VENDIDA (COMPLETA) romance Capítulo 6

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Una vez que llego a la sala me encuentro con una chica que no he visto antes en la casa.

Ella está limpiando la repisa que está arriba de la chimenea, sin embargo, no trae puesto el uniforme que le he visto a la servidumbre.

Al notar mi presencia, ella dejó de limpiar y llevó sus manos detrás de su espalda.

— Buen día, señorita —dice ella, sonriendo.

La chica es de mi estatura, tal vez unos centímetros más baja, sus ojos son de un color verde opaco, su de piel blanca bronceada ligeramente, su cabello castaño oscuro y por su apariencia le cálculo un par de años mayor que yo.

— Buen día —respondo, amable—. No te había visto antes, ¿Quién eres?

— Recién llegué —explica—. Soy Sandra.

Miro por encima de su hombro y noto como Claudia viene hacia nosotras, cuando se acercó habló.

— Señorita Raquel —sonríe al verme—. ¿Cómo ha dormido? 

— De lo mejor —sonrío, sin poder evitar que los recuerdos de la noche anterior me vengan a la cabeza.

—Veo que conoció a mí ahijada, ella estará un tiempo acá ayudando con los quehaceres de la casa.

— Que bien —sonrío—. ¿El desayuno está listo?

—Si, en un momento hago que se lo traigan —contesta y mira a su ahijada—. Ven conmigo Sandra.

Dicho aquello comenzó a caminar hacia la cocina y su ahijada la siguió sin protestar. 

Yo comienzo a comer sin más, muero de hambre.

Una vez termino con los panqueques que quedan en mi plato y una chica del servicio se hizo cargo de recoger el plato mientras yo camino hacia las escaleras con la intención de subir a mi habitación, pero el sonido del timbre hizo que desistiera de la idea por un momento.

Camino hacia la puerta principal y la abro dejando ver a una mujer que me resultó familiar, acompañada de un niño quien la tiene agarrada de su mano.

— ¿Está Erick? —pregunta la mujer.

— Sí, pero ahora está durmiendo —le dejo saber—. ¿Desea dejarle algún recado? —levanto una de mis cejas.

Ella sacudió la cabeza en forma de negación.

—No, sólo vine a traer a mi hijo, él pasará la tarde con mi hermano —explica ella.

Con razón me parece familiar, se parecen bastante...

— Bueno cariño —mira a su pequeño, agachándose para quedar de su tamaño frente a él—. Te portas bien y hazle caso a tu tío, yo vendré a buscarte en la tarde. 

El niño asintió.

— Te amo —le sonrió y depósito un beso en la frente del pequeño dejándole la marca del labial el cual ella misma quitó luego con sus dedos. 

— También te amo mamá, adiós —le dice el niño, regalándole una adorable sonrisa a su madre.

Ella le sonrió y se puso de pie 

— Soy Janneth, por cierto —se presentó y me sonrió.

— Raquel —le devolví la sonrisa.

La hermana de Erick se despide y se marcha sin más que decir; le indico al pequeño que entre y éste obedece enseguida, camino con él hasta la sala donde nos sentamos en el sofá grande.

— ¿Quieres ver alguna comiquita, película...? —dejo la frase en el aire, encendiendo el televisor frente a nosotros con el control remoto.

— Cualquier cosa está bien —responde educadamente, y me sonrió.

— De acuerdo.

— Buenos días —una voz un poco ronca se hizo presente en la sala.

El pequeño y yo giramos nuestras cabezas hacia las escaleras y en el primer escalón yace Erick de pie sonriendo.

— ¡Tío! —gritó el niño emocionado, se levantó del sofá y corrió hasta el ojiverde.

— Hola campeón —sonríe, revolviendo el cabello del pequeño—. ¿Cómo estás? Ya te estaba extrañando.

— ¡Súper! —respondió con entusiasmo—. Yo igual te extrañaba.

— ¿Ya desayunaste? —le pregunta—. Puedo decirle a Claudia que te prepare lo que más te gusta.

— Si, comí antes de venir.

— Ya —asintió, y su mirada se desvió hacia mí—. ¿Tú también desayunaste? — me preguntó.

— Sí.

— Veo entonces que me tocará comer solo —murmura.

— Tío, ¿más tarde podemos ir a comer helados? —le pregunta de repente.

— Por supuesto, pero tengo que revisar algo del trabajo, después de eso iremos —le sonrió—. ¿Quieres acompañarnos? — me miró alzando una ceja.

— Eh, sí. No veo inconvenientes a eso.

— De acuerdo, iré a desayunar así que quédate acá con Raquel mientras tanto.

Él asintió volviendo a mi lado mientras su tío camino en dirección al comedor.

— No, nada, sólo ignorame —responde Erick sonriendo, caminando hacia nosotros—. Si ya terminaron, podemos irnos cómo quedamos.

— ¡Si! —exclamó el pequeño levantándose.

— Déjame recoger el desastre que hicimos primero —dijo desarmando las cosas que hicimos para comenzar a guardar todo en la mochila que trajo Thiago.

— Te ayudo —se ofrece el ojiverde agachándose a mi lado y con su ayuda guardo todas aquellas figuras.

Pongo la mochila en el sofá y después los tres salimos de la casa para subirnos al automóvil e irnos. 

En poco minutos, unos veinte o treinta tal vez, llegamos a una heladería no tan lejos de la zona residencial donde vivimos, de hecho, después de detallarla caigo en cuenta que es la misma a donde vine con Joel.

Cuando entramos nos sentamos apartados del ventanal y una chica realmente amable se encargó de tomar nuestros pedidos de tres helados de saberes diferentes. 

Sólo bastaron unos pocos minutos para que la chica vuelva con nuestros helados y se marché otra vez. 

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