VENGANZA EQUIVOCADA (Saga Los Ferrari) romance Capítulo 14

Mientras Sebastián y Nickólas estaban en el despacho, éste le sirvió un trago de whisky y se lo extendió —¡Tómatelo! Uno no te hará daño ni te volverá adicto, además creo que necesitas este trago para calmarte.

—Está bien. ¿De dónde conoces Antonia? —le preguntó Sebastián a Nick.

—Es amiga de Sophía desde hace más de un año. Pero cuéntame de tu relación con Anabella. Estoy impresionado porque nunca imaginé que te enamorarías de una sola mujer y menos que sufrirías por ella. Te confieso que estoy conmovido porque dejaste de ser un robot para convertirte en un ser humano con sentimientos, que ama profundamente a sus hijos y a la madre.

—Desde que vi a mis hijos me enamoré de ellos, son los niños más inteligentes y hermosos del mundo —expresó con orgullo Sebastián.

Nickólas se quedó observándolo serio y expresó—Difiero de tí Sebastián, los niños más hermosos e inteligentes del mundo son mis hijos.

Ambos se quedaron observándose y luego de un momento, soltaron una sonora carcajada, el primero en hablar fue Sebastián —Me imagino que para cada padre sus hijos son los más hermosos e inteligentes del mundo, pero lo que si tengo claro es que daría mi vida por ellos si es necesario. Y en cuanto a Anabella siempre la amé, aunque luché como un condenado para no reconocerlo, hasta que ella tuvo el accidente no pude seguir ocultándolo.

—¿Tanto se parece Antonia a Anabella? —preguntó Nickólas.

—Son dos gotas de agua—Sacó su iphone del bolsillo de su pantalón, lo desbloqueó, abrió una carpeta y le dijo—Compruébalo por ti mismo. Nickólas empezó a ver fotos de Anabella en diferentes etapas. De niña, de adolescente, de quince años, a los dieciocho en una piscina con una sonrisa radiante, habían varias fotografías que daban la impresión de que se las habían tomado sin que se diera cuenta, luego posaba en otras embarazada, con los gemelos recién nacidos, con ellos al año, a sus dos años, a sus tres años. Hasta la última, ella despidiéndose de los niños en un aeropuerto.

—¿Cómo tienes todas éstas fotos? Si hasta que murió estaban peleados —indagó Nick con curiosidad.

—Unas las tomé yo, incluso algunas sin que ella lo supiera, como te habrás dado cuenta, hasta el día antes de que iba a celebrar sus dieciocho años, las otras las tomó papá, Alicia, Amine y las que tenía ella en su PC y en las Tablet de los niños y yo las recopilé. También hice un video de ella con música —se lo mostró y pudo observar una radiante Anabella, al mirar el rostro de Sebastián lo tenía bañado en lágrimas. Eso lo conmovió profundamente.

—¡Wow! Es como una presentación de ella hasta letras le pusiste. De verdad que esa chica te traía arrastrando la cobija. Y Antonia y Anabella realmente son idénticas. Sebastián no me gusta verte quebrado, triste, no quiero que sigas sufriendo, por eso voy a contarte algo que sé—le comentó mientras Sebas se limpiaba las lágrimas.

—Dime Nick—. Cuando el hombre se lo iba a contar aparecieron Sophía y Antonia.

—Caballeros Vamos al jardín al área de la piscina un rato, allí estaremos más tranquilo Sebastián—.Dijo Sophía amablemente.

—Disculpen la molestia. Pero quisiera pedirles un favor, mi hijo Taddeo tiene mañana una competencia de automovilismo, y yo quería saber si ¿me podían permitir que practique aquí en su casa? Es que quiero tomarle los tiempos —pidió Sebastián.

—Claro— respondió Nick—. Hay un espacio aledaño a las canchas perfecto para eso—Sophía fue por los niños y todos juntos se dirigieron al área.

