VENDIDA (COMPLETA) romance Capítulo 1

NARRADOR: Raquel.

—Adiós, chicos. ¡Disfruten sus vacaciones!

Después de despedirse de todos, Karen —nuestra profesora de cálculo— abandona el aula de clases. Todos se ponen de pie y la imitan. No soy la excepción, ya que después que guardo mis cosas dentro de mi mochila salgo en compañía de mi amiga Addy.

Afuera más de uno parece estar contento. Incluso yo lo estoy. Y no es extraño teniendo en cuenta que es el día más deseado por todos aquí: el final de las clases.

¡Yupii!

Se acabó el tener que desvelarme estudiando para exámenes o para hacer alguna tarea, porque soy lo suficientemente estúpida que todo lo dejo para última hora. Se acabó el levantarme temprano, ahora podré dormir hasta la hora que quiera. Se acabaron las largas y aburridas horas fingiendo que presto atención a lo que el profesor dice, cuando en mi mente estoy imaginando cómo sería mi vida si tuviera a un Jack Ross, un Nick Nelson o un Axen Dannet.

Oh. Sería tan perfecta.

Y por eso quiero que sea de noche para así ir con mis amigos a algún bar a celebrar el comienzo de las vacaciones y que ya no veré más las feas caras de mis compañeros por un tiempo.

—Vamos al baño —me pide Addy cuando salimos del aula—. Necesito hacer pis.

Asiento y caminamos hacia el baño que está al final del pasillo. En lo que entramos mi amiga ingresa a uno de los cubículos vacíos a la vez que una chica sale del que está al lado; la miro de reojo cuando se posa a mi lado para lavar sus manos, después se va.

—¿Estamos solas?

Miro los cuatro cubículos restantes con lentitud. Todos tienen las puertas medio abiertas y por dentro están vacíos.

—Afirmativo.

—Cierra la puerta —escucho cómo le baja al retrete—. Necesito contarte algo.

Hago lo que me pide.

—Listo.

Addy sale del cubículo. E intento preguntar si está bien al ver que su semblante cambió y parece estar asustada y preocupada, pero antes de que pueda abrir la boca, ella se apresura a soltar lo que la tiene así, como si fuese algo equis:

—Engañé a James.

Si mi mandíbula no cayó al suelo, fue porque está atada a mi cara.

—¿Qué?

—Y con su mejor amigo.

Repito: ¿qué?

—Tienes dos segundos para que me cuentes todo.

Y así pasamos los siguientes veinticinco minutos encerradas en el baño. Addy contándome todo y yo escuchando atentamente cómo fue que se enrolló con el mejor amigo de James estando en una fiesta de disfraces porque pensó que su novio la engañaba con otra chica, cuando resultó ser falso —o eso le aseguró él—. Y ahora le aterroriza que se entere de su metida de pata.

—Ahora pregunto —digo, cuando finaliza—. ¿Qué no podías asegurarte primero si te ponía los cuernos o no?

—Yo… todo apuntaba a que lo hacía, ¿vale? Y estaba molesta, decepcionada y triste —cuenta—. A esto súmale que un poco ebria también.

La miro, arqueado una ceja.

—¿Solo un poco?

—Bueno, bastante ebria —se corrige—. Y sabes que cuando lo estoy hago las cosas sin pensar.

—Si y hay que ver qué eres estúpida.

—¡Oye! Sin insultos, por favor.

La ignoro, y continúo:

—¿Follarte al mejor amigo de tu novio? ¿Qué no había más chicos en esa fiesta?

—El follarme a su amigo no estaba en mis planes —asegura—. ¡Llevaba máscara! Ni siquiera supe que era él, hasta que desperté en su habitación.

Sacudo la cabeza con desaprobación.

—¿Qué planeas hacer? —pregunto.

—No lo sé.

—¿Se lo dirás?

Addy palidece.

—No. Si se entera, me odiará de por vida. Y querrá matarnos a ambos por traicioneros.

—Se lo ocultaras —doy por hecho.

Negó.

—Ocultárselo no sería honesto…

—¿Pero follarte a su amigo si lo fue? —las palabras salen solas de mi boca.

Me da una mirada recelosa.

—No me estás ayudando.

Suspiro. Es cierto.

—Perdón. Pero nunca creí que harías tal cosa.

—Yo tampoco —asegura—. Soy una zorra.

Frunzo el entrecejo.

—Lo que ocurrió solamente fue un simple momento de debilidad —la calmo—. Uno que no volverá a pasar. No por eso lo eres.

—Yo creo que sí.

Niego e intento contradecirla otra vez, pero en ese momento se escuchan unos golpees a la puerta del baño.

