VENDIDA (COMPLETA) romance Capítulo 74

NARRADOR; Raquel.

No tengo ni idea de qué hora es.

Lo único que tengo claro es que es más de media noche y, si no lo es, pronto lo será.

He querido llamar a Erick pidiéndole que venga a casa, pero mi orgullo no me lo ha permitido así que aquí estoy.

Otra vez sola en mi habitación.

Por más que intento no puedo conciliar el sueño; mi mente no para de pensar y pronto me veo a mi misma poniéndome de pie incapaz de seguir aquí.

Me coloco las pantuflas y salgo de la habitación. Todo está a oscuras así que camino sosteniéndome de la pares que está a mi izquierda para evitar cualquier cosa.

Cuando llego al final del pasillo consigo ver un poco por las luces que entran por los ventanas que hay en la sala y bajo las escaleras. Dudó un momento en si encender las luces y al final decido dejarlas apagadas, por lo que avanzo directo a la cocina.

Una vez allí enciendo la luz y rebusco dentro de la nevera a ver qué puedo prepararme debido a que me ha empezado a dar hambre.

Saco todo lo que necesito para prepararme un sándwich de jamón y queso, busco el pan en uno de los gabinetes y sin más me preparo dos.

Después de dejar todo en su lugar, me siento en uno de los taburetes de la Isleta a comer lo que me ha preparado. Para cuando me acabo el segundo un sonido llama mi atención.

Es el timbre de la casa.

Hundo las cejas con confusión porque no sé quién pueda ser a esta hora debido a que Erick tiene sus propias llaves y no tiene necesidad de tocar.

Dudó visiblemente en si sería buena idea ir a ver quién es o quedarme aquí a esperar que esa persona se canse de tocar y entonces pueda subir a la habitación.

Dejó el plato que use pasa colocar los sándwich en el fregadero evitando producir cualquier ruido y entonces suena una segunda vez el timbre.

Me muerdo el interior de mi mejilla y arriesgándome un poco voy hasta la sala cuando vuelven a tocar el timbre, solo que esta vez con más insistencia.

A medida que me voy acercando puedo escuchar como hablar ahí afuera, solamente que no se escucha lo suficientemente claro como para saber qué dicen, solo para dar a entender que es un hombre quien espera afuera.

Me asomo por el cristal que está a los lados de la puertas y veo a un hombre de espaldas hacia mí que vuelve a tocar el timbre diciendo algo por lo bajo. Desvío un poco más la mirada hacia su izquierda y veo a otra persona sentada en los escalones del porche. Tiene los brazos encima sus rodillas dobladas y sobre ellos apoya su cabeza. Pero no me hace falta ver más para saber quién es.

Me apresuró a abrir la puerta justo cuando el otro hombre está por tocar la puerta una última vez.

—¡Erick!

Al escucharme, él levanta la cabeza y su ceño fruncido desaparece cuando me mira por encima de su hombro.

Se levanta de un manera tan rápida que se tambalea y el hombre que lo acompaña —hasta ahora me doy cuenta de que es su amigo, Ricardo— se apresura a ir a por él para no dejarlo caer y pasa un brazo del ojiverde por sus hombres.

—Nena... —me sonríe.

—Pero, ¿qué diablos...?

—Lo encontré así en un bar al que siempre vamos —me responde Ricardo—. Y no quise dejarlo ahí, así que lo obligué a venir conmigo.

—Aburrido... —escucho a Erick murmurar antes de soltar una risita.

Ignoro al ojiverde y me concentro en su amigo.

—Gracias por traerlo —le digo, sinceramente—. ¿Pero podrías subirlo hasta la habitación? Como ves, yo sola no podría.

Señalo la barriga que es bastante notable y él solamente asiente con la cabeza.

Me hago a un lado para dejarlo entrar y después de que lo hace, cierto la puerta yendo detrás de ellos que van por la mitad de las escaleras.

Para cuando las subo también y voy hasta la habitación, Ricardo está dejando al ojiverde sobre la cama con poca delicadeza a lo que mi prometido se queja diciendo algo por lo bajo que no soy capaz de entender.

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