VENDIDA (COMPLETA) romance Capítulo 2

— ¿Qué? —suelto después de un par de minutos en silencio debido a la impresión que me han causado sus palabras.

— Vas a irte —repite él, sumamente calmado.

Irme... ¿Yo? ¿Con no sé quién?

No, no, no.

Eso es sin dudas una broma.

Eso es.

A papá le gusta bromear siempre.

Y es lo que está haciendo ahora.

— Papá, sabes que no me gustan este tipo de bromas.

Papá calla unos segundos, desvía la mirada a mí madre por fracción de segundos y ella le da una mirada recelosa.

Jorge suelta un suspiro y vuelve a mirarme, está vez su expresión se endurece al decir:

— No bromeó, lo harás.

— No —dice mamá de inmediato, negando—. Raquel no hará eso. No sé irá.

— Tiene que hacerlo...

— He dicho que no —repite ella, sin opción a réplica—. No la obligarás a algo que no desea por tu mala administración en la empresa. Y por tus malditos vicios.

— Expliquen que rayos sucede —exijo—. Porque no entiendo nada.

—Nos hemos quedado en quiebra por culpa de tu padre y su maldito vicio de apostar —mamá cuenta—. Y para no perder la empresa, te ha dado a ti en garantía de que si le pagará al hombre que le debe dinero.

— ¿Qué?

Desvío la mirada hacia el hombre que se hace llamar mi padre y él aparta la suya hacia otro lado avergonzado y cabizbajo, apretando su mandíbula.

— ¿Eso es verdad?

No responde, ni siquiera me mira.

— Papá...

— No tenía otra opción —suelta, murmurando—. Tuve que...

Dejo de escucharlo cuando parte de una conversación viene a mí mente justo en ese momento y todo hace click en mi cabeza.

"— ¿Es su última palabra, Jorge? —escucho como desde adentro un hombre le pregunta a mí padre."

¿Es posible...?

"— ¡Espere! —esta vez quien habla es mi padre—. Yo... Acepto tu propuesta.

— ¡Perfecto! —por su tono repentinamente alegré deduje que está sonriendo—. Entonces mañana mi chófer pasará por ella al mediodía."

— En tu oficina —murmuro, comprendiendo todo—. Esta fue la propuesta que le aceptaste a ese hombre.

Con eso logro que papá vuelva a mirarme, está vez con el entrecejo levemente fruncido en un claro gesto de confusión mezclada con sorpresa.

— ¿Cómo sabes...?

— Los escuche —confieso—. Y déjame decirte una cosa papá, no voy a irme a vivir con nadie, mucho menos con un desconocido.

— Cariño, si no lo haces pueden demandarme.

Muevo la cabeza en un gesto de negación, sin dar mi mano a torcer.

— Me pondrán una multa que no podré pagar, Raquel. ¡Puedo perder la empresa! —continua, la desesperación se hace presente en su voz—. ¡Puedo ir incluso a la cárcel!

Mi gesto cambia ante su inesperada confesión, se suaviza y pasa a uno lleno de incredulidad a la vez que mi corazón deja de bombear sangre con normalidad.

Ha dicho... ¿Cárcel?

Justamente, eso ha dicho.

No, papá no.

Él no puede ir a ese lugar. Nunca. Jamás.

No lo soportaría.

— Jorge, ya basta —le advierte mamá—. No le llenes la cabeza de...

— Estoy diciendo la verdad —papá se gira abruptamente hacia ella, furioso de que no le crea—. Erick y su padre puede enviarme a la cárcel si así lo desean. ¡Entiéndelo de una puta vez, joder!

Lucia, mi madre, da un respingo a la vez que sus depiladas cejas se alzan con sorpresa ante el tono tan brusco con el que su esposo le ha hablado o, mejor dicho, gritado.

Nunca antes lo había hecho, nunca había usado aquel tono para dirigirse a mamá. Ni siquiera cuando se enfadaba lo hacía, mucho menos le alzaba la voz de tal manera. Y esto nos ha tomado por sorpresa, no sólo a ella, a mí también.

Mamá no se atreve a hablar nuevamente, yo mucho menos. Todo a nuestro alrededor en la sala se apodera de un sepulcral silencio. Papá se pasa las manos por la cara, inhalando y exhalando, tratando de mantenerse sereno. Y cuando se gira hacia mí y clava sus ojos suplicantes en los míos, parece mucho más calmado que segundos antes.

— Raquel, cielo, de que lo hagas depende mi libertad.

No respondo, permanezco mirando sus ojos verdes los cuales son idénticos a los míos. Papá avanza unos pasos hacia mí hasta quedar frente a frente y con sus manos toma las mías.

— Debes irte con Erick —su tono es suave, pero no deja de sonar demandante.

— No puedo, papá —repito más para mí misma que para él, convenciéndome de ello—. No lo conozco. ¡Ese tal Erick puede ser un anciano, calvo y regordete, un criminal, incluso un violador o un asesino!

— Él no es nada de eso —se apresura a decir—. Te lo puedo asegurar. Confía en mí. En tu padre.

— Y-yo...

— Por favor, cielo, ayúdame.

Cierro mis ojos ante la notable desesperación en la voz del hombre frente a mí y aprieto con fuerza mis párpados sin saber qué carajos hacer, no es una decisión fácil de tomar porque, por un lado, si acepto casarme estaría obligada a estar al lado de un desconocido que no quiero y no me quiere a mí, con el que solo seré infeliz. Mientras que, si no acepto, estaría condenando a papá a estar años en prisión injustamente.

¿Qué debo hacer?

¿Qué decisión debo tomar?

Abro los ojos, está vez los clavo en un punto detrás de mí padre. En mamá, quien al darse cuenta de la súplica en mi mirada se apresura a decirme en un tono apagado:

— No tienes la obligación de hacerlo si no quieres, cariño.

Y eso es lo contrario a lo que siento en estos momentos.

Mi madre da unos pasos dentro de la habitación, hasta posicionarse frente a mí. Teniéndola más de cerca puedo ver su rostro a detalle y darme cuenta de que sus ojos están rojos e hinchados, no trae maquillaje así que también noto unas medias lunas debajo de sus ojos. Indicándome que tampoco pudo dormir durante la noche de ayer.

— Él no puede obligarte a hacer esto —murmura, sus ojos se cristalizan en cuestión de segundos.

— Él no me está obligado.

— No, te está manipulando que es diferente.

— Eso no...

— Si lo está haciendo —me interrumpe ante mi negativa—. Pero el amor que le tienes no permite que lo notes.

Niego con la cabeza, prefiriendo callar y me giro para cerrar la maleta llena con mis prendas que yace abierta sobre mi cama.

— Cielo, no lo hagas, por favor.

El que su tono de voz cambie a uno lleno de súplica acompañado de un fuerte sollozo hace que una punzada de tristeza se alojé en mi pecho.

No quiero irme, no de esta forma. Y menos tenerlos lejos. Sin embargo, aunque esto nunca estuvo en mis planes, es mi deber hacerlo así no lo desee.

Por lo que escuché ayer, sólo debo irme a vivir con aquel desconocido por un corto tiempo hasta que papá pagué el dinero completo, que prometió lo haría lo más pronto posible.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: VENDIDA (COMPLETA)