UN BEBÉ PARA NAVIDAD romance Capítulo 6

Decir que Andrea había trabajado duramente para prepararse y conseguir un ascenso como aprendiz de representante, era poco.

Trembley estaba más que molesto de verla con Zack tanto tiempo, pero su primer intento por despedirlo también había sido el último.

—¡Pero está intimando con una de sus colegas! ¡Eso no está permitido en esta empresa! —le vociferó al responsable de Recursos Humanos.

—Pues ya envié su carta de despido al corporativo y me la enviaron de regreso con un letrero de DENEGADO —le dijo el hombre—. No lo puede despedir.

Trembley salió de allí más que furioso, porque en cuatro meses Andrea solo había escapado de él, pero ahora parecía que tenía quien la ayudara a hacerlo. Y el idiota aquel parecía intocable.

Andrea, por su parte, seguía esquivándolo tanto como podía y aunque Trembley no le daba tregua con el trabajo, aprovechaba cada segundo para estudiar los materiales que Zack le entregaba.

Había dejado todo lo demás en segundo plano para estudiar. Apenas Adriana se dormía a su lado, ella encendía aquella lamparita y aprovechaba hasta las últimas horas de la noche. No tenía ni cuatro horas de sueño corridas y su única comida en el día era un sándwich de queso, pero estaba decidida a no rendirse y pasaba los días esforzándose sin parar.

Zack notó el cambio desde el mismo momento en que ella había tomado la decisión.

—Eres inteligente, pero más importante, eres lista. Sabes llegarle a la gente —le dijo un día—. No hay un título en Representación Deportiva. No es algo que puedas estudiar, solo es prepararte y preocuparte por tu cliente, por su vida y por su carrera, y tratar de hacer lo mejor para él.

—"Si tu cliente triunfa, tú triunfas" —lo citó ella—. "Si tu cliente gana dinero, tú ganas dinero".

—Así es —sonrió Zack—. Voy a decirte un secreto: las mujeres son mucho mejores representantes deportivos que los hombres.

—¿En serio? ¿Cómo es eso? —se asombró Andrea.

—Por el instinto maternal. Es como si los chicos fueran suyos, sus cachorros, tienen un instinto especial para protegerlos y conseguir lo mejor para ellos.

Andrea asintió y se dijo que ella podía ser así. Si ya estaban peleando con todo por su hija, también lo haría por sus clientes.

Zack se sentía satisfecho por poder impulsar a alguien que sin dudas hacía tanto esfuerzo y estaba tan dispuesta, así que un par de semanas después le hizo el peor examen del mundo. No hubo nada que no le preguntara, incluso la puso a calcular beneficios, márgenes de ganancias o de pérdidas, ejemplos de contratos y con quién podía conseguirlos, disposiciones legales en el deporte y todo, absolutamente todo Andrea supo responderlo.

—Creo que estás lista —sentenció Zack con aquella voz ronca que a ella siempre se le hacía tan imponente y distante—. Llena la solicitud y mañana se la presentas al imbécil de Trembley. El protocolo es simple, reunirá a tres o cuatro representantes y te harán el mismo examen que te he hecho yo pero más liviano.

—¿Está seguro?

—Por supuesto, nadie hace exámenes más difíciles que los míos, y si yo digo que estás lista, entonces estás lista —declaró él.

Al día siguiente Andrea escogió su ropita menos gastada entre la que tenía y llenó su solicitud. Apenas llegó el jefe en la mañana, lo saludó con la misma cortesía aunque no se la mereciera, y le entregó aquella carpeta.

Trembley la miró por unos segundos y luego estalló en carcajadas tan fuertes que todos en el piso se giraron para ver qué sucedía.

—¿¡Es una broma!? —le espetó con desprecio—. ¡Porque al menos ha servido para hacerme reír!

Andrea se sonrojó de la vergüenza cuando se dio cuenta de que todos iban a presenciar aquello, pero se obligó a sacar fuerzas.

—No, señor Trembley —contestó con franqueza—. De verdad quiero solicitar el puesto de aprendiz de representante... He estado estudiando mucho, si me hiciera el examen...

Trembley se rio más y sacudir la cabeza.

—¿Examen? ¡Por favor! Solo eres una más entre todas las secretarias inútiles que pasan por aquí con sueños imposibles. ¡Sé realista! —le espetó con desprecio—. ¿De verdad crees que alguien como tú puede llegar tan alto? ¡Eso es absurdo!

A Andrea le tembló el piso, no se había atrevido a pensar que aquello podía ser tan doloroso.

—¿Por qué es absurdo? —preguntó con una voz que intentaba parecer firme aunque le saliera algo chirriante—. Soy una mujer inteligente, fui maestra...

—¡Eres una secretaria! ¿Qué sabrías tú del deporte? —se mofó Trembley—. Eres inútil e idealista. ¿Crees que porque has visto algunos partidos te convertirás en la siguiente estrella de la representación deportiva?

Andrea no entendía qué sucedía. Trembley ni siquiera quería hacerle el examen. No podía creer en lo injusto que era aquello, pero sabía que no podía enfrentarse a él.

—¡No me hagas perder el tiempo con estas estupideces, Andrea! —siseó el gordo mientras le devolvía la carpeta.

—¡Ni falta que hace! —resonó una voz tras ella—. Usted ya lo pierde llevando esta empresa a la quiebra ¿no es así?

Trembley miró a Zack con odio, pero el hombretón tenía los brazos cruzados y la mirada fiera.

Andrea se dio la vuelta y negó.

—Ya déjalo así, por favor... —le susurró porque conocía a Trembley lo suficiente para saber que no cedería.

—¡Es que no hay razón para que rechace una solicitud sin siquiera haber hecho el examen! —gruñó Zack y Andrea puso una mano sobre su brazo.

—Por favor... no puedo jugarme el trabajo que ya tengo... —susurró.

Se giró y se alejó en silencio cruzando los murmullos del piso. De vuelta a su escritorio, abrió su gaveta y miró una foto de su hija pequeña dormida con carita sonriente al lado de un peluche de conejo blanco. Era el único juguete que tenía, quizás por eso lo adoraba.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: UN BEBÉ PARA NAVIDAD