VENDIDA (COMPLETA) romance Capítulo 36

Raquel Martínez

Llego a la empresa y voy directo a la oficina del ojiverde sin detenerme a preguntar si está o no.

Abro de golpe la puerta y él levanta su cabeza al instante, al verme una sonrisa aparece en su rostro.

— Que sopresa más agradable... —dice—. ¿Por qué no me...?

Calla al ver mi cara de angustia mientras trato que mi respiración vuelva a la normalidad.

— ¿Qué ocurre?

— Yo... el parque... un niño... —balbuceo, echándome aire a la cara con ambas manos.

— A ver, Raquel —se levanta de su asiento y viene hacia mí—. Siéntate, tranquilízate y dime qué te ocurrió.

Tomo una bocanada de aire y la expulso tratando de tranquilizarme, tomando asiento junto a él en los sofás del rincón.

— Yo... estaba en el parque en el que estábamos ayer y un niño se acercó a mí, y me dió esto —le entrego el sobre.

Él lo toma con desconfianza y a medida que va leyendo lo que hay dentro su ceño se frunce.

— ¿Qué es está ridiculez?

Arrugo la hoja y la lanza en el cesto de basura.

— ¿Quién era ese niño?

Me encojo de hombros dándole a entender que no sé.

— Me lo enviaron con él, eso fue lo que me dijo.

— ¿No tienes idea de quién pudo haber sido?

Niego con la cabeza.

— No, de verdad no sé quién querría hacerme daño y todo porque estoy contigo.

— Hay que avisarle a la policía —dice pensativo—. No está demás tomar esas medidas de seguridad.

— Pero y si...

— Pero nada —me calla tomando mi rostro entre sus manos—. No te pasará nada, mientras yo esté a tu lado evitaré que te hagan daño, ¿vale?

Asiento con la cabeza y él deja un beso sobre mis labios, aunque se aparta de mí cuándo abren sin tocar la puerta de su oficina.

— Señor... —al vernos guarda silencio—. perdón, pensé que estaría ocupada.

— ¿Por qué entras sin tocar, Alondra? —pregunta Erick, serio.

— Y-yo, disculpe, solo quería avisarle sobre la reunión que tiene un pocos minutos.

— Suspendela hasta nuevo aviso —dice, y se vuelve a centrar en mi—. ¿Quieres que vayamos a casa o...?

— Erick tienes una reunión...

— Pero la cancelé —me corta y se levanta extendiendo su mano hacia mi—. Vamos.

Resignada tomo su mano y me levanto, cuando él se gira nota que su secretaria sigue ahí mirándonos con un toque de enfado en sus ojos.

— ¿Sigues ahí? —dice—. Te di una orden, ¿qué esperas para cumplirla?

— Yo... enseguida señor.

— Para la próxima toca antes de entrar.

Ella asiente con la cabeza.

— Disculpe nuevamente.

Se da media vuelta y se marcha.

— Si quieres espérame en el estacionamiento, allí está Marcos —dice—. Yo ahorita te alcanzó.

Asiento con la cabeza y salgo de su oficina rumbo al ascensor para ir al estacionamiento como me dijo Erick.

Cuando paso por el escritorio de la ridícula de la secretaria del ojiverde ella me mira mañana, de hecho, si las miradas mataran yo ya estuviera tres metros bajo tierra. Pero no le doy importancia y entró al ascensor, aprieto el botón para bajar al sótano y salgo cuado se abre, voy hasta donde está el chófer de pie fuera del auto, lo saludo como de costumbre y me subo al auto, poco después bajó Erick y nos fuimos a la casa

[×××]

Estoy en casa.

Hace una hora llegamos y estamos acostados mirando una película de terror la cual me hace gritar de un dos por tres con varias escenas, mientras él hombre a mí lado se muere de la risa.

Cuando acaba Erick baja a pedirle a Claudia que nos prepare algo para comer mientras yo me doy un ducha, el agua tibia recorre cada centímetro de mi piel y yo no puedo olvidar aquella carta que recibí en el parque. Es que ¿quién querría hacerme daño? ¿Quién quiere tanto a Erick cómo para poder hacerlo solo porque estoy a su lado?

Esas preguntas rondan por mi cabeza y por más que trato no puedo dejar de pensar las.

Acabo de bañarme, salgo al cuarto y me visto con un pijama de short y suéter gris en el vestidor.

Bajo al comedor mientras amarro mi cabello en un moño desaliñado, ahí está el ojiverde sentado en su respectivo puesto, le doy un beso en los labios y me siento mientras la muchacha del servicio se encarga de servirnos la comida.

Comemos en completo silencio, al acabar ayudo a Claudia a recoger los platos y llevarlos a la cocina, ella se marcha por insistencia mía y me quedo yo fregando los platos y vasos hasta que unas frías manos rodean mi cintura por detrás.

— Con ese pijama te ves hermosa —dice a mi oído, mordiendo el lóbulo de mi oreja—. ¿Sabes cómo te veías todavía más hermosa?

Niego con la cabeza sin poder ocultar la boba sonrisa que se forma en mis labios.

— Dime a ver...

— Sin nada puesto...

Dice contra la piel de mi cuello, dejando besos húmedos en dicho sitio.

— Erick sé por dónde vas, y ahora no tengo ganas.

Tomo un paño pequeño y seco mis manos dándome la vuelta, él rueda los ojos y se aparta un poco de mí.

— Bien.

— Oye, casi lo olvido... Joel nos invita a la reunión que se hará por el aniversario de la empresa de su padre en unos días.

— ¿En unos días? —dice, pensativo—. Tengo mucho trabajo está semana, así que no sé si pueda... Pero tú si puedes ir si así lo deseas.

— No, si no puedes, entonces prefiero quedarme acá

— ¿Segura? —arquea una ceja.

— Si —asiento y una sonrisa traviesa se forma en mis labios.

Me acerco a él y rodeo su cuello con mis brazos, dejó un beso en sus labios, otro en su mandíbula y uno último en su cuello.

— Tan segura como que quiero que me folles ahora mismo.

Le susurro en el oído, y ahora soy yo quien muerde el lóbulo de su oreja.

— Pero tú dijiste...

— Cambie de opinión, cualquiera puede hacerlo, ¿no?

— Bipolar...

Dice, mientras una sonrisa sale en su rostro.

Pegó más su cuerpo del mío y unió sus labios con los míos en un beso que me demuestra que me tiene las mismas ganas que le tengo yo a él.

Las manos de Erick baja a mí cintura y me levanta así que enrollo mis piernas alrededor de su cintura, y mientras avanzamos escaleras arribas le da un fuerte apretón a mí trasero que me pone a jadear contra su boca.

Adentro de la habitación caminamos a la cama mientras de manera desesperada nos quitamos la ropa hasta quedar completamente desnudos.

Me dejó caer sobre la cama y Erick se subió encima mío sin dejar caer todo su peso sobre mi pequeño cuerpo.

Comenzó a dejar besos por todo mi abdomen, ascendió hasta mis pechos los cuales lamió, pellizco y chupó sacándome gemidos llenos de placer, y culminó con un beso feroz mientras estrujó su miembro en mi entrepierna, provocando que me ponga más cachonda.

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