VENDIDA (COMPLETA) romance Capítulo 11

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NARRADOR: ERICK

Por la mañana recibí un mensaje de Sabrina —mi secretaria— el cual decía que debía ir a la empresa debido a una reunión donde mi presencia por ser el presidente era obligatoria y la cual admito que olvidé.

Así que aquí estoy, rodeado de los ejecutivos importantes de la empresa y de mi padre en el salón de juntas.

Todos están hablando sobre algo a lo que no estoy prestando atención, puesto a que tengo mi mente en otra cosa o, mejor dicho, en una persona.

Raquel...

Ni siquiera entiendo por qué razón pienso en ella, pero simplemente no puedo sacar de mi cabeza a la castaña de ojos color café y para cuándo me doy cuenta todos están levantándose de sus puestos, dando por concluida la reunión.

Con una sonrisa fingida le doy un apretón de manos a todos los presentes en la reunión, a excepción de mi padre con quién me quedó hablando un par de minutos. Me despido de él después y antes de irme le aviso a Sabrina que no vendré por unos días y que cancele todos mis pendientes hasta nuevo aviso.

Bajo al estacionamiento de la empresa jugando con las llaves del coche en mis manos, busco mi automóvil y me subo para comenzar a manejar rumbo a las afueras de la ciudad otra vez.

Un par de horas después detengo el automóvil frente a la casa en el bosque, abro la puerta del mismo y me bajo sin más.

Camino a la casa y una vez adentro me encuentro con Sandra quien está en la sala limpiando.

— Buenas tardes señor —dice cabizbaja, dejando de quitar el polvo a los cuadros colgados en la pared.

— ¿Dónde está Raquel? —me limito a decir.

— Arriba en su habitación.

No le respondo, sólo me limito a caminar hacia las escaleras y las subo de dos en dos hasta llegar a la segunda planta de la casa.

Camino por el pasillo y una vez frente a la puerta de su habitación abro sin tocar, encontrando a la castaña acostada en la cama. Con grandes zancadas me acerco, quedando de pie al lado de ella.

«Es hermosa» Sonrío por inercia, mientras la observo dormir.

Noto que sus mejillas están húmedas y su nariz está roja, lo que me hace fruncir el ceño. Intento hacerla despertar, pero ella simplemente no lo hace, no reacciona a nada, cosa que me asusta.

— Raquel despierta, por favor —me siento en la orilla de la cama, colocando su cabeza sobre mi regazo y le doy suaves golpes en la mejilla—. ¡Demonios, despierta!

Coloco mi dedo índice en su nariz para comprobar que está respirando, al hacerlo una punzada de alivio me cruzó el cuerpo.

— ¡Sandra! —grito.

La puerta de la habitación se abre poco después, dándole paso a una tranquila Sandra.

— Dígame.

— Raquel está inconsciente, busca en el botiquín de emergencias del baño el alcohol —le ordeno.

— En seguida, señor.

Sale de la habitación, en menos de cinco minutos volvió con algodón y el alcohol que le pedí en sus manos.

— Tenga —me dió lo antes mencionado—. Debe pasarlo por su nariz y...

— ¡Eso ya lo sé! —le interrumpo, humedeciendo un trozo de algodón con el alcohol—. Ahora lárgate y cierra la puerta.

Sin refutar, salió de la habitación.

Paso el algodón cerca de la nariz de la chica desmayada, poco después Raquel comienza a moverse y abre sus ojos poco a poco a medida que se acostumbra a la luz.

Suspiro aliviado, recostando mi espalda de la cabecera de la cama.

— ¿Qué-qué ocurrió? —murmura, tocando su cabeza con la mano derecha.

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