Abandonada y Embarazada [#1 Trilogía Bebés] romance Capítulo 12

Las calles ya empezaban a parecerme demasiado largas, el hambre comenzaba a convertirse en una fatiga imposible de soportar y el frio penetraba mis poros, haciéndome tiritar y abrazar mi cuerpo para sentir un poco de alivio. Me detuve frente a un callejón solitario y el miedo se apoderó de mi cuerpo al escuchar algunos ruidos extraños, como si alguien tosiera, y luego se unieron unas risas masculinas.

Temblorosa y con el miedo en el máximo punto, me di la vuelta y empecé a caminar lo más rápido que podía, para alejarme de aquel lugar y de su peligro inminente. Luego, escuché que las voces empezaban a acercarse más y el eco se desaparecía; como si aquellas personas se acercaran cada vez más a mí; tragué saliva y con toda la fuerza que había quedado en mí, corrí, hasta doblar la esquina y me escondí detrás de un bote gigante de basura.

Me agaché agitada y temerosa, sentía el miedo carcomer mis huesos y mi respiración era entrecortada y gélida. Con las manos temblorosas, logré sacar mi celular y texteé un mensaje corto y rápido a Mell, pidiéndole que me pasara a buscar y luego adjunté la ubicación. Uní mis manos y soplé un poco en ellas, me encontraba sola y temerosa de lo que pudiera pasarle a mi bebé.

Las risas y voces se acercaban y yo solo podía sentir mi corazón galopar con fuerza, pero de un momento a otro, se fueron alejando y solo se iban convirtiendo en sonidos más lejanos con cada segundo que pasaba; al parecer, y por fortuna, habían tomado la calle opuesta.

—¡¿Estás loca?! ¿Qué hacías aquí y sola? —exclamó Mell, al instante que se bajaba del auto y reparaba con su mirada el callejón en donde me encontraba. Luego salió corriendo hacia mí y me abrazó con fuerza—. ¿Estás bien?

Asentí con la cabeza apoyada en su hombro y dejé salir el aire contenido en mis pulmones, debido al miedo que había experimentado quince minutos antes.

—Yo... hui de mi casa —contesté en un murmullo y me separé un poco—, no puedo seguir viviendo ahí. No supe dónde ir, tampoco como llegué hasta aquí, solo caminé y...

—¿Cómo que no tienes donde ir? —exclamó molesta—. ¿Te olvidaste de mí? ¿No tienes celular? ¿No existo? ¿Qué pasa contigo, Bella? —cuestionaba en forma de bombardeo y totalmente alterada—. ¿En dónde quedó tu promesa de cuidarte? ¿En dónde quedó tu mejor amiga?

—Mell... no quiero causarte problemas con Javi —respondí con timidez.

—¿Javi? —preguntó sorprendida—. ¡Por favor, Bella! Javi no es así. Nunca me ha puesto un pero o un no, por hacer algo por ti —exclamó dejando caer sus brazos sobre sus piernas—. En estos momentos está tan preocupado por ti como yo, y créeme que lo está, hoy hasta dejó de jugar su partida nocturna de PlayStation para buscarte por toda la ciudad. ¿Sabes lo que es eso para él? ¡Una gran preocupación!

—Lo siento Mell, soy una tonta —murmuré arrepentida.

—¿Tonta? Perdón, Bella, pero en este momento actuaste como más que eso —refutó alterada—. ¿Tienes idea de lo que te pudo haber pasado? ¿Dónde pensabas dormir? ¿Detrás de uno de esos botes de basura? ¿En medio de uno de esos callejones oscuros y llenos de ratas y cucarachas, o más que eso, donde te pueden robar o violar o... —se le quebró la voz, pero tomó aire para agregar en un hilo de voz—: matar?

Me lancé hacia ella y la abracé con mucha fuerza. Sabía que Mell tenía razón, había estado a punto de experimentar una de esas terribles situaciones de las que hablaba, y el miedo y terror que había sentido no eran nada comparado al dolor de haberle causado daño a mi bebé, por haberme dejado llevar por mi orgullo.

—Si te pasa algo o a mi sobrina... me muero, Bella —murmuró en mi hombro.

—¿Sabes que te quiero Mell? —cuestioné en un susurro y un par de lágrimas resbalaron por mis mejillas.

—Lo sé. Y yo a ti mi tontita. No hagas eso más. No sabes lo mal que me puse cuando tus padres me llamaron desesperados porque no sabían de ti... pensé lo peor —respondió afligida y acariciando mi cabeza con dulzura—. Te juro que pensé lo peor.

—Eres la mejor —musité tiernamente y la abracé más fuerte.