—¡Necesito entrar! —exclama una chica, con urgencia en su voz—. ¡Abran!

Addy suspiró.

—Vámonos.

Abrió la puerta y la chica que estaba del otro lado entro como un correcaminos, encerrándose en uno de los cubículos.

Addy y yo salimos del baño, caminando por el pasillo quise retomar la conversación de hace un momento, pero una suave melodía dentro del bolsillo de mi pantalón empezó a sonar.

Saco mi celular y la imagen de papá aparece en la pantalla. Sin dudarlo, deslizo mi dedo hacia arriba por la pantalla táctil y llevo el celular a mi oreja.

—Hola, papá.

—Hola, cielo —me saluda, al otro lado de la línea telefónica—. ¿Cómo estás?

—Bien, bien. ¿Pasa algo? —el que me llame a estas horas me parece extraño, por lo general es cuando más ocupado está.

Escucho como suspira.

—No, bueno si... he olvidado unos documentos importantes sobre la cama hoy.

—Y quieres que te los lleve —termino por él.

—Solo si puedes.

—Si puedo, dame media hora.

—Gracias, cariño.

Cuelga y guardo el celular nuevamente.

—¿Sucede algo? —preguntó Addy.

Niego con la cabeza, enganchando mi brazo con el suyo para retomar nuestra caminata al estacionamiento. Una vez llegamos vamos directo a donde he parqueado mi coche está mañana, abro la puerta del piloto y veo a mi amiga.

—¿Te llevo?

Negó.

—Me iré andando.

—Tu casa no queda muy cerca, Addy.

Se encogió de hombros.

—Desperté con ganas de caminar —no le creo. Pero hago como que sí—. Nos vemos más tarde.

Se despide dándome un beso en la mejilla.

—Va. Y recuerda que tenemos una conversación pendiente.

Addy hace una mueca, pero mueve la cabeza en un gesto afirmativo.

Subo a mi coche y lo pongo en marcha sin más, saliendo del estacionamiento con destino a casa.

La zona residencial con enormes casas de estilo moderno, inglés o victoriano que valen millones de libras y sus bien cuidados jardines me recibe a los pocos minutos. El vigilante me deja pasar al reconocerme, y detengo el coche frente a mi casa. Soy rápida al bajarme y entrar.

—¡Mamá! —la llamo—. ¡Mamá, llegue!

No recibo respuesta.

—¡Mami!

Nada.

Solo silencio.

Y el que sea así es porque no está.

Subo a la habitación de mis padres en la segunda planta. Allí sobre la cama encuentro los documentos que papá mencionó así que los tomo y vuelvo al coche.

Me toma cuarenta minutos llegar a la empresa familiar debido al tráfico infernal que hay en las calles de Londres. Dejo el coche en un sitio libre frente al gran edificio y entró al mismo después, en la recepción me dan el pase de visitante, porque, aunque me conozcan es obligatorio usarlo si se es ajeno a la empresa.

Subo en el ascensor que se abre a los pocos segundos y me detengo frente al escritorio de la secretaria de mi padre. Una mujer mayor que me mira por encima de sus gruesos lentes y me da una cálida sonrisa.

—Hola linda.

—Hola, Denisse —la saludo, sonriendo—. ¿Papá está en su oficina? Vine a traerle esto.Le enseño la carpeta que tengo en mis manos.

—Acabo de llegar de mi hora de almuerzo, no sabría decirte...

—En ese caso iré a ver.

Denisse mueve su cabeza en un gesto afirmativo y me alejo de su escritorio. Voy a la oficina de mi padre que es la última al fondo, esbozo una sonrisa y me preparo para tocar la puerta una vez me detengo frente a la misma, pero...

—¿Es su última palabra, Jorge? —adentro un hombre le pregunta a mi padre.

Nadie más habla. Todo queda en silencio por unos segundos y doy un paso atrás para irme con Denisse mientras papá habla con ese hombre. Pero detengo mis intenciones con lo próximo que escucho:

—En ese caso. Mi abogado mañana le traerá la demanda —dice el hombre—. Buen día.

Frunzo el entrecejo, sin comprender por qué alguien querría demandar a papá.

Y no puedo pensar en una razón coherente porque pronto oigo pasos adentro que se detienen al llegar a la puerta, en esta veo una silueta borrosa y entro en pánico. Van a descubrir que los estaba espiando sin querer y creerán que soy una chismosa.

Lo eres.

Pero ellos no tienen por qué saberlo.

Afortunadamente, el que papá hablé en ese momento me salva de ser descubierta.

—No, espera —le dice—. Y—yo...

Guarda silencio un instante.

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