VENDIDA (COMPLETA) romance Capítulo 34

Raquel Martínez.

— ¿Qué?

— Ella... va a morir —sollozó.

— Hey, cálmate —le pido, sentádome a su lado en el suelo—. No digas eso...

— Es la verdad —dice—. El diagnóstico que le dieron los médicos no fue muy alentador, el tumor está en una zona que no puede operarse y... —su voz se quiebra—. Le dieron máximo cinco meses de vida.

— Cuánto lo siento —la abrazo, a lo que ella esconde su cara en mi pecho sin dejar de llorar—. Pero no seamos pesimistas, tu tía puede visitar otros médicos...

Ella se aparta de mi y niega suavemente.

— No tenemos el dinero suficiente para eso, apenas con mi sueldo y el de su hija mayor nos alcanza para los exámenes, los medicamentos...

— Puedo prestarles y así visitan otros médicos para ver si hay solución.

— ¿De verdad lo harías? —un brillo de ilusión aparece en su mirada, así que asiento—. No sabes cuánto te lo agradezco.

— Para eso estamos las amigas, Sandra.

Le sonrío, a lo que ella me devuelve el gesto, pero dicha sonrisa no le llega a los ojos.

— Te lo pagaré todo, lo juro...

— Eso es lo de menos, ahora lo único que importa es la salud de tu tía.

Asiente y se sorbe la nariz.

— Tienes razón —concuerda—. Lo que importa es mi tía, por eso me iré ya que si todo es cierto, quiero pasar todo el tiempo posible con ella.

— Esa es buena idea

— Por eso renunciaré —suelta de golpe.

— ¿Eh?

— Mi tía vive a unas siete horas de aquí, no me daría tiempo en venir, ir y pasar tiempo con ella. Por eso lo haré.

— Oye, eso no es necesario.

— Si lo es —contradice—. Erick no dejara que me vaya así como así, me buscaría reemplazo en un abrir y cerrar de ojos.

— Por eso no te preocupes, yo hablaré con él y...

— Raquel, con que nos prestes el dinero es suficiente, no quiero abusar de tu...

— De nada —le corto—. No me cuesta nada hacerlo, así que tranquila.

Suelta un suspiro y asiente con la cabeza.

— Bien.

— ¿Cuando te vas?

— Mañana, lo que me recuerda que debo hacer mis maletas.

Se pone de pie e imitó su acción.

— ¿Te ayudo?

— No, puedo sola.

Muevo la cabeza en un gesto afirmativo y en lo que se marcha aparece Erick viniendo así mi.

— Con que aquí estabas —dice—. Llevo minutos buscándote.

— ¿Para qué?

Pregunto, a lo que él corta el espacio entre nosotros y toma mi mentón para dejar un beso en mis labios.

— Para que vayamos a la habitación.

Susurró, dejando un beso en mi mandíbula, otro bajo mi oreja y uno último en mi cuello causando que un escalofrío recorra todo mi cuerpo, erizando mi piel en el proceso.

— ¿A-a qué?

— Tú sabes a qué —se separa de mí y me sonríe con picardía.

Abro la boca para decir algo, pero me calla uniendo sus labios con los míos en un beso que no dudo en seguirle.

— Subamos... —dice sobre mis labios.

Niego suavemente y me aparto, cosa que parece molestarle un poco.

— ¿Ahora qué? —espeta.

— Necesito decirte algo...

— Luego...

— Es importante, Erick.

Suspira de manera profunda conteniendose.

— Habla.

— Más que decirte algo, quiero pedirte una cosa.

— Para ti, lo que sea.

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