VENDIDA (COMPLETA) romance Capítulo 28

Raquel Martínez.

Al tropezar con aquella persona hice que por poco mi celular cayera al suelo, eso lo puede evitar, lo que si no pude fue que el café de derramará sobre la blusa de la mujer con la que choque sin querer.

— Perdón...

Intento disculparme, pero la mujer me interrumpe alzando la voz y haciendo que varios de los presentes nos mirarán.

— ¡Eres un estúpida! —dice, furiosa—. ¡Mira como has dejado mi blusa, la estropeaste! ¿Acaso no ves por dónde caminas?

La chica es linda, sí, es algo que no puede negarse. Su cabello es color rubio, largo y brillante, es un poco más alta que yo y tiene unas curvas envidiables, pero su actitud es un asco, cosa que opaca su belleza.

— ¡Ah no, mi cielo, a mí no me hables así! —me hago oír—. Te acabo de pedir disculpas, así que baja le dos rayas a tu drama, ¡es una simple mancha!

— ¿Acaso es que crees que con tus disculpas está simple mancha se va a quitar? —alzó una de sus depiladas cejas—. ¡Pues no, no lo hará!

— No tengo tiempo para andar gastando lo contigo, así que apartate de mi camino.

La hago a un lado y voy directo a la oficina de Erick, su secretaria no está para que me anuncié así que voy y tocó la puerta.

— Adelante.

Dice así que entró, y lo encuentro sentado en la silla giratoria de su escritorio, tiene la cabeza hacia atrás y sus ojos cerrados.

Cuando los abre y me mira, tira de sus labios formando una sonrisa que le ilumina la mirada mientras se incorpora. Camino hacia él para sentarme en la silla que tiene frente a él y cruzó mis brazos contra mí pecho, sin poder ocultar la molestia de lo ocurrido hace un momento.

Él ojiverde se da cuenta y su sonrisa desaparece.

— ¿Qué sucede?

— Nada —contesto—. Ignora que estoy aquí y sigue con lo tuyo.

Erick se levanta de su silla, rueda el escritorio y se apoya de este a mi lado cruzando sus brazos sobre su pecho.

— A ver, Raquel —empieza—. Si llegas así es claro que no puedo ignorarte y menos si traes esa cara, así que empieza por hablar.

Ruedo los ojos, fastidiada.

— He tropezado con una chica en el pasillo, su café macho su camisa y su actitud me molestó, eso es todo.

— ¿Segura?

Muevo la cabeza en un gesto afirmativo.

— ¿Quién era esa chica? —pregunta.

— No tengo idea —digo—. Una rubia insufrible.

— Alondra —murmuró, haciéndome fruncir el entrecejo, por lo que explica; — Es mi nueva secretaria, trabaja conmigo desde que Sabrina se marchó.

Asiento despacio con la cabeza.

— Ven.

Extiende su mano hacia mi y la tomo poniéndome de pie, lo que él aprovecha para rodear mi cintura con sus manos acercándome más a su cuerpo.

— Te ves hermosa molesta, ¿sabías? —sonríe, rozando su nariz con la mía—. Muy tierna.

Arrugo el gesto, colocando mis brazos sobre sus hombros.

— No soy tierna.

— Si lo eres.

— Que no...

Él me interrumpe con un beso feroz que le devuelvo con las mismas ganas clavando las uñas en sus hombros mientras él mete una mano por dentro de mi camisa y acaricia con suavidad mi espalda, mientras baja su otra mano a mí trasero al cual le da un apretón que me pone a jadear contra su boca por lo inesperado.

Sé aparta del escrito sin despegar nuestros labios y me gira dejándome sentada sobre escritorio, separa mis piernas y se coloca entre ellas.

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