Una familia para el solitario CEO. romance Capítulo 1

New York City, Usa.

—¡Debes abortar! —ordenó el hombre con voz enérgica.

Aquella frase retumbó en el corazón de la mujer.

—¿Perdona? —Vanessa no podía creer lo que escuchaba.

La chica había viajado durante casi cinco horas, desde el hospital de la universidad, donde se había ganado una beca para estudiar Administración de Empresas, hasta la oficina de su novio. De camino hacia allá, fue pensado dedicar más tiempo al cuidado de su bebé.

Vanessa creía que su novio Raúl Bautista, que decía amarla, estaría encantado con la noticia, después de todo parecía tan enamorado de ella que la instó encarecidamente a no usar protección esa noche y ella aceptó vacilante, pensando que él sería responsable, ya que había jurado hacerlo.

—¡Yo no me puedo hacer responsable de una criatura en este momento! —exclamó contrariado, y continuó—: Mira, Vanessa, eres demasiado joven, vas a truncar tus estudios. —Se llevó la mano a la frente—, además, estoy en el mejor momento de mi carrera, un bebé solo bloquearía mi ascenso.

—¡Estamos hablando de un ser humano! —gritó agitando sus brazos. —¡De tu hijo! —vociferó.

—Haz lo que te digo, aborta, y nada cambiará entre nosotros, ¿de acuerdo? Te seguiré queriendo. —El hombre bajó el volumen de su voz temeroso de llamar la atención de los que le rodean, intentaba contener y manipular a Vanessa.

Era la hora del almuerzo, y muchos compañeros de Raúl salían de sus oficinas, algunos lo saludaban con la cabeza, él estaba demasiado avergonzado para darse la vuelta, nadie podía enterarse que había dejado embarazada a una universitaria y que no deseaba hacerse responsable.

Vanessa volvió a mirar a su alrededor, lo empujó con fuerza, abandonó los brazos del hombre y contestó con la misma voz fuerte

—¡No creo que vuelva a amar a un hombre que quiere matar a su propio hijo, me das asco!

—¡Estás loca! ¡Baja la voz! ¿Qué tengo que hacer para que te comportes bien en mi trabajo? —El hombre bajó la voz y habló con gran desgano.

Raúl escudriñó la zona, frunció el ceño, sacó un billete de cincuenta dólares de su cartera, agarró la mano de la mujer, extendió la palma, se lo metió a la fuerza.

—Tómalo, aquí tienes dinero, no podemos seguir hablando en este momento, ve a esperarme a la cafetería de al lado, charlaremos más tarde, ahora voy arriba, tengo un poco de prisa...

—¿¡Qué es más importante que esto Raúl!? —exclamó Vanessa.

El hombre ya había desaparecido en el vestíbulo de la planta baja en cuanto las palabras salieron de su boca.

***

Vanessa, salió de ahí con el corazón hecho añicos, decidió darle una oportunidad a su novio, ansiaba que recapacitara, miraba su reloj impaciente, pero él no aparecía, ya había pasado una hora, lo llamó al móvil, para despedirse de una vez por todas de él, ella estaba decidida a quedarse con la criatura; sin embargo, Raúl no contestó, entonces decidió ir a buscarlo de nuevo.

Vanesa se apresuró a preguntar a la recepcionista:

—¿En qué planta está el despacho del señor Raúl Bautista? —indagó—, soy su novia y me acaba de decir que espere aquí un rato, pero no contestó a mi llamada.

La recepcionista comprendió el escenario de su discusión y, sin hacer más preguntas, respondió:

—Búscalo en el gran despacho de la planta diez, oficina uno de la derecha.

Vanessa se precipitó con extrema rapidez hacia el ascensor. Cuando llegó a la planta y se dirigió al pasillo, sólo dobló una esquina y de pronto oyó un tremendo gemido de mujer:

—Oh, oh, por favor Raúl, más rápido...

«¿¡Será él!?» Se preguntó en la mente. El corazón le retumbó con violencia,

—¡¿Raúl?! —exclamó Vanessa, agarró con fuerza su bolso y acelerando el paso, siguiendo la dirección de la que provenía el sonido hasta un despacho, donde no dudó en empujar la puerta semiabierta. Ahí encontró a su novio, el padre de su hijo, sudando a mares, apretado contra una rubia en topless, penetrándola con gran esfuerzo.

—¿Así que ella es la razón por la que quieres que espere? —cuestionó con la voz temblorosa y la mirada llena de decepción—. Ya veo, hasta nunca, Sr. Bautista.

El hombre se apresuró a empujar a la rubia explosiva que tenía a su lado, se subió la cremallera de los pantalones y se puso a perseguirla.

—Vanessa, espera, puedo explicar.

— ¡Te lo diré una vez más el hijo en mi vientre es sólo mío, y no permitiré que nadie lo mate!

En ese momento, cuando ella gritó la palabra hijo, varios empleados habían vuelto de su hora de almuerzo, alcanzaron a escuchar la discusión, Raúl al notar la presencia de ellos, pensó con rapidez en zafarse de aquel asunto, no le convenía un escándalo.

—¡Te volviste loca! —vociferó en voz alta para que todos lo escucharan. —Yo ni siquiera te conozco, muchacha insolente, ve y endósale ese niño a otro, a un tonto que crea en tus mentiras.

Vanessa abrió los labios, miró la gente a su alrededor susurrando, observó a Raúl con desprecio, no dijo más, había sido humillada de la peor manera, entonces salió corriendo de ese lugar donde sentía que se asfixiaba. Salió de aquel edificio, llorando desconsolada, caminó varias calles, y se recargó en un poste, se llevó las manos al vientre.

—¡Aunque aún no te conozco, eres lo mejor que tengo! —susurró—, no permitiré que tu padre te haga daño, no sé cómo, pero juntos saldremos adelante, velaré por ti, día y noche, seré padre y madre —murmuró aun sollozando—, estaremos bien, mi bebé, y no volveremos a saber de ese mal hombre que te engendró.

****

San Francisco, California.

Dos meses habían pasado desde que Vanessa se mudó a San Francisco, esa mañana tenía una nueva cita de trabajo. Todas sus esperanzas estaban puestas en conseguir ese empleo que se adaptaba a su horario de estudios. Sostenía sobre su pecho varios folders con sus hojas de vida y recomendaciones dentro.

Minutos antes Ryan Knight había salido de la iglesia escabulléndose de los invitados, se había arrancado el corbatín y tirado en el césped del jardín, apretando sus puños, había subido con rapidez a su Lamborghini.

«Jamás volveré a este lugar» había sentenciado en la mente, pisando hasta el fondo el acelerador había escapado de aquella boda que le carcomía el corazón.

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