Por alrededor de dos horas vieron como Sebastián, entrenaba a su hijo, pero también lo reprendía cuando las curvas las tomaba muy de prisa sin reducir la velocidad —Taddeo Ferrari, me dices si vas a hacer lo que te de la gana y no vas a seguir mis instrucciones, porque si es así me niego a que continúes en esto —manifestó molesto.

—No es para tanto papá, yo confío en mi mismo—expresó con seguridad el niño— no te has dado cuenta que llevo la velocidad en la sangre.

Sebastián se arrodilló frente a su hijo para quedar a su altura —Si, pero una cosa es la confianza que tengas en ti y otra muy distinto el exceso de la misma que puede llevarte a ser imprudente y a tener un accidente. ¿O me haces caso o te retiro de las competiciones?—ambos tuvieron una lucha de miradas que por esta vez ganó Sebastián.

—Está bien haré lo que me digas —dijo el niño con resignación.

Entre tanto el corazón de Antonia no dejaba de palpitar acelerado, ese tal Sebastián le producía múltiples sensaciones, se sentía acalorada con solo verlo, se veía tan sexy, pensó sorprendida, le encantaba como cuidaba a los niños, como estaba pendiente de ellos y como se desvivía por complacerlos. No aguantaba más, iría a sumergirse en la piscina para aplacar ese ardor que estaba sintiendo, se dijo y caminó sin perdida del tiempo hacia allá.

Antonia se fue a la piscina y se empezó a quitar la ropa y se quedó con un traje de baño de color negro de dos piezas que resaltaba sus hermosas curvas, cuando se volteó Sebastián la estaba observando con ojos nublados por el deseo, la había seguido y ella no se había dado cuenta.

Él la recorrió con la mirada y pudo observar una cicatriz que cruzaba su pierna derecha, entendió que a eso se debía el pequeño renqueo que le había notado al caminar, eso debió ser producto del accidente. Su cabello corto a la altura del mentón resaltaban sus facciones, era más atractiva de lo que recordaba, se acercó más a donde estaba, sin dejar de observarla, embebiéndose en ella lo que provocó en él, sensaciones que creía olvidadas.

Ella sin pérdida de tiempo se sumergió en el agua, por ello Sebastián sin pensarlo un minuto más, se quitó su ropa y se quedó en traje de baño, lanzándose también a la piscina, ella lo vio y se sonrió, nadaron por un rato hasta quedar sin aliento. Se sentaron en la orilla de la piscina y empezaron a conversar.

—¿De dónde eres? —Preguntó Sebastián.

— De Roma, tal vez—dijo encogiéndose de hombros.

—No te entiendo. ¿Cómo no vas a saber de dónde eres? No quieres contarme de tu vida —manifestó Sebastián un poco decepcionado al no querer la mujer contarle sobre su vida.

—Tal vez no. Háblame de tu esposa —exigió Antonia.

—Nunca nos casamos. Ella era la madre de mis hijos —respondió Sebastián.

—¿Entonces no estaban juntos? ¿La amabas? —las preguntas salían a borbotones de la boca de Antonia.

—¿Qué sí la amaba? Con toda mi alma. Sólo que cuando lo reconocí ella no estaba —confesó el hombre con pesar.

—¿Cómo la conociste? —siguió interrogando ella.

—Cuando ella tenía siete años la vi por primera vez, era la hija de la secretaria de mi padre, luego ellos se casaron cuando ella tenía ocho años y yo dieciocho. Y allí la vi crecer y convertirse en una mujer.

—O sea que te enamoraste de tu hermanastra —le dijo con una sonrisa—, me imagino que fue fácil perseguirla para enamorarla. ¿Qué dijeron tus padres?

—Nada fue fácil y las cosas no pasaron como comúnmente pasan — habló Sebastián.

—Cuéntame ¿cómo pasaron? —insistió Antonia.

