— ¡Dije que rechazo a todo esto! No hay vuelta atrás, Dominic.
— Sabes que el túnel lo cierran de noche y hasta en la mañana lo abrirán, ¡no puedes huir con mi hija, Selene!
— ¡Pruébame, imbécil! ¡Acepté que esas bestias te hirieran y luego te dieran de su asquerosa sangre de perro para que fueras como ellos y no nos sacaran de aquí, pero nunca voy a dejar que intenten herirme y puedan matar a mi bebé solo para que sea una loba más!
— ¡Es el destino que sea así!
— Es el destino que me voy con ella—digo con rabia sin sentir compasión por aquel niño de rizos dorados de tan solo cuatro años que esperaba tocar a mi bebé. Ni aunque fuera su mate, dejaría que él en un futuro esté con mi hija.
Y pensar que todo comenzó cuando el hijo del gobernante, o Alfa, llegó con una sonrisa a nuestra casa e intentó tocar mi vientre. Y fue ahí cuando Dominic supo que mi bebé era su mate. Pero eso no va a ser así. Mi hija no va a estar con el futuro Alfa.
— ¿Y qué hay con Diego? —pregunta Dominic con una mueca amarga.
— ¡Es mi hijo también y merece estar con su hermana, tampoco te lo quedarás!
— ¡Tiene 4 años, Selene! ¡Reflexiona, mujer!
— Tienes razón, ya lo pensé bien y nos iremos al amanecer. Es todo, Dominic.
— ¿Quieres eso? Pues bien, yo, Dominic Foster te rechazo a ti, Selene Green. Eres libre de hacer de tu vida un carajo.
Cerró la puerta de nuestra habitación y yo inmediatamente retomé mis maletas y comencé a guardar todos los juguetes que podía en otra maleta, le envié un mensaje a mi hermana.
Y así fue todo, Dominic se encerró en una de las habitaciones hasta que dieron las 6 de la mañana y yo salí aprisa con todas mis valijas y mi pequeño hijo de la mano, viendo el carro viejo de mi hermana esperarnos con miedo. Ella tampoco era fanática de este pueblo.
Metí todo a la cajuela y Martha arrancó con fuerza, dejándome ver la sombra de un Dominic destrozado y enojado.
Nos acercamos al túnel que nos sacaba de los terrenos de Whittier y en la caseta, nos cerraron el paso con una tabla, donde se encontraba el Alfa lanzando gruñidos viendo mi vientre junto con su hijo llorando. Pero no fue impedimento, Martha aceleró y rompió la tabla, sacándonos de ese infierno.
Ya no había vuelta atrás, mis hijos deben de ser libres.
Lo siento.
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