—Ahora escúchame —pidió, alejándose un poco y mirándome con severidad—, vamos a buscar tus cosas a tu casa, vas a vivir conmigo. Y no acepto un no —agregó al ver que iba a protestar—, Javi y yo decidimos que nuestro hogar será tu hogar, así que no tienes excusas.

Resoplé y negué con la cabeza. No podía discutir con ella.

—Vamos, Bella, este lugar es tan peligroso —sussurró Mell con temor al escuchar cómo las ratas se movían dentro de uno de los botes de basura—. Aún no puedo creer cómo llegaste aquí. Por cierto, ¿Por qué estás pegajosa? Y ¿qué es ese olor? ¿Chocolate?

—Tengo que contarte algo —repuse y esbocé una leve sonrisa al subirme al auto.

Un par de minutos después, giramos a la izquierda y salimos a la calle principal de la ciudad, de inmediato el panorama cambió y se tornó más concurrido y las luces de los edificios y de la calle, encandilaron mis ojos.

—Vale, ya estamos más seguras… ¿qué es lo que me tienes que contar? —preguntó Mell, y bajó el volumen de la música para escucharme con atención, mientras conducía.

Tomé una gran bocanada de aire y empecé a relatar lo que había pasado en la panadería de Matt. Tras cada declaración, Mell hacía algún gesto sorpresivo o fruncía el ceño, y unos minutos después aclaró su voz y con emoción, preguntó:

—¿Entonces ese chico te ofreció trabajo?

Asentí con rapidez mientras miraba por la ventana del auto. Ni yo misma podía creer todo lo que había pasado en esa panadería, ese chico me había tratado bien, incluso mejor que mi propia familia, no entendía porqué era tan amable y porqué se esforzaba en ayudarme.

—¿Entonces, la tal Julia fue la culpable de que en estos momentos las hormigas anden rastreándote por GPS? —preguntó, interrumpiendo mis pensamientos.

—Sí, no sé si fue intencional o accidental —respondí y recordé la escena—. En realidad, desde que Matt se portó amable conmigo, me lanzaba miradas desagradables.

—¿De tantas cosas me perdí? —cuestionó con sorpresa y me dirigió una mirada de picardía, y detuvo el auto frente al semáforo en verde—. ¿Matt? ¡Hasta su nombre sabes!

La miré confundida, no entendía nada de lo que estaba diciendo, ni porqué lo decía.

—¿Qué quieres decir? —pregunté dudosa, aunque, por su mirada y su sonrisa, ya estaba deduciendo a qué se estaba refiriendo.

—¡Pues que es obvio que le gustas! —exclamó y rodé los ojos con fastidio—. Primero te guarda una bandeja con muchísimo, para no decir demasiado pan, y te da gratis el mejor chocolate de su panadería, eso quiere decir que le importas; segundo te dice su nombre; tercero te ofrece trabajo, eso es para conocerte más y estar cerca de ti y como si fuera poco, la tal Julia, te derrama el chocolate encima, acto que demuestra que se sintió reemplazada, porque obviamente le gusta el chico, chico al que le gustas tú —argumentó con seguridad. Me había mareado con sus gesticulaciones al hablar, ella siempre exageraba las cosas y para todo hacía gestos y muecas.

—Estás loca, Mellisa Rush.

—No es una locura, si unes todas las piezas solo puedes resumir una sola cosa —repitió pegándole al volante del auto como si fuera la cosa más obvia del mundo y tratara de hacérmelo entender—. ¡Le gustas!

—No le gusto. No entiendo cómo puedes sacar conclusiones de cosas tan simples —repliqué con fastidio—. Por ahora, solo me interesa salir adelante junto a mi hijo.

—Hija —corrigió con una sonrisa.

Sonreí y pellizqué su mejilla.

De pronto, un ruido en la ventana nos sorprendió y me sobresalté. Estaba tan entretenida que ni siquiera me había dado cuenta que habíamos llegado a la casa de mis padres. Un suspiro salió de mis labios al ver una silueta al otro lado del vidrio y una exclamación me atemorizó:

—¡Bella!

Resoplé molesta y tiré mi cabeza hacia atrás para despejar mi mente y buscar las palabras adecuadas para describir que me iría esa misma noche.

—¡Bella, abre! —ordenó, con su voz cargada de desesperación y tocó la ventana de nuevo con sus nudillos, pero esta vez con más fuerza.

—¿Qué pasa, mamá? —cuestioné arrastrando cada palabra, por la fatiga que me producía tener que dar explicaciones de porqué me había ido y porque lo haría definitivamente.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: Abandonada y Embarazada [#1 Trilogía Bebés]