VENGANZA EQUIVOCADA (Saga Los Ferrari) romance Capítulo 4

Señorita Anabella le dijo la enfermera —Por favor, acérquese, entre a esa habitación, desvístase, póngase la bata que se encuentra en la camilla, y cuando esté preparada me avisa, para llevarla a la sala donde iniciaremos el proceso quirúrgico para extraerle a la criatura.

Anabella entró a la habitación y comenzó a desvestirse, estaba demasiado inquieta, observó su vientre apenas un poco abultado, lágrimas salieron de sus ojos, bañando su rostro, empezó a discutir consigo misma se dijo—¿Qué piensas hacer Anabella? ¿En verdad quieres hacer esto?—.

Se respondió mientras se sentaba en la camilla—No lo sé, estaba decidida, pero ahora tengo dudas.

Su conciencia seguía incordiándola diciéndole: —No te das cuenta que ¡es un crimen! si lo haces te vas arrepentir toda tu vida, jamás serás feliz pensando en lo que hiciste. ¿Leíste el procedimiento? —continuo su conciencia —, te lo van a extraer quirúrgicamente, van a dilatar el cuello de tu útero y te van a colocar un pequeño tubo de succión y así te van a extraer el feto. Van a desmembrar las partes de su cuerpecito, ¿no lo ves?

Ella lloraba mientras decía —No lo sé, realmente no lo sé.

Su conciencia no quería perder la batalla y siguió recriminándola —¿Qué tal si tu madre hubiese hecho lo mismo contigo?, no estuvieses en este lugar; ¡Tú no existirías! pero tú madre fue una mujer valiente, se enfrentó y luchó contra las dificultades por amor a ti y estaba casi tan joven como tú, pero también estaba sola, sin apoyo de sus padres, que si lo tienes tú.

Bella contestó en voz alta con largos lamentos —No quiero tener nada que ver con Sebastián, no quiero recordarlo nunca más en mi vida, lo odio con toda mi alma.

—Y por eso vas acabar con la vida de ese niño, ¿Lo estás haciendo por vengarte de Sebastián?—Le preguntó su conciencia.

—No, claro que no, lo hago porque no estoy preparada para ser madre —respondió con una opresión en el pecho que daba la impresión de asfixiarla.

—¿Y crees que tu mamá lo estaba? Es un riesgo que deben correr todas las madres, no hay un manual que te instruya de cómo debes hacerlo. Además, él o ella ésta confiado creciendo en tu interior, tú eres el ser llamado a protegerlo y sin embargo quieres asesinarlo —siguió incordiando su conciencia.

Anabella era un mar de lamento, sus sollozos se hicieron más fuertes y desconsolados, hipeaba del llanto, mientras se halaba los cabellos desesperada y gritaba —¡No puedo! ¡Oh por Dios! ¿Qué estoy haciendo? ¿Qué culpa tiene mi hijo? Además yo fui culpable de lo que pasó, porque pude no haberle correspondido a Sebastián y él no se iba atrever a violarme, yo participé activamente y gustosa en el acto sexual, mal podría acabar con la vida de éste pequeñín—se decía mientras se acariciaba el vientre y las lágrimas seguían rodando por su rostro incontrolablemente —. Perdóname bebé, perdóname amor mío por haber pensado acabar con tu vida—dijo entristecida y sin poder contener sus lágrimas cayó de rodillas en el piso, se acostó en posición fetal, mientras lloraba desgarradoramente, se abrazaba así misma sintiéndose la peor de las personas, se sentía derrotada—. Como quisiera que todo esto se tratará de una pesadilla, despertar y que ese episodio con Sebastián nunca hubiese tenido lugar, ¿Por qué Sebastián? ¿Por qué me destruiste? Yo no tenía la culpa de lo que mis padres le hicieron a tú madre ¿Por qué me llevaste a la gloria y luego me lanzaste sin piedad al más cruel de todos los infiernos? Si yo te amaba, te amaba desde que tenía siete años y te vi por primera vez, dije que al crecer me casaría contigo y sería la madre de tus hijos. Pero me destruiste sin misericordia, te burlaste de mi, nunca te importé, me protegiste de todos para ser tú él que me encajaras la puñalada mortal.

En ese estado la encontró la enfermera al entrar a la habitación y le dijo— ¿Qué tiene señorita? Cálmese, por favor.

— Lo siento— habló Bella con voz entrecortada—, no voy a someterme a éste procedimiento, no puedo acabar con la vida de mi bebé, lamento haberlos hecho perder el tiempo—.Se levantó se vistió nuevamente, tomó su bolso y corriendo salió de la clínica sin mirar atrás.

Ahora su decisión estaba tomada, tendría a su bebé, tal vez le dijera a Sebastián, pero de lo que estaba segura es que se alejaría de todos, no quería conflicto entre sus padres, tampoco quería que Sebastián se casara con ella por el niño, no podía soportar tener en su vida a un hombre que le había hecho tanto daño, si él estaba de acuerdo sería parte de la vida de su hijo, porque no podía negarles eso, pero lo que tenía realmente claro, era que no quería tener ninguna relación con él, ese bus ya había salido de su terminal.

Decidió regresar y conectarse con el mundo, en todo ese tiempo no había utilizado sus tarjetas, había usado dinero efectivo para cubrir sus gastos. Lo primero que hizo fue comunicarse con su madre, quien la sermoneó por haberse ido sin avisarle. Luego se dirigió a la estación de trenes para tomar uno en primera clase, de Castelbuono hasta Roma donde vivía Sebastián.

Ya habían transcurrido casi nueve semanas, desde que había estado con él en Palermo, y como para calcular las semanas de gestación se consideraba la última menstruación, suponía que tendría aproximadamente once semanas de embarazo, pero lo más extraño es que se le veía una diminuta barriguita, su hijo iba a ser muy grande si consideraba el tamaño de su panza, se dijo tocándose el vientre.

Abordó el tren hacia Roma, luego de siete horas y media llegó a su destino, aunque venía muy cómoda, tenía un poco de cansancio y malestar. Ya había anochecido, al bajar del tren caminó por el pasillo, el cual estaba atiborrado de gente, caminó lo más rápido que le permitió el aglomeramiento de personas, y se dirigió a la línea de taxi, tomó uno hacia la casa de Sebastián, ubicada en Viale Metronio Lazio con una construcción de 1000 m2, de tres pisos, rodeada de cinco hectáreas de jardines, una grandiosa piscina, con un triple garaje y magnificas ventanas. Era realmente lujosa, sólo había estado allí en una oportunidad anterior.

Se bajó del taxi, y le dijo al chofer que por favor la esperara, se dirigió a la casa, luego de anunciarse, la dejaron entrar y la acompañaron al lugar donde se encontraba Sebastián, una sala de juegos con sus amigos Peter, Lorenzo y otro que desconocía su nombre y por supuesto no podía faltarles compañía femenina, cuatro rubias bien dotadas como a él le agradaban las mujeres, hizo una mueca de asco.

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