VENDIDA (COMPLETA) romance Capítulo 76

NARRADOR; Erick.

Todo mi cuerpo tiembla por culpa del frío que hay en la habitación en la que estoy.

Mi cabeza duele tanto, parece como si me la estuvieran taladrando. Es... horrible. Y me siento aturdido, demasiado. Y con mareo.

Poco a poco abro mis ojos con dificultad ante los rayos del sol mañanero que se cuelan por la ventana que está abierta y lo maldigo, porque la luz solo aumenta mi dolor.

Examinó todo a mi alrededor y no tarde en notar que estoy en mi habitación.

Hundo las cejas con confusión, no comprendo cómo fue que termine aquí si lo último que recuerdo fue haber estado en el bar bebiendo para relajarme.

«¿Cómo llegue hasta aquí?» Me pregunto a medida que me quitó las sábanas que cubren mi cuerpo y me incorporo en la cama.

Suelto un suspiro, llevando las manos a mi cabeza y es entonces que una ola de recuerdos llegan a mí cuando me propongo saber cómo fue que termine aquí.

El recuerdo de estar en el bar, sentado en el taburete de la barra para intentar que el mareo desapareciera y ahí apareció Ricardo. No consigo recordar qué fue lo que me dijo al verme ahí. Pero lo que sí recuerdo es verme a mí mismo siendo arrastró por él hasta su coche el cual comenzó a moverse con nosotros dentro poco después.

Maldición.

Debo ir a por el coche.

Me levanto de la cama y otro recuerdo llega a mi mientras avanzo hasta el cuarto de baño que está dentro de la habitación.

En este ya no estoy en el bar ni tampoco en el coche de mi amigo. Estamos afuera de mi casa. Él tocando el timbre, maldiciendo por lo bajo porque nadie le abre la puerta mientras que yo estoy sentado en los escalones del porche riéndome de él.

Y después aparece Raquel, pero no consigo recordar nada más de ese momento. Sólo sé que después nos veo a ambos en la habitación y a ella marchándose diciendo que no hablara conmigo ebrio, ni tampoco dormirá conmigo así.

Tenso la mandíbula involuntariamente y decido dejar la mente en blanco mientras cepillo mis dientes y después me doy una ducha con agua fría para ver si así consigo cargar energías.

No lo consigo. Pero al menos el mareo desapareció.

Cuando salgo con una toalla alrededor de mi cuerpo me visto rápidamente con un short y una playera cualquier que tomo de manera apresurada porque quiero ir a hablar con Raquel.

Necesito que volvamos a estar como antes.

Ya vestido salgo de la habitación y voy hasta la que supongo fue que uso anoche para dormir, pero cuando tocó nadie me responde y al abrir la puerta por mi mismo no encuentro nada más que soledad.

Supongo que debe estar abajo o en los alrededores de la casa así que bajo para buscarlas, y no la encuentro en ningún sitio hasta que decido ir al patio trasero.

De lejos la veo acostada sobre una de las tumbonas que están frente a la piscina. Lleva un diminuto traje de baño que me hace fantasear y una sensación extraña, pero agradable se apodera de mi pecho cuando mis ojos recaen sobre su vientre el cual ha empezado a crecer.

Todavía no me puedo creer que ahí este formándose un bebé.

Uno que es totalmente nuestro.

Apresar de que por culpa del sol mi dolor de cabeza parece aumentar, voy hasta dónde está ella cubriéndose los brazos con bloqueador solar.

La tumbona a su lado está vacía así que una vez me acerco a ella tomo asiento ahí de manera que quedó frente a ella que ni se inmuta en mirarme.

—Buen día —murmuro.

—Buenas tardes —me corrige ella—. Son más de las doce del mediodía día.

—Oh.

—Te he dejado una pastilla para el dolor de cabeza ahí —señala la pequeña mesa que separa nuestras tumbonas una de la otra.

Cuando bajo la mirada hasta ahí encuentro una tableta de pastillas al lado de dos vasos de cristales, solamente uno está vacío y supongo que ese es el que ha dejado para mí.

—Gracias —es lo único que puedo decirle.

Saco una pastilla de la tableta después de vertir un poco de agua en el vaso y me la dejo en mi boca para tragarla con ayuda del líquido transparente.

Dejo el vaso en su lugar y mi mente trabaja de manera rápida buscando las palabras adecuadas con las que disculparme otra vez por mi actitud de estos días. Pero nada surge y decido decir lo primero que viene a mi mente:

—¿Es bueno que lleves tanto sol?

Ella hunde las cejas.

—¿Ahora te preocupas por mí?

Ahí está.

Otra vez su actitud defensiva.

—Siempre me he preocupado por ti —replico—. No entiendo por qué...

—¿Siempre? —repite, interrumpiendome—. A mí me ha parecido todo lo contrario estos días que estuve evitandome.

—Ya te dije que...

—Que te perdone, lo sé —termina por mí—. Pero la cuestión es que lo hiciste estando ebrio, y solamente te disculpaste. Pero ¿de verdad te arrepientes, Erick?

Su duda me hace fruncir el entrecejo.

—Por supuesto que sí, Raquel —le dejó saber—. Sino, no te pediría que me perdones.

—¿Y quien me asegura que sí te perdono no volverás a pasar de mí, ah?

—Yo —me apresuro a decir—. Joder, Raquel, ¿de verdad crees que quiero seguir con esto a tan solo pocos día de casarnos?

—Eso es todo lo que te importa, ¿no es así? —inquiere—. La boda.

Niego.

—También me importas tú —me apresuró a decir—. Y nuestra hija. Y quiero que volvamos a estar como antes o suspenderé la boda, Raquel.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: VENDIDA (COMPLETA)