playera afuera, Zack le quitó a la beba de los brazos.

—¡Listo, ya estoy calentito, venga para acá mi cosita hermosa!

La beba le pegó una mejilla al pecho y rezongó solo un poquito antes de quedarse dormidita otra vez. Zack miró a Andrea como si hubiera cumplido la misión más importante del mundo y ella intentó no mirarlo demasiado, pero eso estaba medio imposible porque no había una sola parte de aquel hombre que no fuera digna de mirarse.

"No te babees, no te babees...", pensó mientras Zack caminaba con la beba hasta uno de los enormes ventanales y ella veía aquel mar de tatuajes que le cubrían el torso y la espalda.

Tuvo que hacer un esfuerzo por despegar los pies del piso para irse a bañar, y dio gracias a Dios de poderle achacar todos sus suspiros al cansancio.

Sobra decir que ninguno durmió mucho esa noche, y si ella era una mamá primeriza asustada, indudablemente Zack era un falso papá primerizo muy asustado también.

—Te libero de tus obligaciones laborales hoy —murmuró mientras los ojos se le cerraban.

—Ya había pensado en no ir a trabajar —le sonrió Andrea—. De todas formas mi jefe tampoco va a ir.

Y eso era seguro, porque pocos minutos después, amaneciendo, lo vio quedarse rendido con la beba en los brazos.

Para cuando Zack logró abrir los ojos de nuevo, ya eran las diez de la mañana y en aquel departamento olía a gloria. Adriana manoteó cuando lo sintió moverse y Zack achicó los ojos.

—Tú sí que dormiste bien, princesa, ¿no es cierto? —le sonrió. Miró a todos lados y acercó la caja de pañales—. ¡Que sea lo que dios quiera!

Quince minutos después Adriana tenía las nalguitas más blancas y entalcadas que la cara de una geisha, ¡pero ese pañal estaba puesto de 10!

A Zack se le subió todo el orgullo a la cabeza y la levantó en brazos muy orondo, para perseguir aquel olor tan delicioso. No pudo evitar sonreír cuando vio a Andrea en medio de la cocina, cantando bajito y con una de sus playeras que le llegaba a las rodillas. Estaba desaliñada y era la cosa más tierna que había en aquel departamento después de la beba.

—Por favor, dime que hiciste para un batallón, porque me muero de hambre —murmuró él y Andrea se dio la vuelta para sonreírle.

—Tuve en cuenta tu tamaño —respondió poniendo en la barra frente a él un plato lleno de wafles.

Tomó a la bebé de sus brazos y si ya era hora de que él se tapara los pectorales... a los dos se le olvidó.

Un minuto más tarde Andrea lo veía suspirar y comer, comer y suspirar, mientras le hacía muecas a Adriana para verla reír.

—Gracias por ayudarme anoche —murmuró ella—. De verdad fue un lindo gesto de tu parte.

Zack se encogió de hombros.

—Ni lo digas. ¿Qué clase de novio falso sería si no te ayudo cuando me necesitas? —replicó.

—Pues la verdad es que muchas veces ni los reales lo hacen —sentenció Andrea, pensativa, pero en cuanto le vio la intención de preguntar al respecto, se le adelantó señalando a una pared—. Oye vi unas fotos tuyas. ¿Eras deportista?

Lo vio sonreír de oreja a oreja.

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