UN BEBÉ PARA NAVIDAD romance Capítulo 20

Zack se quedó mudo por algunos instantes, sin saber qué decirle. Había algo limpio y lindo en sus ojos, que le hizo palpitar el corazón con fuerza en el pecho.

Pasaron el resto del día juntos y regresaron a casa cuando el sol estaba punto de ponerse, porque la familia los esperaba para la cena.

Andrea todavía estaba nerviosa. Los padres de Zack eran muy agradables, pero no podía decir lo mismo de sus hermanas, y ni Noémi ni Chara perdían oportunidad para hacerla sentir como una intrusa. Chiara, especialmente, la miraba con recelo desde el momento en que habían llegado.

Pero a pesar de la evidente inconformidad de sus hermanas, Zack estaba decidido a que la cena fuera un éxito...

¡Y la cena fue un desastre!

Chiara no dejaba de preguntar a Andrea acerca de cómo se habían conocido, por qué no habían ido antes a conocer a la familia, si había conocido a otras novias de Zack. Andrea se contentaba con hacerla sentir incómoda y evitar sus preguntas, hasta que Chiara cometió el error de preguntarle por su hija.

—Sana y feliz, ahí la ves —siseó Andrea en respuesta.

—¡Y hermosa como sus tíos y su padre! —exclamó Milo levantando a la beba en sus brazos para jugar con ella.

—No es verdad —dijo Chiara con frialdad, mirando fijamente a Adriana—. Ella no se parece a Zack en absoluto. ¿No lo encuentras extraño, hermanito? ¿Que tu hija no se parezca a ti?

Andrea sintió como si se hubiera caído en el fondo de un pozo, pero antes de que pudiera abrir la boca, fue él quien respondió.

—Pues fíjate que no, hermanita, porque hasta donde he podido comprobar, mi novia lo que tiene es una vagina, no una fotocopiadora —siseó y las gemelas escupieron el vino de la impresión.

—¡Zack...! —exclamó Noémi.

—¡Ya dejen de hincharle las pelotas al hombre! —les espetó Loan—. ¿Ustedes no se han dado cuenta de que tampoco se parecen a mamá y papá?

—¡Loan! —exclamó su padre y Chiara se encogió de hombros, levantándose sin decir una palabra.

La cena se había estropeado.

—¿Esto va a ser así hasta que nos vayamos? —preguntó Andrea esa noche mientras Zack mecía a la bebé en el sillón.

—No lo sé, pero es que están más pesadas que de costumbre.

Y aunque él no sabía por qué sus hermanas se comportaban así, la verdad era que no dejarían de hacerlo, porque el señor Nikola, que últimamente no se entusiasmaba por nada en la vida, hacía meses que no dejaba de hablar del bebé de Zack, y había mandado a crear un fideicomiso millonario para su nieto o nieta. Cualquiera podría pensar que era su dinero, podía repartirlo como le diera la gana, pero la realidad era que las gemelas temían que aquello no se detuviera allí.

La noche fue larga, intranquila y agotadora para Zack y Andrea, apenas habían podido dormir aunque no supieran por qué.

Al día siguiente se levantaron temprano para comprar los regalos de Navidad. Fueron a las tiendas, buscando los regalos perfectos para la familia y de repente Andrea llegó con algo grande, pesado y metálico en las manos.

—¡Dime que puedo comprar esto para las gemelas! —preguntó haciendo un puchero y Zack levantó una ceja malévola.

—¡Solo si me dejas regalárselo activado! —respondió.

—¡Uy, instinto asesino, me gusta! —sonrió ella—. ¡Que sean dos!

Se pasaban los objetos uno al otro, examinándolos cuidadosamente y decidiendo para quién en la familia serían.

Mientras Andrea estaba ocupada, Zack buscaba algo para ella. Jamás la había visto usar joyas, pero una en especial en aquella tienda le recordó los primeros días en que la había conocido. La mandó a envolver en secreto y se la llevó sin que ella se diera cuenta.

Iba feliz porque planeaba regalárselo para la fiesta de Navidad que harían sus padres. La casa parecía estar tranquila, pero apenas atravesaron las puertas de la mansión cuando el señor Nikola les salió al paso y miró a Zack y Andrea con un gesto de visible desaprobación. Su voz era gélida cuando dijo:

—Creo que hay algo que debo discutir con ustedes. He visto los registros de vuelo y parece que mi nieta no lleva el apellido familiar.

La habitación se quedó inmóvil mientras Zack encajaba aquel golpe. Ya había previsto la pregunta, pero no la satisfacción en las caras de sus hermanas, que lo miraban desde el salón, como si hubieran estado esperando impacientemente por aquel enfrentamiento.

—Déjame adivinar. El registro de vuelo cayó de repente frente a tu regazo —gruñó Zack mirando a sus hermanas.

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