—Lo siento Antonia, no quiero hablar de mi relación con Anabella, eso me causa daño. Tal vez luego. Creo que hoy llegué a mi límite en mis recuerdos. Por favor no lo vayas a tomar a mal —Le dijo mientras le tomaba las manos y sentía que una corriente eléctrica le recorría su cuerpo.

Antonia sintió que su corazón se aceleraba, y que cosquillas recorrían su cuerpo —Disculpa mi falta de tacto Sebastián, pero quiero que me cuentes de Anabella. Yoo… ven con nosotros a la Toscana a casa de Nickólas, mañana—. Le dijo la chica sintiendo la necesidad de estar cerca de él y de los niños.

—Yo también tengo una villa en Florencia cerca de donde Nick tiene la de él. Ven conmigo a mi casa. Pero no mañana porque Taddeo tiene una competencia y no puede faltar.

—No te conozco, no puedo irme con un extraño. En cambio en casa de mis amigos es diferente, porque estarán ellos y son nuestros amigos en común —Afirmó Antonia.

—Está bien. Avisaré en las empresas que no estaré disponible e informaré a mi padre y a mi queridísima suegra—dijo con sarcasmo—,que me voy dos semanas de vacaciones a La Toscana.

—¿No te llevas bien con tu suegra? —preguntó la chica curiosa.

—Nos llevamos de maravilla, ella me ama tanto, que con mucho gusto me recibiría con un rico y calientico té de Cicuta —habló Sebastián sonriendo sarcasticamente.

—¡Vaya! Realmente su amor es puro y me imagino que tu gustoso le darías a tomar un tecito caliente de adelfa. —le respondió Antonia con una sonrisa.

—¡Noo! ¡Estás loca! Y dejar a mi amado padre viudo. Y a mis pitufinos sin su abue querida. No soy tan cruel para hacer eso —indicó Sebastián con una sonrisa.

Ella sintió un deseo intenso de besarlo, le parecía que él tenía una hermosa sonrisa, unos ojos hipnotizantes y una boca carnosa que incitaba a besarlos "¡Por Dios! ¿En qué estoy pensando?" Ella estaba comprometida, pero su novio no le provocaba ni un mal pensamiento y aunque él había tratado de que tuvieran intimidad ella se había negado, pero éste hombre la provocaba le inundaba los sentidos, quería tomarlo y besarlo, comenzó a sentir calor por todo su cuerpo y empezó a sofocarse.

—¿Por qué les llamas pitufinos? No se dice así, se dice pitufos. —pronunció con un gesto que al observarlo le recordó a Taddeo.

—¡Por Dios! Dijiste lo mismo que me dijo Taddeo e hiciste el mismo gesto que hace mi hijo mayor. —expresó con una sonrisa—Yo le decía a Anabella, pitufina, pigmea.

—Ya veo, te burlabas de ella por su estatura, la minimizabas —indicó enojada—, eres un hombre realmente cruel. En dado caso si es válido ese tipo de apodo tú serías como Gulliver en Liliput, incluso eres más alto que Nick debes sufrir de gigantismo —le dijo con burla.

Sebastián no se sintió aludido y le siguió la corriente—Ah perfecto si estamos hablando de cuentos tú serías como una habitante de Liliput o familia de los siete enanitos de Blanca Nieves —expresó con una carcajada.

Ella se enfadó y le dio unas palmadas en el brazo, él le tomo la mano y la acercó a su pecho, para seguidamente besar su boca, al principio la besó suave pero luego se volvió exigente, ambos sintieron que se sumergían en una espiral de pasión, que les envió sensaciones a cada parte de su cuerpo, hasta que de la boca de él surgió un jadeo, mientras le decía—¡Eres tú! Anabella, mi Bella.

Ella enojada lo empujó y se separó de él diciéndole —No vuelvas a besarme, ¡No soy Anabella! y tampoco soy su sustituta—y se retiró corriendo.

Cuando él se dio cuenta pudo observar que Nick y su esposa lo estaban mirando. Se levantó y se dirigió a ellos, pero antes de llegar Sophía entró a la casa tras Antonia.

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