Vipginidad a la venta romance Capítulo 1

Existe un club privado de élite en la región de Moscú, cuya membresía cuesta muchísimo dinero. Aquellos con poder y dinero son siempre miembros honorarios del club, y pagan por la oportunidad de ser amos de sí mismos y de otras vidas.

El club tiene sus propias reglas y su propia historia. En numerosos sótanos, a los que conducen puertas secretas, la vida está en pleno apogeo: nacen y mueren, aman y odian, se regocijan y lloran. Y cada quien tiene su propia historia, dura y difícil, que lo ha traído a este terrible lugar.

El sótano tres está dividido en dos partes, un pequeño bloque contiene mujeres embarazadas, el segundo, varias veces más grande en tamaño, contiene niñas de todas las edades.

Los niños, casi inmediatamente después del nacimiento, son dados en adopción, las niñas desde la cuna van a la ‘escuela de las nobles doncellas’, donde reciben una rigurosa formación. Aquí se les enseña a ser una mujer ideal, una esclava ideal, para cumplir con todos los caprichos y órdenes de quien la comprara en una subasta cuando sea mayor de edad.

Ninguna de estas jóvenes sabe quién es su verdadera madre y crecen privadas del amor y el afecto de padres. Las mujeres embarazadas que viven en este burdel de élite, y renuevan esta escuela con más y más niñas cada año, después de dar a luz nunca vuelven a ver a sus bebés.

Después de dar a luz, las mujeres solo tienen un mes para recuperarse y volver a trabajar. Se trasladan al segundo sótano en donde son mantenidas hasta que tienen la suerte de volver a quedar embarazadas.

Las niñas se mantienen como princesas, enseñándoles desde muy pequeñas cómo ser la esposa o concubina ideal de un hombre rico. Cada año nacen de cincuenta a cien niñas en el club y se forman grupos según las fechas de nacimiento. Cada grupo tiene entre quince y treinta mujeres.

Una de estas mujeres afortunadas es nuestro personaje principal, Diana. Desde pequeña creció sin conocer a su madre, al igual que las otras chicas compañeras de mazmorra. Los Amos daban a sus alumnas todo lo que se requería para un buen desarrollo: comida, atención, educación especial. A veces sacaban a las niñas al sol, los profesores las llevaban a un patio de recreo especial en un parque cerrado, y para Diana, estos minutos eran los más deseables. Sonidos de la naturaleza, aire fresco, suaves rayos del sol; más que nada, a ella le encantaba disfrutar de estos momentos mágicos.

Una parte importante de la formación de la escuela para las doncellas nobles consistía en preparar a las niñas para que fueran la esposa, amante o esclava ideal de su cliente. Cada niña tenía que ser sumisa y agradecida con todo aquel que la comprara y la sacara de este lugar. Las niñas tenían que estar preparadas para cualquier dificultad de la vida y desde el nacimiento se les inculcó un único sentido de vida a cada una: complacer al dueño.

Las niñas soñaban con el día en que serían rescatadas por matrimonio u otros propósitos, y luego podrían ver el sol con mucha más frecuencia.

Hubo siempre muchos rumores entre las alumnas, pero nadie sabía exactamente qué les pasaba a las chicas después de la subasta. En ocasiones, Diana y sus amigas lograban entrar por la noche a la habitación vecina, donde se ubicaban las mujeres embarazadas. Estas damas más experimentadas, contaban a las niñas muchas historias de pesadilla sobre hombres pervertidos que golpeaban y violaban a las mujeres, las humillaban y las obligaban a hacer cosas inimaginables.

“Si tienes suerte, serás comprada por una persona digna que te amará y apreciará, y si no, ¡intenta bajar su guardia y huir! ¡Esa es la única forma de sobrevivir!” dijo una de las futuras madres jóvenes al despedirse. Ella había entendido que un día, su hija también esperaría su turno para ser comprada por uno de los socios de este club infernal.

La mayoría de las mujeres embarazadas parecían bastante mayores, con cicatrices, heridas, ninguna de ellas sonreía. A algunas las mantenían atadas en pabellones separados para que no se hicieran daño. A Diana le resultaba extraño ver a estas mujeres, pero la curiosidad la vencía y trataba de deslizarse en este ala aunque fuera por un minuto para aprender algo nuevo y prohibido.

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