Una loba para el mafioso romance Capítulo 7

El Don espera impaciente la respuesta de la loba mientras juega con su dedo entre sus piernas, deseoso de poder estar dentro de ella otra vez.

—Cachorrita, no tengo todo el tiempo del mundo —susurra con voz ronca y muerde la parte sensible del cuello de la loba.

—Seré susceptible ante ti, Don.

Eso lo hace sonreír en su interior y hunde dos dedos dentro de la loba.

—Buena elección —suelta con su voz cargada de arrogancia—. Quiero comprobar lo que dices. Relájate —pide al sentirla tensa después de esas palabras.

La loba respira y llena sus pulmones del picante olor que desprende la excitación del enorme hombre frente a ella. Remueve sus dedos de adentro hacia fuera para introducir un tercer dedo. Kara cierra sus ojos, se deja llevar por la estimulación del Don y echa el miedo a un lado. El dulce olor de la omega endurece la polla del Don, quien entra un cuarto dedo y expande el interior de la loba. Lleva una mano hasta su pantalón para desabrocharlo y así liberar su grueso miembro. Suspira aliviado. Baja su mano a las nalgas de la loba.

—Coloca tus piernas en mis caderas. —La carga solo con una mano.

Kara hace lo que pide y queda a la altura del rostro del Don.

Lo siente colocar su polla en su vagina y se desliza en su interior por completo. Camina por la pequeña habitación y deja la espalda de la loba recostada en el suave colchón de la cama. Poco a poco echa sus caderas hacia atrás para entrar en una sola embestida. Ella jadea. La embiste cada vez más rápido para sentir cómo su polla es bien recibida por el interior de la loba. Kara gime y echa su cabeza hacia atrás. Siente cada centímetro del Don expandir su vagina. Los dulces gemidos de la loba son música para los oídos del Don. Sus estocadas cada vez son más fuertes. La recámara se llena de ese morboso sonido que hacen sus cuerpos al unirse. Durante el acto no hay besos ni caricias. El Don nunca ha sido ese tipo de hombres, solo sabe follar y joder a sus amantes. Kara no es la excepción; le toca sentirlo y escucharlo gruñir en el hueco de su cuello con cada embestida.

—Don —gime cuando siente que está cerca de explotar.

—Córrete para mí, cachorrita —murmura en su oído y se funde más adentro. Quiere llegar más lejos con su polla.

Roncos gemidos salen de su garganta cuando la loba se contrae, se corre y empapa su polla de sus fluidos. Lubrica más su interior. Sale de su interior y se separa de su cuerpo. Con un poco de brusquedad la gira, eleva sus caderas y deja una hermosa vista de su sexo mojado.

—Cachorrita… —por su muslo se deslizan diminutas gotas de su líquido por el orgasmo— hueles de maravilla. Estás tan mojada que puedo entrar y salir a mi antojo. —Toca con sus dedos su centro húmedo.

Kara se remueve ante su toque y él sujeta su cadera para que se quede quieta. Se posiciona detrás de ella y en una sola estocada la llena por completo. La loba gime al sentirlo tan dentro de ella. Él no se contiene para embestirla fuerte y chocar sus caderas contra su culo. Sus bruscas embestidas son salvajes y dominante. Sabe que está por correrse y ya nada le impide hacerlo dentro, por lo que da varias estocadas más. Cuando llega su orgasmo, se funde del todo y se corre en lo más profundo de la loba, llenándola con su caliente esperma y marcando su territorio.

—Cachorrita, ya no puedes dar marcha atrás. —Su esperma termina de llenar a la loba—. Ya no hay nada que puedas hacer para alejarme. —Deja una suave caricia en su nalga izquierda.

Kara está muy agotada como para hacer comentarios. Él se retira de su interior. Ella se acurruca en su cama mientras un poco de líquido seminal escurre de su interior. La duda de limpiarla o dejarla así carcome su cabeza. Nunca nada similar le ha sucedido y nunca había llegado tan lejos con una amante. Kara es la primera mujer que aguanta sus dimensiones y que logra aguantarlo hasta el final. Suspira.

—Cachorra, debes ducharte. —La mueve por el hombro, pero ella no despierta, está muy agotada para hacerlo—. Joder.

Va al baño, toma una toalla y la moja para volver a la habitación. Con cuidado limpia los restos de su esperma que salió del interior de la loba. Cuando la termina de limpiar, la cubre con las colchas y escruta su rostro.

—Non so come essere altrimenti[1]. —Acaricia su mejilla roja, acomoda su ropa y se va a su despacho más relajado.

(...)

—¿Dónde haremos la fiesta de compromiso? —le pregunta Tamara al Don, entretanto, desayunan.

—Aquí —contesta sin ningún interés.

—¿La boda?

—Aquí.

—¿Puedes ponerle aunque sea una pisca de interés a esto? —inquiere cansada de la patética farsa que se arman.

—Tú sola puedes encargarte. Tengo muchas cosas importantes que hacer. —Su molestia es palpable, pero eso a Tamara no le interesa.

—¿Cómo meterte en la cama de Kara?

Él le da una mirada seria.

—Te recuerdo que todo esto es una puta farsa, solo es por un acuerdo entre familias.

—Créeme que lo sé bastante bien, pero soy tu prometida y debes respetarme.

Él se ríe con sarcasmo por lo que le pide.

—Tamara, ¿crees que soy estúpido? ¿Qué no me di cuenta de que follas con Fer? —El rostro de la joven se desencaja—. Así es, mi querida prometida, lo sé todo.

—Yo…

Eleva su mano para callarla.

—No necesitas darme explicaciones, pero recuerda ser más prudente. Soy tu prometido, y si alguien descubre lo que haces puede que sus vidas corran peligro.

La mafia italiana no perdona las infidelidades de las mujeres. Aunque el Don sepa lo que pasa, eso nunca detendrá a los cabecillas de ir por Tamara y su amante. Sus tradiciones y costumbres suelen ser muy estrictas, sobre todo, machistas, a un grado muy alto.

El Don todas las noches a la misma hora se cuela en los aposentos de la pequeña loba, donde descarga todo su estrés. Kara se muestra siempre susceptible ante el Don y hace todo lo que le pide. No obstante, hasta ahora el Don no ha exigido nada fuera de lo habitual, solo llega, ordena que se desnude y posee su cuerpo hasta saciarse para luego retirarse a su habitación. Le ha dado más libertad y le permite ir al jardín por unos minutos. De igual manera, llenó su armario con ropa de todas las marcas caras, desde Chanel hasta Dior. También llenó su cajón de ropa interior de lencerías de todos los tamaños y colores para poder apreciar el hermoso cuerpo de la loba, la cual poco a poco empieza a encariñarse con el enorme hombre.

Kara quiere más afecto por parte del Don, por lo que una noche, cuando la cargó, intentó besar sus labios y se ganó una reprimenda. Él se mostraba extremadamente negativo ante esa insolencia.

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