VENDIDA (COMPLETA) romance Capítulo 3

Si mi mandíbula no cayó al suelo, es gracias a que está atada a mi cabeza.

—¿Tú? —logro decir, con voz casi audible.

Erick me sonríe, coqueto.

—Es un gusto volver a verte, Raquel.

Frunzo mis labios en un línea recta, poco contenta.

—He de suponer que fuiste el imbécil que creyó que soy un objeto y que se atrevió a obligar a mi padre que me diera como garantía de pago.

—No creo eso —aclara—. Pero si fui yo.

Clavo las uñas en las palmas de mis manos, sintiéndome repentinamente molesta por su cinismo.

—¿Por qué haces esto? —pregunto—. ¿Qué ganas teniéndome aquí?

Él guarda sus manos dentro de los bolsillos de su pantalón y da varios pasos hacia mi, quedando más cerca. Y me da una sonrisa de medio lado.

—Mucho —se limitó a responder.

—Eso no responde por qué haces todo esto, idiota.

Erick soltó una pequeña y suave risa, provocando que hunda mis cejas sin comprender que es lo que le causa tanta gracia.

—¿Qué? —espeto.

—Te recomiendo uses un tono más… cordial al hablarme, preciosa —pide, sin borrar su estúpida sonrisa—. Y respecto a tu pregunta; hago esto porque quiero.

— Eres un...

— Hey —me corta—. También ten cuidado como me llamas —da otro paso hacia mí y como es más alto, me veo en la obligación de levantar la cabeza para verlo—. Mientras estés aquí no tienes de otra que acatar mis reglas, te guste o no. No querrás saber cuáles son las consecuencias de no hacerlo.

Ruedo los ojos, mirando en dirección contraria a su rostro.

— Mírame cuando te hablo —ordena, tomando mi mentón de manera brusca—. ¿Comprendes?

No le respondo.

— ¡Qué si comprendes, joder!

Doy un pequeño brinco por el repentino grito, y asiento.

— Sí.

— Perfecto — Sonríe apartándose de mí. — Lárgate, necesito trabajar.

Caminó hasta su escrito, lo rodeó y se sentó en su silla a observar unos cuantos papeles que hay regados sobre el escritorio de madera.

Intento que mis pies se muevan a la puerta, pero fracaso en el intento, me quedo observándolo hasta que su mirada se encuentra con la mía una vez más.

— ¿Eres sorda o qué? ¡Largo!

Su grito me sirvió para salir de allí.

Camino por el pasillo hasta volver a la sala analizando la situación en la que mi queridísimo padre me ha metido con este chico.

— ¿Todo bien? —una mujer morena aparece en la sala, algo preocupada—. Escuché al joven Erick gritar desde aquí.

— Si... Creo que se enojó.

Confieso, sentándome en el sofá color marfil con forma de L de la sala. La señora suelta un suspiro, sentándose a mi lado.

—Erick no es mala persona —dice. Pero creo lo contrario—. Pero las circunstancias lo obligaron a cambiar. Ya no es el mismo y si desea que su estadía aquí sea agradable, no le lleve la contraria, por favor.

— ¿Por qué cambio? — pregunto, curiosa.

La mujer morena me ignora, levantándose del sofá.

— Sus maletas están en su nueva habitación, sígame.

Suspiro, levantándome y la sigo en silencio.

Subimos las escaleras hasta el segundo piso de la enorme casa y caminamos por el pasillo hasta detenernos en una puerta en particular.

— Está es su habitación —avisa, abriendo la puerta.

Entro a la habitación y debo admitir que es hermosa, también mucho más grande que mi antigua habitación.

Las paredes están pintadas de color beige, hay dos puertas más adentro; el baño y el armario. Hay un pequeño escritorio donde yacen varias cosas y sobre éste hay una repisa la cual tiene uno que otros libros, en un rincón hay un espejo de cuerpo completo, hay un televisor enorme frente a la cama que también es enorme y un ventanal con varias plantas sobre éste, entre otros pequeños detalles que hacen la habitación hermosa.

— Es hermosa — murmuro, observando detenidamente todo a mi alrededor.

— Si, cuando remodeló la casa el joven Erick se encargó de que cada habitación luciera espléndida. —cuenta—. Él es arquitecto.

Debo admitirlo, hizo un buen trabajo con eso.

— Sus maletas están allá —indica, señalándolas con su dedo—. Arregle sus cosas, si me necesita estaré en la cocina.

— Gracias.

Ella sale de la habitación cerrando la puerta detrás de ella.

Suspiro, y me encamino hasta el pie de la cama donde yacen las maletas a un lado. Las subo a la cama, y una por una voy sacando todas mis cosas para después ir a guardar cada cosa en su respectivo sitio.

Dos horas después.

Guardo la última prenda en el armario y dejó las maletas dentro del mismo también, es amplio así que caben.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: VENDIDA (COMPLETA)