Una loba para el mafioso romance Capítulo 3

La noche en los hoteles de Las Vegas es sin duda loca, llena de lujuria, drogas, sexo y más sexo. Un solo descuido y puedes terminar en la cama de uno o dos desconocidos por un loco trío. Ese no era el caso de la recepcionista del hotel, ya que la noche para Kara es movida por el flujo de personas que entran y salen a pasar una noche de placer, así lo capta su olfato con cada cliente que llega oliendo a excitación o sexo que tuvieron en alguna parte del camino.

—Que tengan una linda estadía en el Palacio Prince —le desea a la joven pareja gay entregándole las llaves del dormitorio que les corresponde.

Ellos asienten y le dan una linda sonrisa. Se sienten cómodos con la atención que les da ella, por lo tanto, le dejarán su linda propina al finalizar su estadía. La pareja se marcha.

La compañera de turno de Kara hace una mueca de asco cuando la pareja ya está lejos.

—Asco, Kara. ¿Cómo puedes sonreírles con tanta naturalidad? Me provoca repulsión por las cochinadas que harán. Dios, tan lindos que son. Es un total desperdicio.

Ese comentario provoca que el ceño de la castaña se frunza en desacuerdo.

—No debes de juzgar a las personas. Ellos son como tú y como yo. Su condición sexual no es motivo para despreciarles.

—La biblia dice “hombre y mujer”.

Kara rueda los ojos.

—La biblia dice muchas cosas. Si hablas de pecados, pues tener relaciones sexuales fuera del matrimonio es uno y te aseguro que el 93.2% de la población mundial lo hace antes de casarse —argumenta con el poco conocimiento que tiene de religión.

Kara nunca ha sido amante de la religión humana, por lo que aprendió más sobre la diosa luna. Todas las noches de luna llena sale a darle sus aullidos de agradecimiento.

Su compañera deja de lanzar comentarios homófobos y siguen con su trabajo que termina a las 2:00 a.m., que es cuando llegan sus reemplazos.

(…)

—Kara, mañana hay una fiesta, ¿quieres ir conmigo? —le pregunta muy ilusionada su compañera de apartamento.

Kara frunce sus labios y está a punto de negarse, pero los ojos que pone su compañera no se lo permiten.

—Está bien, iré, pero solo hasta la una —le advierte.

Su amiga asiente contenta.

Ambas están vestidas con un simple pantalón corto de pijama y una blusa top que deja al descubierto sus ombligos. Kara posee un cuerpo envidiable, pero todo eso es gracias a su naturaleza. Su amiga, Tania, le suplica a cada rato que use ropa más bonita y que luzca el espectacular cuerpo que le han otorgado. Sin embargo, Kara se niega. No le gusta llamar la atención de las personas y más si alguien intenta aprovecharse de ella. No podrá defenderse, pues su naturaleza omega no le permite matar a otros seres vivos.

—Perfecto, pero me dejarás escoger tu ropa. No acepto un no como respuesta. Me lo debes.

Suelta un suspiro, resignada.

—Bien —murmura de mala gana—. Ahora déjame dormir, ya que mañana debo estar temprano en el hotel.

—Sí, señora —susurra Tania antes de salir de la habitación de Kara, quien se cubre con su colcha azul.

Esa noche los recuerdos de su pasado vuelven a molestarla.

(…)

—Dios, Kara, esas ojeras que te cargas están de muerte —comenta su compañero del turno de la mañana.

Kara suele cambiar sus turnos con sus colegas. Total, no le molesta estar en la noche o en la mañana en el hotel.

—Pesadillas —expone.

Ricardo hace una mueca.

—Deberías darte una pasada de maquillaje —sugiere al sacar una bolsa de un cajón—. ¿Sabes usarlo? —cuestiona, dado que nunca la ha visto con maquillaje.

—Gracias, Ricardo. Me cubres mientras tanto —pide.

Su compañero asiente.

Ella se va hasta el baño de empleado, donde se maquilla tan natural como le sea posible ocultando las manchas negras debajo de sus ojos color ámbar.

Cuando va por los pasillos, un indescriptible olor a sangre llega hasta su olfato. Como toda una curiosa lo sigue. Encuentra dentro de un dormitorio a una chica muy malherida. Se acerca y se da cuenta de que no es una mujer común, sino una mujer transgénero.

—Oye, ¿estás bien? —Se queda parada en la puerta por si la chica reacciona de manera agresiva por su intromisión.

El rostro de la mujer se ilumina al ver a la joven.

—No, y necesito tu ayuda —suplica mientras sujeta su costado—. No puedo moverme.

—¿Quieres que llame una ambulancia?

Niega con desespero.

—Mis hijos no me pueden ver de esta forma.

Kara guarda silencio.

—Entiendo. Entonces, ¿qué puedo hacer por ti?

—Necesito ropa de hombre y un poco de ayuda para sacar el maquillaje.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: Una loba para el mafioso