VENDIDA (COMPLETA) romance Capítulo 20

Raquel Martínez.

En cuanto abro mis ojos, noto que ha amanecido por la luz del sol que se cuela por las ventanas abiertas.

Estiro mi cuerpo todavía sobre la cama y me doy cuenta que dormí en la habitación del ojiverde. Pero él no está, tampoco su sobrino.

Me siento en la orilla de la cama para ponerme mis zapatos y desde mi posición puedo ver cómo se abre la puerta del baño, dejando ver después a un Erick recién bañado quien sólo trae puesto una toalla cubriendo su cuerpo desnudo de la cintura hacia abajo.

— Pensé que seguías durmiendo —dice cuando me vio.

Se dirigió hacia su armario y entró a buscar ropa.

— No acostumbro a levantarme tan tarde a veces —comento, tratando de no mirarlo—. ¿Por qué no me despertaste anoche?

Salió del armario y lanzo una camiseta azul de mangas cortas y un jeans a la cama, justo a mi lado.

— Porque no quise.

Sin evitarlo, una vez que se detuvo al otro lado de la cama lo miré detalladamente.

Su marcado abdomen parece estar definido cada vez más, así como sus brazos. No es el típico hombre con músculos tan marcados, pero tal cual está se ve divino. Las gotas de agua caen de su cabello todavía mojado deslizándose por sus hombros, su espalda y su torso desnudo hasta perderse en el comienzo de la toalla y me es imposible apartar los ojos de él y no seguir con la mirada el recorrido que hace cada pequeña gota por su cuerpo.

Se ve tan sexy...

Suelto un suspiro metal sin quitarle la mirada de encima.

— ¿Qué tanto me miras? —inquiere, sacándome del embelesamiento.

Levanto la mirada a sus ojos y estos los tiene estrechos mirándome con un tinte de diversión en ellos.

Puedo sentir como la sangre sube a mis mejillas a causa de la vergüenza que siento, rápido bajo la mirada.

Lo estuve mirando sin si quiera disimular un poco. ¡Que estúpida, Dios!

— No... Yo no... —tartamudeo, nerviosa.

— No mientas cariño, te ví —empieza a reír, haciendo que mi rubor sea todavía peor—. Pero oye, no te avergüences, sé que es imposible no mirarme, soy irresistible.

Levanto la mirada de golpe, mi entrecejo fruncido levemente.

— ¿Qué...? No te creas mucho, estúpido creído —ruedo los ojos.

— Di lo que quieras, pero sólo es la verdad —se encoge de hombros—. Si no fuera así, no estuvieras viéndome a punto de babearte.

— Mejor me voy —me levanto de la cama y a paso veloz camino hacia la puerta.

— ¡Como quieras! —lo escucho reírse más fuerte a mis espaldas. 

Salgo de su habitación con mi rostro todavía rojo por la vergüenza  y camino por el pasillo hasta llegar a mi cuarto. En cuanto entro voy al baño para cepillar mis dientes y ducharme.

Ya me he bañado y vestido con ropa sumamente cómoda así que sólo tomo mi celular y bajo con destino al comedor.

— ¿Donde está Thiago? —le pregunto a Erick quien está sentado en la cabecera de la pequeña mesa.

— Durmiendo en la habitación de huésped.

— Ah, bueno.

Me siento a su lado izquierdo y comenzamos a comer una vez nos sirven el desayuno.

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