Vipginidad a la venta romance Capítulo 19

“Hoy jugamos bien, puedes estar orgullosa de ti misma, lo soportaste todo con honor. Me gustaría recompensarte por tu dedicación y amor. ¿Quizás quieres algo?”

“¡Gracias, Amo, todo lo que necesito es complacerte! ¡Me siento muy honrada de satisfacerte!” Conteniendo los sollozos, respondió la niña.

“Así que al final,” dijo como si no escuchara sus palabras, “¿hay algo más que te gustaría?”

“Me gustaría mucho visitar aquel ‘nuestro’ lugar, Amo, y si me lo permite, ¡haré todo lo posible para complacerlo nuevamente allí!” Secándose las lágrimas con la mano, susurró Diana, tratando de sonreír.

“¡Eres graciosa! ¡Me gusta!” Alexander le dio unas palmaditas en la mejilla y sonrió con ternura. “Por la noche, después de la puesta del sol, intentaré cumplir con tu pedido, ahora tengo que irme a las tareas del hogar.”

La prisionera se quedó sola de nuevo y con tristeza entró en el baño. Rápidamente se satisfizo a sí misma, salió y comenzó a reflexionar sobre cómo podía matar el tiempo hasta la noche. El cuerpo le dolía muchísimo, pero la desafortunada mujer se alegraba de que finalmente pudiera ganarse el favor del Amo.

Pensando en cómo podría complacer a Alexander aún más, nuevamente comenzó a mirar el mundo detrás del vidrio. Sus ojos se sintieron atraídos por los hijos del dueño que caminaban por la calle. La niña los admiró involuntariamente. Parecían tener su edad. Estas eran las personas más hermosas que podía imaginar. Jóvenes, hermosos y alegres, pasaron por delante de su ventana, por el camino y discutían fuertemente sobre algo.

Dos eran gemelos, como dos guisantes en una vaina, similares a Alexander, y el tercero era un poco más joven y completamente diferente a ellos. Se detuvieron y, a juzgar por sus caras, estaban esperando a alguien. Diana intuyó esto por sus miradas hacia el comienzo del camino, el cual estaba oculto a sus ojos.

Pronto, la espía vio cómo dos chicas se unían a los chicos, eran tan diferentes a las mujeres normales que vio que su mandíbula se quedó boquiabierta. Ni siquiera era una cuestión de apariencia, sino de modales y comportamiento. Estaban vestidas con trajes de baño lujosos y eran muy informales al mismo tiempo.

“Se comportan de manera tan extraña, como si no fueran mujeres, sino hombres.” Pensó Diana sorprendida, mirando a las dos señoritas que acompañaban a los hijos del dueño. Nunca antes había imaginado que una chica pudiera permitirse mirar con tanta valentía la cara de un hombre. Estas mismas ‘personas’ se comportaron sin ceremonias, como si tuvieran los mismos derechos que estos tipos.

“¿Quizás ya se han limpiado y encontrado un alma? ¿Quizás por eso no se les castiga por tal comportamiento?” Diana miró fijamente, presionando su frente y todo su pecho contra el cristal, y un verdadero lío pasaba en su cabeza.

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